El mundo está cambiado. Los dioses quieren ser ángeles y los ángeles dioses. Ya decía Ortega y Gasset que quien quiera conocer el estado de la sociedad española no tiene más que asomarse a una plaza de toros. Y en estos tiempos tan confusos, dentro de la grandeza de ese espectáculo está el mejor espejo para conocer a España. Hoy el toreo es un pozo sin fondo si se quiere escarbar en tanta confusión como se ha adueñado de sus estancias.

Nada es igual y hasta algunos apoderados, ejemplo de Dávila Miura, juegan a toreros, en vez de defender el papel que desempeñan y les corresponden. Entiendo que se puede celebrar una efeméride, pero en ese momento deben primar los intereses que se representan. Dávila Miura fue un dignísimo y valiente torero, en una seria y respetada carrera, la misma que alcanza sus veinticinco años de matador y se anuncia para matar una corrida en la feria de Santander el próximo miércoles, 27 de julio.

Sobre el papel un despropósito al puentear su labor actual de apoderado y dejando en casa al torero de Tobarra, a Rubén Pinar, matador de magníficas condiciones por cuya carrera vela. Ahora la labor de Dávila Miura es buscar contratos, no ocupar él un puesto que debería ser para quien está en activo. Y aquí, en su caso, ya llueve sobre mojado. No es nuevo, No olvidemos que hace unos años en la feria de Sevilla también decidió ‘reaparecer’ por un día apuntándose a matar una corrida de su casa, la legendaria de Miura. Gran gesto sí, pero entonces también era apoderado y a su torero, habitual con ese hierro, al que no le quedó más remedio que ver los toros de paisano.

Por esas razones rechazo este detalle de Dávila Miura en la Feria de Santander, que comienza hoy. Porque debe velar por su actual labor. Y si está retirado es con todas las consecuencias, no quitándole un puesto a quien debe defender.

Paco Cañamero