Entre la genialidad y lo sorprendente queda un largo camino que lo separa de la cantidad, o sea del número. Entonces surge el arte, que son los dictados del alma. Los que no tienen orden establecido y abren sus puertas a la inspiración. Lo decía Curro Romero, el arte nunca sabe de números. Y esa fe de la leyenda del Faraón de Camas ha encontrado en Diego Urdiales su verdadera respuesta. En el genial torero de Arnedo, que ilumina con los rayos de su pureza.

Diego Urdiales refleja la pureza, representando la verdadera senda por la que el aficionado se emociona en la plaza. Porque torear es lo que hace este menudo riojano, herrado con el sello de torero de aficionados. De quien lo sigue para huir de la cantidad como ha impuesto un sistema un tanto huérfano de toreros puros y que transmite que  bebe de las aguas más limpias de la torería.

Urdiales, icono de la histórica afición de su tierra riojana, es un gran pilar en esta época de magníficos toreros que han volado tras la pandemia. Una gran reserva del toreo  que emociona por sus andares, por la manera de citar, de llevar al toro, de templar tras el embroque y siempre con el aura de su empaque. Por su concepción tan pura y ese elegancia natural que le dan el sello de torero de toreros y también de torero de aficionados, estandarte que luce como bandera de orgullo artístico.

Porque en esta época de tan buenos toreros que están emergiendo un lujo disfrutar con quien es  una ilusión de los aficionados. Con este Diego Urdiales, intérprete del toreo de verdad y que nunca muere. Porque la diferencia con el resto es que entre la genialidad y lo sorprendente queda el largo camino que los separa de la cantidad.

Paco Cañamero