Noviembre entra en su agonía y la Navidad ya se acerca en los horizontes, justo en vísperas de San Andrés y su gran cita con la feria de Ciudad Rodrigo, cuando Ángel Luis Zaera ha hecho las maletas del viaje a la eternidad. Se ha ido esta mañana de Santa Cecilia, cuando el invierno ya muestra la cara de su crudeza, dejándonos huérfanos de un personaje que deja un vacío enorme en su pueblo, en La Fuente de San Esteban, donde por sí mismo era un baluarte más. ¿Quién de toda la comarca no era su amigo? Y es que su casa siempre estaba siempre abierta a todos, al igual que el corazón de Ángel Luis, quien ayudó a quien le preguntó, fue  confidente de quien se lo pidió y un amigo por su inmensa humanidad, además de un excepcional comerciante.

Ángel Luis nació casi detrás de un mostrador al proceder de dos ilustres familias de comerciantes radicadas en La Fuente. Los Zaera, por un lado; por otro, su abuelo materno, el señor Francisco García, quien un día abandonó su Muñoz natal para instalar una tienda de confección, alimentación y ferretería en la Plaza Mayor que fue de lo mejorcito de la provincia, al último grito. Contaban las crónicas de sociedad de entonces en su inauguración, en 1922, de la que está a punto de celebrarse el siglo, hubo tanta fiesta como el día del Corpus, con fuegos artificiales, bailes y parrido de pelota. Además, durante las siguientes semanas llegaba tanta gente de todos los pueblos de alrededor que La Fuente semejaba una romería, llegándose incluso a fletar un tren desde Lumbrales, para que los de Olmedo de Camaces, Bogajo, Villavieja, Villares y Boada pudieran conocer el comercio tan moderno y surtido que acababa de poner en marcha Francisco García, el señor Quico, como era conocido. Aquel hombre, el señor Quico, tuvo una debilidad especial por su nieto Ángel Luis, a quien enseñó desde muy niño a ser comerciante, al igual que lo hizo su tío Modesto –hijo del señor Quico y otro personaje-, que además era director de la oficina de Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Salamanca, junto a otros cargos.

Ángel Luis se crió en ese ambiente, siempre aferrado a sus aficiones taurinas (sus amigos Jumillano, Pallarés, Juan José y Robles fueron su debilidad, siendo la última de ellas, Alejandro Marcos) y también futbolera (fiel de la Unión y del Atlético de Madrid). Siempre con sus amigos de ‘La Caseta Andaluza’, que eran los más jaraneros del contorno y amante de la buena vida; pero siempre sin olvidar su amabilidad, saludando a todo el mundo, conociendo al detalle cada pueblo y cada familia.

Por eso hoy cuando nos hemos levantado esta mañana de Santa Cecilia en la que el invierno ya muestra la cara de su crudeza y hemos conocido la triste noticia, hemos sentido cómo La Fuente ha perdido un símbolo, a un auténtico personaje, a una gran persona, que siempre enarboló la bandera de la amabilidad.

Paco Cañamero