5 toros para soñar el toreo… y los únicos que soñamos fuimos los aficionados..

Los toreros tienen miedo a la bravura. Cuantas veces un ganadero ha dicho… Dios me libre de un toro bravo, por miedo que los toreros le cogieran ojeriza, o soltaran la frase lapidaria “de esta ni una más”.

La bravura, hoy en día es un lastre para las figuras de postín. La ley del mínimo esfuerzo impera en un sistema  pesebrista que avanza inexorablemente ante el amaneramiento más aburrido. La emoción está de luto. La clase prima por encima de la casta. La codicia es un mero espectador. La técnica y la estética están lastrando el arrojo, valor, improvisación y sentimiento. El toro hecho a medida rivaliza con los cánones más elementales de la tauromaquia.

Ayer vimos en Osuna 5 toros de Don Julio de la Puerta con casta, con poder, con bravura y codicia. Toros que requerían toreros comprometidos con el espectáculo y la tauromaquia. Una corrida que podría haber sido un espectáculo. Ninguno de los dos toreros quiso hacer las cosas bien, ni lucir a sus adversarios.

Ponce tuvo dos adversarios diferentes. Su primero derrochaba bravura y clase. Lo probó y lo toreo sin abusar del pico. Algo raro, pero cierto. El toro tenía cualidades, y Ponce lo vio desde el primer muletazo. Una lástima no haber visto al toro en el centro del ruedo, probablemente hubiera sido un espectáculo.  Lo toreo en la segunda raya. No llegó a emocionar, faena de altibajos, y primera de la temporada. Con el segundo, quinto de la tarde estuvo muy seguro. Un toro más áspero y brusco, lo fue metiendo en la muleta y templando su embestida. Podía haber estado mejor, con más mando, pero… tampoco le vamos a pedir peras al olmo.

Al final, de una manera u otra, Ponce cumplió el expediente. Sin lucir a los toros, pero se lució él. Pero lo que hizo Javier Conde es la peor desgracia que le puede pasar a un ganadero. Le tocó el mejor lote de la corrida. 3 toros bravos, con sus dificultades, pero nobles hasta decir basta. Toros exigentes, pero que a cambio eran francos. No los quiso ni ver. Ni enseñar. Ni probar. Ni ponerse. Se limitó a gritar “Me quiere coger”, y a correr por el ruedo deshonrando el vestido de torear.

Destruyó todas las ilusiones de un ganadero humilde y trabajador. Un ganadero lleno de afición que está luchando por hacerse un hueco en el circuito taurino. Sin un atisbo de remordimiento Javier Conde sesgo la vida de mala manera a unos toros que no fue capaz de robarle de un muletazo. Solo apostó con el sexto en el capote. El toro obedeció a los vuelos, le agradeció con una embestida enclasada, y el público le premio con una ovación. Pero el torerito de “arte” se le acabó el valor cuando llegó a la muleta. Y mira que el toro era de triunfo.

La vida de ganadero es dura, difícil, y desagradecida. Todos los esfuerzos puestos en unos toros que has criado durante 4 años. Sacrificando momentos con tu familia para atender a tu ganadería, a tus animales. La tradición, la afición, y el amor por una ganadería se imponen por delante de una lógica que invita abandonar. Para que luego llegue un chufla y le quite a tus toros lo que le corresponde por derecho.

Dios salve a los ganaderos románticos.

Por Juanje Herrero