Volvía a vestirse de luces Alberto Durán y a nadie dejó indiferente. Con el dolor vivo de haber enterrado a su padre en las vísperas, el zamorano ofreció la inmensa dimensión de su sabor, el aroma que hurga en el sentimiento y una torería impregnada de clasicismo, que siempre ha sido el aval de los grandes toreros.

Su inicio de faena al primero de su lote en su participación en la llamada Copa Chenel, con esos ayudados por bajo de tanto sabor pedían pintores para plasmar ese homenaje a la torería en los lienzos. No es nuevo ver a este torero abriendo el cofre de su exquisitez, a quien lo conoce no sorprende ver a Alberto Durán con tanta clase y, además, una madurez impropia de quien lleva tan pocas corridas de toros.

Alberto Durán es un valor al alza. Un torero de aficionados y catadores del clasicismo con el que se debe contar, a quien hay que dar una continuidad y además el símbolo taurino de su Zamora. Por eso este año debe estar en la Feria de San Pedro y desde los ámbitos taurinos locales –afición, peñas, prensa…- exigir su nombre en los carteles. Porque además, Alberto lleva tanta gente como cualquiera de los toreros habituales en ese ciclo.

Su identidad, vertebrada en la esencia y la torería, es su aval para volar más alto. Porque este torero a nadie deja indiferente.

Paco Cañamero

Foto: Javier Blanco