De una forma muy personal Antonio Ferrera le realizó el merecido homenaje a su amigo y ganadero D. Fernando Domecq. Una faena improvisada con el corazón,  llena de matices, de sabor añejo y carente de estructura. Los sentimientos brotan y la faena se hace, sin pensar, sin exceder en la colocación o la técnica, sin pensar más allá, que el momento del embroque.

Una faena en la que el arte era más fuerte que la razón, donde se olvidaron los cánones –en exceso en algunas ocasiones-   pero a quien le importa, cuando un artista se desmaya. La evolución de Antonio Ferrera ha sido muy grande en unos años. De ser un lidiador con mucha verdad, a evolucionar en un torero de inspiración. Tal vez el parón le cambió y Sevilla le encumbro sin puerta del príncipe pero con mucha repercusión. Hoy Madrid le vuelve a ver salir por la puerta grande cerca de 17 años después. Hoy vuelve a nacer un torero, un torero de duende, porque ya no es el torero lidiador de antaño.

Con sabor tomó el capote, con estilo y originalidad lo llevó  al caballo y lo dejó en suerte, con arte lo sacó y lo volvió a poner. Le faltaron las banderillas de antiguamente. Pero el nuevo Ferrera ya no las pone. Se arrodillo y brindo al cielo, Fernando va por ti amigo, después construyó una faena donde el argumento de los cánones pierde sentido y las emociones brotan en un tendido, -en ocasiones facilón y festivo- contagiado por lo novedoso, diferente, estilosa y capaz faena. Una faena que en ocasiones tuvo exceso de enganchones, exceso de falta de colocación y exceso de pico. Porque hay que decir todo, en ocasiones muchos olvidan el igual toro y torero que proporcionan los principios de la tauromaquia. La faena cogió vuelo, y la gente realmente voló, al natural toreo prácticamente toda la faena –desde la primera serie- y en ocasiones lo bordó. Una mezcla de sentimiento, pasión, sensibilidad y temple cubrían con un manto invisible al torero, a la muleta, y al toro. Un toro que fue algo más que el típico consorte. Entre lo antiguo, lo moderno y la inspiración fueron pasando las tandas por la izquierda y la derecha, nunca se le bajo la mano al toro. Realizo la suerte de recibir, pero a 5 metro, aprovechando la inercia del toro, que fue noblemente al engaño para llevarse una estocada algo caída. Una oreja merecida y dos vueltas al ruedo pedidas, con gallo y pavo de regalo incluido.

En su segundo toro le enseño al toro a embestir, lo empezó por abajo, recordando su faceta más lidiadora y pura, cuando el noble toro de Zalduendo entro en la muleta, se volvió a desmayar y torear al natural, el manso se fue a tablas, donde la faena cogió algo más de vuelo, una estocada a recibir en todo lo alto, aunque algo caída, firmo una segunda faena menos desgarradora que la primera. El presidente le dio dos orejas para compensar la primera faena, falta de criterio y de recibo. El público y no digo aficionados porque al ser sábado habían muchos menos de los habituales en Las Ventas, propiciando en ocasiones un ambiente mucho más festivo que exigente. Algún día tanta emoción y tan poca exigencia hará de la fiesta una pantomima –aunque este no es el caso-.

Curro Díaz le tocó los toros con menos transmisión, aun así en su primero se vio su actitud. Con una colocación prácticamente perfecta, tiro de cánones para meterse al toro en el bolsillo, un toro muy soso que dijo muy poco. Estocada caída, Ovación. El segundo muy por el estilo del primero en suerte del maestro de Linares, pero mucho más manso, que acabó rajado en tablas.  Predisposición y ganas de un torero que intento sacar agua de un pozo seco. Estocada caída. Ovación.

Luis David Adame volvió a pasar sin pena ni gloria por Las Ventas, incluso su exceso de ímpetu casi le cuesta una cornada grave, aunque todo quedó en una fuerte voltereta en el sexto toro de la tarde. Al que su raza torera le hizo volver a torear, aunque sin acople, sin mano baja, y muy encima. Se atascó con la espada en el sexto. En el tercero no llegó a encontrar su toreo, solo dejo pasar al toro pero nunca se puso a torearlo, un toro sosito de Bailleres, su actual apoderado. Lo mejor de la tarde de Luis David Adame fue la gran estocada a su tercer toro. En todo lo alto.

Una corrida de Zalduendo que ha sido toreable pero sin exceso de nada, ni de fuerzas, ni de casta, ni de transmisión ni de bravura. En líneas generales mansos, con nobleza y recorrido. Toros que les faltó un poco más ese picante de domecq, tan apreciado en estos tiempos más recientes por el aficionado y no tanto por las figuras.

 

Por Roberto Garcia