Lo más importante de la corrida de hoy en Madrid ha sido, sin lugar a dudas, la elección de los toros escogido por Ferrera para su encerrona, lo que evidencia que es figura del toreo y,como tal, no podía fallar. Todo un modelo acierto porque, en honor a la verdad, en tardes como la presente no se puede fallar, en el peor de los casos no se debe fallar

Ferrera, al margen del toro de Alcurrucén que penas sirvió, lidió otro de Adolfo que, en realidad, no le permitió florituras. Pero como el diestro sabía lo que hacía, por dicha razón se trajo uno de Parladé, otro de Domingo Hernández y para colmo dos de Victoriano del Rio.

El triunfo estaba asegurado. Se sabía que, pese a la presentación fantástica de casi todos los toros, lo que se dice emoción no habría ninguna porque la emoción nace de la incertidumbre de pensar que un toro pueda cogerte que, como es notorio, no es el caso en este tipo de ganaderías que, para colmo, lidiadas por un gran profesional todavía dan menos sensación de peligro.

Los toros citados han sido cuatro almas cándidas con cuernos que, como decía, le han permitido al diestro extremeño sentirse como en el patio de su casa. Decía Emilio Muñoz que, era por algo por lo que las figuras elegían dichos toros; ha descubierto la pólvora Emilio Muñoz.

Los eligen porque saben de sus bondades, de que no existe peligro aparente y que dada su bondad, el triunfo está más que cantado. Y eso ha hecho Ferrera que, con el capote ha dado un recital de diversificación de la suerte de capa en la que no ha dejado nada por hacer. El esfuerzo del toreo ha sido memorable, algo que nadie le recriminará. De igual modo, con la muleta, con los toros citados de la sangre Domecq, Ferrera ha toreado a placer a todos los toros tanto con la derecha con la izquierda, logrando pasajes emotivos en su torería.

¿Pudo hacer más? Sin duda, haber sido más creativo con la muleta que, a todos los toros les ha dado su única medicina, los derechazos y naturales y, como era muy lógico, los aficionados nos acordábamos, por ejemplo, de aquella goyesca de Joselito en Madrid, comparamos y es cuando comprendemos que, la variedad, en Ferrera, ha brillado por su ausencia. No puede decir nadie que ha estado mal, pero tampoco era para rasgarnos las vestiduras, siempre, desde el respeto, que un hombre haga el esfuerzo de lidiar seis toros en Madrid.

Ha cortado dos orejas, una en cada uno de los últimos toros y podían haber sido más de haber acertado con la espada. Tarde emotiva la del diestro que ya se erigiera triunfador en San Isidro y, de tal modo ha terminado una campaña triunfal a más no poder.

Nos acordamos del Antonio Ferrera que era capaz de triunfar con los encastes de Santa Coloma y Albaserrada,  pero como todos los toreros aspiran, logró lo que era su sueño, mandar a la mierda aquellos encastes que le daban triunfos épicos para matar el encaste Domecq que, ante todo, no tiene peligro alguno, son dóciles, almibarados, santificados, todo ello para tener el menor riesgo posible. Es, lógicamente, figura del toreo y como tal así se ha comportado.

Lo que si es evidente es que en esta feria de Otoño, Madrid se conforma con poco; es decir, no hay protestas por nada y el aplauso llega muy sencillo. ¿Serían todos espectadores del clavel? No sé si serían todos, pero la gran mayoría sin duda alguna.

Es bochornoso que, Ferrera, en su condición de figura del toreo y sin acordarse de cuando era pobre, no permitió que ninguno de los sobresalientes actuantes, que acudieron por un sueldecito para pasar el mes, no les dejara ni dar un mal lance. El que está arriba, su pecado no es haber llegado, es no acordarse de cuando empezaba, pero eso al  parecer es una maldita condición del ser humano y, no queda otra que admitirlo, aunque nunca aplaudirlo ni ponderarlo.

Madrid quería toros, la prueba es la gran entrada la que rozaba el lleno por completo. El cartel era atractivo, al menos para los forofos de las figuras que, como se sabía, no les decepcionaria. Ferrera salió por la puerta grande en olor de multitud pero, con semejantes encastes recordemos que, hasta un vulgar pegapases como David de Miranda salió en hombros en San Isidro con un toro de Juan Pedro.

Todo el esfuerzo de Ferrera es de admirar porque en honor a la verdad, seis toros, a nivel de trabajo, es una tarea muy dura. Pero le aconsejo que no lo repita porque, además de evitarse el cansancio nos evitará a los aficionados que le soportemos con ese tipo de toros. Y menos mal que, en el último de la tarde, espoleado por Fernando Sánchez que puso dos pares brillantísimos, Ferrera colocó un par al quiebro que le salió muy emotivo.

Pla Ventura

En la foto, el último toro lidiado por Ferrera de Victoriano del Rio, un toro con una santidad desmesurada.