Los orígenes de la solera

Cuenta la leyenda que el caudillo ateniense Menesteo, tras la Guerra de Troya, fue derrocado del trono ateniense. Escapó sin un rumbo fijo y fundó una ciudad con su nombre: Puerto de Menesteo. ¡Estos griegos, siempre colonizando! Dicha colonia, fue regida por reyes. Menesteo se quedó maravillado tras apreciar la fertilidad de las tierras, el paisaje y el clima sureño. Roma también pisó las tierras gaditanas: Portus Gaditanus. Tras la batalla del Guadalete en el año 711, en la que los musulmanes derrotan a los visigodos, pasa a ser Amaría Alcanter, Alcanate o Alcanatif (traducido por alguno como Puerto de las Salinas).

De moros y cristianos era España, y el 16 de diciembre de 1281, Alfonso X El Sabio le concede la carta-puebla, y pasa de ser una aldea musulmana a una ciudad-realengo: Gran Puerto de Santa María.

Historia de la plaza

Según D. Hipólito Sancho, vecino de El Puerto, en 1697 ya se hizo el primer festejo en la Plaza de la Iglesia Mayor. Y es que, desde entonces, las máximas figuras del toreo han exhibido sus más ilustres cualidades en esta localidad de duende y solera.

Fueron típicas y características las corridas con la plaza partida: una barrera cruza el ruedo y el festejo consta de dos lidias distintas. Se realizaron en la mítica plaza de las Galeras. La primera fue el 12 de julio 1835, en la que se lidiaron diez toros: cuatro de ellos, de la Viuda de Montero, y los seis restantes de D. José M. Albareda. Los espadas fueron Juan Hidalgo, de San Fernando, Luis Rodríguez, de Sevilla, José Díaz “Mosquita”, de Cádiz, y Francisco Benítez “El Panadero”, del Puerto. A partir de entonces, se realizarían más corridas de este tipo, dándole al Puerto un valor único como lugar de toros.

Pero, en un ambiente en el que el régimen “canovista” dominaba España, se funda la Real Plaza, la que hoy conocemos. En una Andalucía latifundista, con el caciquismo por bandera y la sumisión como seña de identidad en la mayoría del populacho, nace un oasis de pasión, una vía de escape para una sociedad iletrada. La luz en una época de tinieblas. España, los toros. Los toros, España. Tal sin cual sería inconcebible, la representación cultural de todo un pueblo que se identifica con la danza de la muerte como analogía a la vida misma.

En el año 1880, el 5 de junio, se inaugura la Real Plaza del Puerto de Santa María, con toros de D. Anastasio Martín, de Sevilla, en un mano a mano entre Antonio Carmona “El Gordito” y Lagartijo. La muy legendaria plaza, fue construida por una compañía de ilustres patricios, presidida por D. Tomás Osborne. La decoración fue llevada a cabo por Josefa María Lena de Terry, ceramista portuense, que diseñó y realizó los salones de los palcos reales y de la presidencia, y el salón de exposiciones además de algunos murales en los ánditos.

La leyenda

Don José Cándido es uno entre tantos testimonios reales de la fatalidad del destino humano, que se ve representado cada tarde en la pureza de la corrida de toros (no para los que los que padecen indultitis). Adoptado en 1737 por una familia de Chiclana de la Frontera, José trabajó en un matadero, pero su afición a los toros le llevó a ser torero. Frecuentaba las más dificultosas suertes, creó el “salto del testuz”, y a veces se valía de un sombrero en lugar de la muleta, y de un puñal como estoque para lidiar y dar muerte a sus toros. Pero el 23 de junio de 1771, siendo joven, murió en la plaza. Esta es la realidad de la tauromaquia, exenta se sensiblería y compasión, regida por la ética del peligro de un animal y sus defensas.

Y, siendo este un año clave, es de obligatorio cumplimento nombrar a Don José Gómez Ortega “Gallito”, autor de la famosa cita “quien no ha visto toros en El Puerto, no sabe lo que es un día de toros”. Es un año clave porque se cumplen cien de la muerte del rey de los toreros, y ciento cuarenta de la inauguración de la Real Plaza. Palabras mayores.

En la temporada de 1917, Gallito torearía 103 festejos, siendo el primer torero en torear más de 100.

Actualidad

En tiempos modernos, la cosa cambia. Si bien, este es un coso que acoge a las más grandes figuras, debemos tener en cuenta que el concepto de figura ha cambiado en nuestros tiempos de forma radical, ya que actualmente osamos llamar figura casi a cualquiera. ¿Es figura quien se aferra a un solo encaste, que casualmente es el más cómodo de torear y apenas necesita domeño y lidia?

Desde el año 2015, en El Puerto han lidiado las siguientes ganaderías: Juan Pedro Domecq (seis veces), Núñez del Cuvillo (tres veces), Santi Domecq (dos veces), La Palmosilla (dos veces), Luis Algarra, Fuente Ymbro Salvador Domecq, Garcigrande, Domingo Hernández, José Luís Pereda y La Dehesilla.

¡¿Dónde está la variedad de encastes?! La leyenda morirá si esto se sigue permitiendo, porque el toro es el eje de la fiesta. Poco tiene que ver esto con corridas como la nocturna del 21 de agosto de 1982: seis bellos toros ensabanados de Osborne, para los diestros Manolo Vázquez, José Luis Galloso y Paco Ojeda (este último triunfaría con dos orejas y rabo, estando en sus inicios).

Queda claro que la plaza de El Puerto es un resumen de la tauromaquia misma: pasión, aventura, tragedia, pureza, cultura y solera. Pero que, en nuestros días, se halla enferma entre tanto ignorante de palma y clavel. Pero ese puñado de indeseables no borrará la leyenda de una fiesta, ni la de una plaza mítica.

Por Pablo Pineda