La crisis del covid 19 ha asolado la tauromaquia, pero dentro de la tauromaquia el peor parados es el ganadero. Muchos de ellos románticos, abanderados por sus sentimientos, se sujetan en su afición para no desfallecer.

La ganadería Villalpandina de Hermanos Boyano de Paz es uno de esos casos. Tanto Antonio padre, como su hijo Toño y Ángel siguen luchando cada día por dar forma a un sueño. Una alquimia que se creó hace una década y que este año podía ser una temporada importantísima.

Una camada preciosa en hechuras, muy seria de caras. Un volumen importante de novillos, casi 40, que podrían ir la mayoría a cualquier plaza del circuito taurino. Una corrida grande, rematada, con cuajo, perfecta para conquistar Francia. Todos sus sueños se quedan en el aire, conteniendo el aliento;  esperando que el coronavirus de una tregua y que la nueva normalidad permita los diferentes festejos donde esta ganadería lidia.

La ilusión nunca se pierde, aunque las fuerzas flaqueen en ocasiones. Pero son ganaderos por amor, por pasión, por vocación; no por dinero. Cuando uno tiene claras las prioridades es más fácil todo. Muchos son los aficionados, amantes del campo, que sufren al saber lo mal que lo pasan estos ganaderos románticos, jóvenes y con sueños.

Si supieran los políticos, todo lo que sacrifican los ganaderos por cuidar a sus animales… tal vez empezarían a dar soluciones cuanto antes.

La esperanza nunca se pierde, y más cuando cada estas tan cerca de encontrar el toro que buscas. Un toro bravo, con clase y recorrido, con alegría en el caballo, con tranco en la muleta, que emocione al tendido. La emoción, en el buen sentido de la palabra, es lo más importante en la lidia, porque hace que el espectador se enganche de principio a fin. Algo tan necesario, y a la vez tan difícil de encontrar. Aunque los “Aldeanuevas”, vía  Pedraza de Yeltes, de los Boyano cada día están más cerca.

Ojala el mundo recupere la rutina, ojala que la tauromaquia recupere la salud. Y que los ganaderos románticos tengan oportunidades, porque en muchas ocasiones son los guardianes de la bravura más pura.

Por Juanje Herrero 

Fotografía Alberto Hernández