José Antonio Carretero dirá adiós a los toros a final de temporada. Colgará el traje de plata y azabache con la discreción que siempre hizo gala, sin albahacas y con naturalidad… El gran peón nacido en Madridejos y afincado en Getafe se irá dejando escrito su nombre en el olimpo de los grandes. De las leyendas, de quien ha sido tan completo y tan torero con la capa y los palos. Con su inmensa torería donde un solo capotazo y la perfecta colocación valían por toda la lidia.
Eran de esos peones grandiosos que, llegado el caso, no necesitaba dar un capotazo, porque su colocación era virtuosa. Sirva en Carretero aquel ejemplo de cuando Paco Camino fichó a Michelín y alguien le preguntó que cómo fichaba a ese hombre, que aunque hubiera sido un gran torero ya estaba mayor; a lo que el genio de Camas contestó; “mira Michelín se vino conmigo porque de 80 corridas que toreó en sesenta nadie se entera que está en la plaza”.
A Carretero lo hemos visto a las órdenes de muchos toreros, sin perder jamás su inmensa categoría, siempre en figura de los hombres de plata, donde supo beber tan bien de las aguas de su paisano Rafael Corbelle, una leyenda que era casi de oro y maestro de tantas generaciones de banderilleros.
Y antes lo vimos una larga etapa de matador y otra previa de novillero cimero cuando por sus condiciones auspiciaban que este discípulo del maestro toledano Gregorio Sánchez iba a ser una figura del toreo. Porque con la muleta y espada apuntó muy alto, tanto que incluso, en una tarde otoñal, alcanzó el alto premio de salir en hombros por la puerta grande de Las Ventas, plaza en la que fue muy habitual. Sin embargo, la falta de un triunfo definitivo restó contratos y un buen día decide cambiar de escalafón para colocarse tras los matadores después de firmar con El Juli y convertirse, enseguida, en la referencia de los hombres de plata. Tras El Juli vinieron otros nombres de postín para escribir la historia de una grande. De un torero con letras de oro que pronto va a decir adiós con la discreción que siempre hizo gala, sin albahacas y con naturalidad.
Paco Cañamero