Se ha lidiado esta tarde en Jaén la corrida de Victorino Martín que, como denominador común ha sido la emoción de sus toros que, rociados de trapío, han hecho las delicias de los aficionados que, presentes y ausentes, todos hemos vibrado con la emoción de los Albaserrada de Victorino; corridas de las que dejan huella porque, en realidad, sin haber toro de indulto, los Victorinos han brillado a gran altura. De este modo marca la diferencia el ganadero de Galapagar con el resto de sus compañeros, especialmente con lo que se refiere a la rama Domecq, es decir, el toro adormilado que no emociona ni a Dios. Triunfo grande de Victorino que, en su debut en Jaén ha encandilado a los aficionados. Esa variedad con la que nos obsequia con sus toros, esa casta, raza, pujanza y pitones, todo ello da como resultado un ejemplo de verdad que, en los tiempos que corremos tanto se agradece.

Retornaba a los ruedos Rafaelillo tras su dramática cogida en Pamplona, que ha gozado del respeto del público, incluso de la admiración por la forma con la que se le ha tratado, en definitiva, un acto de justicia. En su primero ha tenido un enemigo engañoso que parecía pero no era; le proporcionaba embestidas pastueñas y, de repente, se le revolvía en un palmo de terrero para cogerle que, como se comprobó, era el deseo del toro. Rafaelillo ha estado muy digno, incluso ha dado algún que otro muletazo muy estimable. Ha matado de forma defectuosa y se le ha ovacionado. En su segundo, un toro con nobleza y bondad carecía de las fuerzas necesarias para que la faena hubiera tenido un mayor contenido. De nuevo, la dignidad de Rafael Rubio ha sido una constante. Ha matado de un estoconazo fulminante que le ha valido una oreja que no merecía.

Rubén Pinar, al igual que sus compañeros ha estado entregado y apasionado en su segundo enemigo. Lo digo porque en su primer burel, ha salido el toro alimaña como diría Ruíz Miguel; un toro que nos engañó porque en los primeros tercios prometía mucho y, a la hora de la verdad, no ha tenido ni un pase. En su segundo, el toro de la tarde, Pinar ha estado muy torero por ambos pitones. Faena pulcra, emotiva, muy de verdad, algo que le han agradecido los aficionados y ahora lo hacemos nosotros. No era para menos porque, de haber matado, las dos orejas hubieran sido un premio justísimo. No ha tenido fortuna con la espada pero su faena nadie la discutirá.

Alberto Lamelas, el hombre que el pasado año toreó un solo festejo y, para su desdicha, torea mucho menos de lo que merece, esta tarde en Jaén ha demostrado su auténtica valía. En su primero, ha vibrado con el capote cosa muy inusual con este tipo de toros que saben latín; pero se dejó el animal y Lamelas, con un esfuerzo titánico ha estado sensacional. Con la muleta en la mano ha firmado nueve muletazos de auténtico escándalo por el pitón derecho; lo ha intentado por el izquierdo pero no ha tenido la misma repercusión. De nuevo con la diestra, sin el brillo anterior, Alberto ha demostrado su torerìa a carta cabal, sus ganas, sus deseos de ser y estar, cosa que se le ha agradecido muchísimo. Pinchazo y estocada y oreja de ley que ha paseado con enorme alegría. En su segundo, un toro de Madrid, como toda la corrida, Lamelas se ha entregado de verdad, muy a lo macho como dirían en México. El diestro ha estado emotivo, auténtico, sincero a carta cabal porque, entre otros argumentos, la gente palpaba que el diestro se jugaba la vida; todos se la han jugado, pero creo que Lamelas, en este sentido, se ha llevado la palma. Por su valía, su verdad, su valor y por sus emocionantes maneras merece mucho mejor trato.

Pla Ventura