Tarde esperada, de gran ilusión, en la localidad de Úbeda. Se ha dado la final del Circuito de novilladas con picadores de Andalucía, con la Fundación del Toro de Lidia y la Junta de Andalucía como promotores. No exenta de polémica por la puntuación para el acceso de algunos participantes a la final, cosa que empieza a ensuciar el asunto. Pese a ello, expectación y cierto respeto, porque hay que dar oportunidades a los más jóvenes. Y buena presentación de las reses a lidiar.

En mis anotaciones de los dos primeros toros, nº27 Lugano y nº01 Mostachón, ya se palpa el aburrimiento de lo que viene siendo una corrida noble y bobalicona. Apunto literalmente: “noble y justito”, “llega cansado a la muleta”, “pierde las manos” y lo más grave: “se cae, toro en el suelo”. A esto que el señor presidente, Baltasar Muñoz, hace ojos ciegos y la lidia continua, cuando por la invalidez de los utreros, debió sacar pañuelos verdes. Quedaron sendas faenas de muleta sin emoción, sin toreo. Mero acompañamiento a embestidas faltas de raza y entrega.

Sale por chiqueros el utrero nº07 Canastero, e inmediatamente se pone a embestir cobrando sentido por el pitón derecho, orientado hacia el cuerpo del novillero. Es volteado. Al momento, otro subalterno es cogido por el mismo pitón. Todo en su sito ¿no?, estamos hablando de toros de lidia, esos que matan. Lamentablemente el público se indigna a pedir la devolución de la res, y desde la sinvergüencería, pasando del reglamento, el presidente saca pañuelo verde. Para colmo, sale el que iba a ser el sexto toro de la tarde y en mitad de la lidia, se echa al suelo. Pero como si nada.

Explicación, claro está, no tiene. Pero no sé qué es más grave, que el presidente acceda, o que el público pida la devolución de un toro peligroso en vez de un inválido. Por cierto, ese mismo público es el que ha pitado en todas las entradas al caballo, cuando no han metido ni las cuerdas. En adición: ¿cómo se le habrá quedado la cara al ganadero con la devolución de un toro que es peligroso, y tras más de tres años de crianza?
Con estos actos, lo más lógico es que la tauromaquia caiga por su propio peso. Nuestro único argumento es la bravura y la casta, y así no se hace más que despreciar esas dos cualidades. Por una parte, se evita a un toro enrazado que cree peligro, para que todos los toreros se conviertan en meros estetas, y por otra, el tercio de varas, aquel que se usó para seleccionar al bravo de verdad a finales del siglo XIX, se ve más ninguneado en tanto que pasan los días. Lo contrario de esto es la mansedumbre, a lo que estamos revocados con estas actitudes. Y eso, es indefendible, porque roza el maltrato animal.

Si quieren belleza, que se vayan a ver una actuación de ballet. Si quieren posturas y ropas bonitas, que se vayan a una pasarela. Pero que no se atreva un mediocre taurino a buscar eso en una plaza de toros a cambio de la bravura, la casta y el peligro del toro bravo, el que de verdad debe mandar en la fiesta. Y ni que decir tiene, que el presidente debe ser inhabilitado. Por mi parte, espero que jamás tenga la potestad de mover pañuelos con su apestoso criterio.

Lo que ha ocurrido en Úbeda es como si la sociedad pidiese que la policía no arreste a ladrones, el médico no cure a enfermos, o el profesor no enseñe a alumnos. La analogía es simple: el torero, al toro, que para eso es un héroe. Pero la sensiblería todo lo puede en el público.

En el quinto aniversario de la épica de Ureña y Murciano, de Adolfo, en Madrid, ha ocurrido esta desgracia. Qué pronto cambian las cosas. Todo me lo espero ya, este es el año en el que un Victorino (por cierto, Victorino es uno de los cabecillas de este Circuito) es indultado en una plaza de tercera tras un picotazo en chiqueros. Todo lo malo que nos ocurra, merecido es. Caeremos por nuestro propio peso.
Por Pablo Pineda.