Inmersos en el ecuador de una temporada marcada por recuperar la normalidad perdida, casi a la velocidad de la luz y sin darnos cuenta alcanzamos el ferragosto que llena de ferias y festejos la geografía nacional de una Fiesta que huela a pan nuevo. A pan nuevo por esa magnífica baraja de ilusionantes toreros, todo bajo el patrón del clasicismo que ya ven su nombre escritos en los carteles -Emilio de Justo, Juan Ortega, Pablo Aguado, Paco Ureña…-, quienes alternan con los veteranos y donde también llama a la puerta otro magnífico grupo que busca un sitio en los carteles, ejemplo de Alejandro Marcos.

Lo que sí es claro es que 2022 va a ser el año que abrace a la normalidad. Aunque la vida será distinta a como la conocimos hasta marzo del pasado año, si es cierto que en 2022 se va a trabajar desde el principio y también los taurinos, tan acomodados y conformistas, deben ponerse las pilas. Porque esa razón, ese año va a marcar el devenir y futuro de la Tauromaquia, tan tambaleante y que necesita un cambio total en sus estructuras.

2022 hay que saber buscar oportunidades e ilusionar cada ciudad y cada plaza con su mensaje. Es también el año que Salamanca debe tirar la casa por la ventana para celebrar el 50 aniversario de la alternativa de dos de sus colosos. De Pedro Gutiérrez Moya ‘El Niño de la Capea’, una primera figura y de Julio Robles, torero de culto y siempre añorada la estela artística que regaló en los ruedos.

El cincuentenario de una alternativa es un hecho muy celebrado, donde el protagonista recibe el homenaje de compañeros y afición. Por esa razón, en este caso con el de los dos colosos, Salamanca debe estar a la altura de la ocasión. Aquí no se trata de un coloquio recordatorio y cena posterior, es algo muy especial y distinto hacia dos grandiosos toreros que revolucionaron la Salamanca taurina (gracias a ellos paso de tener cuatro corridas a diez), que dividieron apasionadamente a la afición entre capeístas y roblistas (en una especie de herencia entre joselitistas y belmontistas) en una rivalidad que llegó a más rincones del país. Fue tal que, si era menester y se daba el caso, los partidarios de uno y otro llegaban a las manos para defender los intereses del diestro por el que se había decantado.

De ambas alternativas se cumplirá medio siglo el próximo año (Capea la tomó el Bilbao el 19 de junio de 1972 y Robles veinte días más tarde en Barcelona, el 9 de julio) y Salamanca debe estar a la altura de ese acontecimiento con la programación de un variado evento de actividades que recuerden su paso por los ruedos en la llamada Edad de Oro del toreo charro (denominada así el tiempo que coinciden El Viti, Capea y Robles en los ruedos).

Salamanca en particular y todo el toreo en general deben ser agradecidos con la grandeza del Niño de la Capea y de Julio Robles. Por esa razón el año 2022, taurinamente, debe llevar su nombre con la inmensa categoría que requiere.

Paco Cañamero

En la imagen, El Capea y Robles junto a El Viti