Una fría mañana de enero en la dehesa de El Jaral de la Mira no es cualquier cosa. Mas bien es un regalo para los sentidos. Amanece tibiamente entre viejas encinas y robles ancestrales sobre la severa helada que ha dejado el arroyo petrificado en blanco hielo. El sol de enero apenas puede con la gélida mañana que se intenta abrir camino para mitigar la pelona.

Cercados centenarios testigos impasibles del paso del tiempo recogen las reses bravas que han vuelto a campar a sus anchas después de un paréntesis sin habitantes de casta. Encinas milenarias, molinos de Felipe II, robles de ocho siglos, puertas y puentes con usía dan un aire de inmortalidad inmóvil a esta finca. Un parque jurásico; con una historia vegetal viviente y pretérita, permanece silencioso guardando secretos de naturaleza y toros bravos. Abrigo de aves, zorros, jabalís, corzos y venados. Suelos ricos y agradecidos de hermosas y amplias primaveras soportan jarales y carrascas junto a los «quercus» que se erigen en reyes del adehesado por edad y porte imperial. Historias milagrosas de otros siglos y fuerzas telúricas imprimen misterio y curiosidad por igual.

El Jaral de la Mira tuvo toros bravos desde hace un siglo. Primero la familia del Marqués de Alonso Pesquera que la fundó en 1930 con reses de Coquilla. Posteriormente en 1954 pasó a manos de la familia Jardón, empresario de la plaza de Madrid a finales de los años 70. En 1996 vendieron sus propietarios los animales a Fernando Peña que los trasladó a Toledo. Ya habían refrescado con procedencia Baltasar Ibán en los años 90 y eliminado lo anterior. Y desde entonces el toro bravo estuvo ausente durante dos décadas. La viuda de Jardón vendió finalmente la histórica finca en 2015 a sus nuevos y actuales propietarios. La familia Sandoval. Un apellido de éxito en la hostelería de primer nivel. Al frente del nuevo hierro se sitúa el matador de toros Rafael Sandoval. Alumno de la escuela taurina de Madrid de éxitos novilleriles en los albores de los noventa y actualmente reconocido sumiller. Apostaron por esta histórica finca para volver a traer animales bravos al lugar donde estuvieron un siglo. A Laurentino Carrascosa le compraron casi toda su ganadería procedencia Torrestrella. Hicieron su propio hierro y compraron otro para pertenecer a la Unión de Criadores. Desde hace pocos años crían sus toros buscando la clase y la calidad. Cercados amplios, frescos y cuidados amparan las ochenta vacas de vientre y los novillos y sementales. Viviendo en el lujo en la dehesa jurásica de El JARAL.

La plaza de tientas en lo alto de un cerro domina una panorámica inigualable de la sierra de Guadarrama y la impresionante cruz del Valle de los Caídos. Una plaza serrana con sabor y empaque. Muros de granito mezclados con arquerías encaladas le dan un aspecto campero madrileño inconfundible. En ella se grabó la película «Aprendiendo a morir» donde un jovencísimo Manuel Benítez comenzaba su fulgurante irrupción taurina social y torera en la España de Franco.

La guinda de este paraíso es el conjunto de modernos espacios diseñados por sus nuevos propietarios para celebrar eventos sociales de alto copete. De hecho la familia Sandoval es un referente en el mundo de la cocina, el gourmet y la vanguardia gastronómica. Un complemento perfecto para disfrutar de la naturaleza y el buen comer. Rincones diseñados con buen gusto adaptados y capaces de acoger a lo más glamuroso de la sociedad. Un indudable acierto para rentabilizar las ciento y pico hectáreas. El toro, la dehesa y el enclave magnífico de su ubicación hacen de el JARAL DE LA MIRA un lugar para sentir cosas buenas. Un paraíso a solo 50 km de Madrid donde se entra en un mundo de paz, naturaleza y belleza antigua.

El proyecto de sus nuevos propietarios es envidiable. Sus anhelos como negocio no acaban en sus quehaceres culinarios. Y es que han apostado por el toro bravo. En estos tiempos tan difíciles para criarlos. Y eso hay que aplaudirlo. Invertir un buen dinero para conservar una dehesa histórica y magnífica como esta es un ejercicio de valentía, afición y ecologismo que merece difundirse. Ecologismo verdadero y amor sentido por el toro bravo y por la naturaleza pura del campo de Guadarrama. Chapó y suerte a la familia Sandoval con este nuevo hierro de buena simiente y próspero futuro. Se lo merecen.

Por Divino Calvo

Fotografía Jorge Delgado