Quiero comentar varias anécdotas históricas en las que intervino mi padre como representante de los subalternos en el sindicato vertical, y algunas de las luchas e hitos históricos del toreo de los que fue protagonista junto con otros hombres de plata, que, desgraciadamente  hoy en día, yacen bajo la indiferencia y olvido de los actuales toreros (matadores, picadores, banderilleros y mozos de espadas).

Sin duda el hombre pierde su futuro cuando olvida la historia por pierde vista cómo llegó a la situación actual, y esta explicación puede servir para entender lo que está pasando en la fiesta actual: Que el sector está perdiendo de vista cómo se llegó al momento álgido del espectáculo y, con ello, se olvida de lo que tienen que seguir haciendo para que los toros como espectáculo, recupere no solo su valía artística sino su dignidad como profesión de futuro.

Los profesionales actuales deben saber que en gran medida, sus actuales privilegios de seguridad social (jubilación contingencias de accidentes de trabajo etc…) son el fruto y el resultado de los logros y la lucha casi clandestina que hombres como mi padre sostuvieron.

Me cuenta mi padre, que en el antiguo sindicato vertical estuvo amenazado de muerte por empresarios y autoridades, y que con cinco hijos a su cargo, trabajando en el invierno como comercial de aparatos de HIFI y alternando su actividad como figura de los subalternos (actuó a las ordenes de figuras del toreo como Pedrés, Miguel Márquez, El Viti, Antonio Bienvenida, Cesar Girón) le pidió a un gran  amigo suyo, aficionado a los toros y abogado de Sevilla Joaquín Armero, que le hiciera el testamento porque probablemente acabaran con su vida.

Cuenta mi padre que entre los años 1971 a 72 se consiguió que los toreros pasaran del antiguo y régimen obligatorio de previsión del Montepío de la Asociación Benéfica de toreros al predecesor del régimen especial de artistas consiguiendo publicar el entonces art.10 de la LGSS  el Real Decreto 160/1972 de 8 de junio y, posteriormente al RD 2564/1977 de 6 de octubre.

Me cuenta, que  el Maestro Marcial Lalanda defensor del montepío y presidente muchos años del montepío con quien había mantenido fuertes discusiones, años después de la inclusión de los toreros en la seguridad social se dirigió en el patio de caballos de las Ventas hacia mi padre y, éste pensando que le iba a formar una bronca se sorprendió cuando le dijo: “Alfredo, te vengo a dar las gracias porque tenias razón he cobrado la pensión de la seguridad social y me he quedado sorprendido. Muchas Gracias” Sin duda, el Maestro admitió su error al comprobar la cuantía de la pensión y quiso agradecerle y compensarle por todos los reproches anteriores.

Contaba mi padre, que durante la primera corrida  a la que acudió el que después fue rey Juan Carlos I televisada, y que organizaba la diputación de Madrid se planteó una discusión sobre el reparto de los derechos de imagen de la misma. En ese momento, presidía a los matadores S.M El Viti, y al día siguiente, la diputación pretendió no abonar a los subalternos el tercio que les correspondía. Ese día, mi padre llamó a un joven periodista del Diario 16 a quien le pidió que si tenía valor publicara un artículo con el título: Alfredo Fauró afirma que la Diputación roba a los toreros”; El Viti  en un momento de aquellos días se dirigió a él para recriminarle que quisiera cobrar dichos derechos de imagen, la contestación de mi padre fue: Santiago en la plaza mandas tú, pero aquí somos iguales y no me callo, y que sepas, que el que se ha pasado a cobrar eres tú, y ahora nos toca a nosotros”. El joven periodista al que se refería mi padre era Manolo Molés.

Por último,  quiero contar dos anécdotas más:

La primera fue en el año 1971 en la que actuaba mi padre en Valencia de Venezuela en una corrida importante, mi padre actuaba bajo las órdenes de Bienvenida y el cartel lo componían si no me equivoco, El Viti, Bienvenida y Girón. Luis Miguel, que no se fiaba de que se cobrara esa corrida de la empresa le pidió a mi padre que se fuera unos días antes apoderándole para que cobrara la corrida por delante y, solo entonces, emprender el viaje los matadores. Dicho y hecho, mi padre se adelantó y con el poder otorgado y como apoderado de Luis Miguel y el Maestro Antonio consiguió cobrar por adelantado, el festejo se dio y fue un éxito de taquilla y en el espectáculo.

La última de las  anécdotas la protagonizó mi padre cuando se retiró, ese año, un periodista afamado Joaquín Vidal 5 MAR 1977 escribió:

«Ayer se firmó en el Sindicato del Espectáculo el acuerdo entre subalternos, matadores y empresarios, sobre las nuevas tablas salariales, que han sido remitidas al Ministerio de Trabajo y serán firmes cuando se publiquen en el Boletín Oficial del Estado. La negociación, durante más de dos meses, ha sido dura e importante. Por primera vez en la historia del toreo los profesionales han mostrado su unidad, y si hubo fisuras (a veces, mucho más que fisuras) es perfectamente comprensible, porque todos tenían que sentir el peso de la misma historia del toreo, que si artísticamente es valiosa, socialmente ofrece toda una cadena de injusticias. «Siempre ocurrió así», es una lamentable argumentación que se ha venido escuchando cuando los toreros querían romper las estructuras que les ataban -les atan aún- a una situación de desamparo, con la única excepción de que, por genialidad o por golpe de fortuna, consigan saltar al reducido grupo de los elegidos. La enjundiosa historia del toreo se volvía, por una capciosa interpretación de la misma, contra los toreros mismos.»

Han tenido que ceder a varias de sus reivindicaciones, algunas de ellas muy discutibles, otras perfectamente lógicas, pero han dado un paso adelante y no sólo por las mejoras salariales que al final han obtenido, sino porque vivieron una experiencia nueva que ha de servirles para el futuro. Sólo falta que sean ahora consecuentes con su lucha, que defiendan sus conquistas, y a ley, porque el fantasma del túnel (que en argot taurino es cobrar, bajo mano, menos de lo estipulado) ya ha hecho su aparición en el mundillo; y que se entreguen a un perfeccionamiento constante de su oficio, mucho más rico, jugoso y emocionante que como hoy lo practican, porque el mal mayor que tiene la fiesta es la progresiva pérdida de calidad. Con lo cual pierde público y, sobre todo, pierde afición.

Es justo subrayar aquí que el alma verdadera del movimiento social de los toreros ha sido Alfredo Fauró, un banderillero de categoría y, además, un líder, que lo llegaría a ser en toda su dimensión si no se sintiera ahora defraudado y quizá sumido en la amargura de lo que él cree es un fracaso. Lo que ha conseguido no puede cifrarse en el resultado final de las negociaciones, que seguramente tenía que ser así en estos momentos, pues la barrera de intereses a romper era descomunal; ha de cifrarse, en cambio, en la batalla misma, en la estrategia desplegada, que minó un estamento históricamente intocable hasta hacerle reconsiderar sus posiciones, y cuyos miembros, si actúan con lógica, habrán de proceder en el futuro con mejor trato hacia quienes contraten.

Otros toreros, han desarrollado también una labor eficaz: Martín Arranz, el eterno luchador en favor de los novilleros, o Paco Corpas, que tuvo que asumir la presidencia de los de su grupo por ausencia de Jaime Ostos, el presidente teórico, negociador con empresarios mexicanos, en cuyas plazas reapareció; y varios más de la junta directiva de matadores y de la comisión negociadora. Mientras algunos, enmascarados de comisionados, iban a su medro personal o a destruir esa fiesta que años atrás se mostró cruel con ellos: Graves problemas humanos, escondidas frustraciones, se debatieron también durante el conflicto.

Y otro periodista, Navalón escribió en el País:

Hoy se va del toreo un hombre importante, gran torero de plata y defensor de sus compañeros. Se va en lo mejor, en lo más alto de su carrera siendo el que más cobraba de todos, con diferencias importantes, y lo hace una vez que ha conseguido dignificar la profesión de banderillero (también defensor de los picadores) y que todos sus compañeros acaben por ley cobrando lo que el cobraba.

Hay más anécdotas, algunas preciosas, y otras muy toreras. Yo he destacado estas, porque quiero que los actuales profesionales recuerden la historia del toreo en la vertiente reivindicativa y solidaria que mantuvo mi padre y que hoy en día está completamente olvidada. Mi padre falleció el pasado 10 de enero de 2023 a los 93 años, se murió con el cariño de todos sus hijos, nietos y mujeres, mi madre, de la que se divorció y su actual mujer, porque además de ser un gran luchador y buen torero, fue una gran persona DEP.

Mi gratitud para Toros de Lidia y, de forma muy concreta a Pla Ventura, su director, que me ha permitido expresarme para contar la verdad de lo que mi padre representó en el toreo en todas las facetas en las que intervino.

Alfredo Fauró Alonso