Volvimos a Zamora, la bella capital del Duero, que desde hace ya muchos años a finales de junio, por San Pedro, es el centro de todos los caminos. Zamora nunca nos dejó indiferentes, de hecho allí, en la vieja ciudad castellana, están muchos de los mejores recuerdos que uno lleva recorridos en las carreteras de la vida y en su plaza de la calle Amargura hemos disfrutado de muchísimos festejos. Muchos, desde que a mediados de la pasada década de los 80, por San Pedro quedaba señalado el viaje a Zamora. Chateo matinal con tinto de Toro, que son los mejores caldos, antes de comer y después, tras el inevitable café, copa y puro, a los toros. ¡A los toros, oiga!

En esta ocasión, la corrida grande, la del tirón popular y que suele arrastrar a aficionados de las vecinas provincias, se desplazó más allá del día festivo por excelencia, del de San Pedro, el patrón, que llena la céntrica artería de Las Tres Cruces de ajos en esa feria tradicional y única; o la plaza de Viriato, ya en la parte monumental con la muestra el mejor barro cocido en sus afamados alfares de Pereruela y la mejor para enfriar el agua en estos meses de calor que nos esperan.

Volvimos a los toros en este sábado caluroso ya inaugurado el mes de junio al gancho de un atractivo cartel alrededor de una concurso, porque siempre es un aliciente ver a Morante, Luque y Alejandro Marcos con toros de diferentes ganaderías en una concurso, que siempre tiene su gancho y, sobre el papel, contaba con suficientes alicientes. Sin embargo hubo algo que acabó convertido en esquirla y es que mucha gente se echó para atrás por el alto precio de las entradas (daos cuenta que las más baratas podían ser un tendido de sol a 50 euros o grada de sombra a 42), algo que propició que el aforo apenas se cubriera en un tercio o poco más, al estar completamente vacío el sol y contar con muchas calvas la parte de sombra. Lo que se plasma en algunas crónica de más de media plaza e incluso algún osado hasta se atrevió con los tres cuartos no es más una tomadura de pelo. Y aquí hay algo que debe ser donde se debe poner las pilas todos cuantos integran el mundo del toro y es bajar el precio de las localidades, porque en la mayoría de la plaza –entre ellas Zamora- esas cantidades resultan inasumibles para la mayoría de los bolsillos y más para los jóvenes, que es donde debe cimentarse el futuro. Un ejemplo de un precio normal de las entradas lo vivimos a principios de temporada en Valdemorillo, donde por cierto es la misma empresa que en Zamora. Y es importantísimo desde ya regular los precios, adaptarse todos los integrantes de la Fiesta al aforo que genera la plaza y los primeros las figuras; de otra forma la gente desertará totalmente de la Fiesta.

En el festejo, celebrado días después del patrón, ya cuando los ajeros habían clausurado su feria y ya no había sabor festivo alguno en la ciudad, al final los tres espadas salieron en hombros, algo ya tan habitual que pronto en los carteles que anuncien festejos se escribirá al final: ‘Al final del festejo saldrá en hombros la terna actuante’. Y ojo, no quiero quitar méritos al arte de Morante, ni a la calidad de Alejandro Marcos (del que tanto espero) o la capacidad de Daniel Luque, pero el palco se mostró muy generoso. Ni tampoco a los toros, sabiendo que es una plaza de segunda y donde aparte del que se llevó el premio hubo alguno otro que también fue merecedor, porque cumplieron en el primer tercio y se vieron buenos tercios de varas, por cierto magnífica la suerte llevada a cabo por Alberto Sandoval. Aunque también es cierto que Zamora en una época lidió un toro serio que no se veía por las plazas vecinas de Valladolid, León o Salamanca. Era en tiempos del comisario Boya en el palco, un personaje que tanto dignificó la Fiesta.

Lo que de verdad en este ciclo de San Pedro ha sido cicatero es el recuerdo a la leyenda de Andrés Vázquez, fallecido hace quince días y que fue el gran embajador de la Zamora taurina, la figura de esa tierra y símbolo torero de Castilla. La feria de San Pedro debió haber girado a su alrededor y en la plaza, como bien decía Luis Felipe Delgado de Castro, estar colgada una lona con su foto y una frase ‘siempre en el recuerdo’. Porque Zamora debe mucho a Andrés Vázquez y su legado permanecerá vivo para siempre. Un minuto de silencio el día de San Pedro, y además compartido, con una corrida de rejones es algo insuficiente y en las antípodas de lo que ha sido el maestro de Villalpando. El recuerdo de Andrés debió estar a la altura de su categoría histórica en los dos festejos. Y aquí la empresa no estuvo a la altura, pero también los grupos de aficionados de Zamora deberían haber exigido en fechas anteriores por el reconocimiento a Andrés, donde por cierto si fue honrado en el busto situado en el exterior de la plaza con varios ramos de flores llevados por la Asociación de Amigos de Andrés Vázquez y por la periodista Ana Pedrero.

Luego se quejan los taurinos del fútbol y el interés que despierta. Que algo tan distinto les gane en todo, pero los futboleros son más avispados en marketing y modernidad, que es lo que entusiasma a las masas. No hay más que ver cuando fallece un jugador significativo los recuerdos que se le hacen y ahí está el ejemplo, recordado por todos, de Luis Aragonés o Johan Cruyff. O de futbolistas en activo, ejemplo de Reyes. Por eso, en este San Pedro, Andrés Vázquez debió estar presente y más aún en la corrida del sábado, que era a pié, arte donde él siempre voló tan alto en esa época de grandiosos toreros como fue los 60 y los 70. Un minuto de silencio en su tierra ¡en una de rejones! a un gran maestro –y encima el minuto compartido- es ser cicateros con una gran leyenda que siempre llevó a su Zamora en el corazón. Y que esos días de San Pedro quedaba apuntado en las agendas de Puerta, Camino, El Viti, El Cordobés… para torear en Zamora con la figura de esa tierra. Por eso Andrés Vázquez merecía más respeto, pero ni más o menos que él supo ganarse, porque a él, que fue un torerazo, nadie le regaló nada.

Paco Cañamero