El trece de mayo de 1961, es decir, mañana hará 60 años y no fue un día más. No, fue realmente una fecha que ha quedado escrita en los legajos de oro de la Tauromaquia, porque ese día Santiago Martín ‘El Viti’ toma la alternativa. El maestro de Vitigudino, que ese día aúpa su nombre al Olimpo del toreo tras rubricar una de las cimas de su carrera. Llegaba ya Santiago de novillero estrella tras rendir Madrid a su arte la anterior campaña y acaparar máximo interés en las mejores novilladas celebradas en 1960.

El Viti, que esa noche durmió en Madrid, en la habitual habitación del hotel Victoria, la ‘110’, por la mañana madruga más que de costumbre y se asoma a la ventana para contemplar el bello espectáculo primaveral que ofrece la plaza de Santa Ana. Santiago se encuentra fresco y tranquilo ante la responsabilidad que asume esa tarde y después lee en la prensa del día los pormenores de la Feria de San Isidro, ciclo en el que han confirmado su alternativa, respectivamente Antonio de Jesús y Paco Camino los días diez y once, mientras que el catorce lo hará Paco Herrera -todos ellos vinculados a su carrera en determinados momentos-. Como es obvio también hay un lugar destacado para él, que esa tarde se convierte en matador de toros. El santoral indica que es San Pedro Regalado patrón de los toreros y aunque el calendario marque que el número sea el trece, del que huyen despavoridos numerosos artistas, a Santiago no le afecta para nada esa coyuntura, ni le preocupa lo más mínimo. Él quiere ser torero por encima de todo y nunca se preocupa de las supersticiones.

Por la mañana recibe la visita de numerosos amigos, de familiares y de gente de su pueblo que se ha desplazado a Madrid para estar presentes en el acontecimiento. Entre ellos se encuentra Arcadio Gómez, una de las primeras personas que vela por su carrera y a quien ya para siempre estuvo unido por una sincera amistad derivada del agradecimiento. Después de desayunar y atender a algún medio de comunicación, le propone a Arcadio que lo acompañe a la ermita de la Virgen de Fátima, situada en la carretera de Aragón, cerca de donde se encontraba la antigua plaza de toros de Madrid, para escuchar misa, a la que llegan en Metro y asisten a la ceremonia el mismo día que se cumplen 44 años de las apariciones de Fátima.

A la salida del acto religioso es reconocido por varios aficionados, a quienes atiende, antes de encaminar sus pasos al hotel Victoria, en el que lo esperaba mucha gente afín. Entre ellos los más cercanos, su padre, sus hermanos, su entrañable don Manuel Francisco Garzón y su hijo Juan Andrés, junto a otros paisanos y amigos llegados desde diferentes puntos, además de la nueva corriente de admiradores que se iban rindiendo ante su elegancia humana y brillantísima capacidad torera, como el traumatólogo Tomás Epeldegui, el también doctor José Luis González Peña, el pintor Santos Saavedra, el abogado y político Leopoldo Matos, el salmantino José Barrado… junto a muchos otros.

Es tarde máxima responsabilidad. Se ha apostado todo a una carta para tomar la alternativa en San Isidro, la feria más importante del calendario taurino, en la que un éxito sería vital para que se cumplan las perspectivas depositadas en la carrera, pero también un fracaso frenaría en parte los proyectos. Nadie piensa en el fracaso y todos están seguros que será una tarde grande de Santiago Martín ‘El Viti’. El torero está seguro de sus condiciones y de lo que podía dar de sí desde el mismo momento que se decide a tomar la alternativa en San Isidro.

Las agujas de reloj, insobornables, siguen su paso y a primeras horas de la tarde, tras un frugal almuerzo, Santiago se viste en la soledad de su habitación con la ceremonia de siempre y la compañía de la soledad, en busca de la paz y sin algarabías, mientras Barajitas, quien en esos días era su mozo de espadas, iba colocándole las distintas prendas del vestido de torear. Al finalizar el ceremonioso acto de vestirse reza ante el altar que siempre lo acompaña y que estaba integrado por varias estampas, entre ellas la Virgen del Socorro de Vitigudino.

A continuación, junto al mozo de espadas, baja hasta el coche que estaba aparcado en la puerta del hotel para trasladarse a la plaza de Las Ventas, donde en los corrales de Las Ventas espera una entipada corrida de Alipio Pérez-Tabernero Sanchón, charro lígrimo de personalísimas patillas, decimonónicas, para una terna encabezada por Gregorio Sánchez, sobrio torero toledano, y el valentísimo Diego Puerta, quien comparece como un vendaval tras el éxito de su anterior San Isidro y de arrollar en la mayoría de las ferias de España. La corrida, con carácter de máximo acontecimiento, era retransmitida en directo por TVE, la única cadena que entonces existía y cuyos comentarios iban a ser recogidos por Lozano Sevilla, que era el taquígrafo personal del general Franco y esa tarde vivía la que iba a ser su primera retransmisión al frente la televisión pública, la del debut, después de sustituir en el cargo a Mariano García Ramos.

El primer toro de la tarde se llama ‘Guapito’, herrado en los costillares con el número ‘18’, que pasa a la historia por ser el que convierte en matador de toros a Santiago Martín ‘El Viti’, uno de los más grandes toreros de la historia. Frente a él brilla de principio a final en una faena marcada por la entrega, por el temple, el sentido de las distancias, la colocación y la belleza de sus naturales. Brinda su muerte al ganadero de Pozos de Hinojo don Manuel Francisco Garzón, su querido amigo y protector, cortándole una oreja que es elogiada, de manera unánime. Se trata de un trofeo importante que puso sobre el tapete de las exigencias que el de Vitigudino llegaba al escalafón superior con la escoba.

Con el triunfo logrado queda redondear la tarde cuando comienza la lidia de su segundo, que es devuelto por cojo y en su lugar sale a las arenas un toro de Escudero Calvo -divisa que, poco más tarde, fue a parar a manos de Victorino Martín, sobre la que cimenta su brillo ganadero- con un peso que supera los seiscientos kilos. Antes de salir ese sexto toro en la plaza se habían vivido escenas dramáticas y muy duras que, incluso, provocaron varios mareos entre el público. Fue a raíz de que en el quinto, segundo del lote del valiente Diego Puerta, se arrojase al ruedo el espontáneo murciano Pedro Gomáriz, quien resulta herido de gravedad en medio de una cogida dantesca que impresiona tanto a la gente como a los toreros que intervienen en la lidia.

Del sexto toro también corta otra oreja tras protagonizar una faena maciza que le vale el reconocimiento de toda la plaza y de la crítica taurina. Al finalizar el festejo la terna sale en hombros y a Santiago Martín lo alzan los aficionados, entre los que se encuentran algunos mozos de su pueblo, como Dionisio Nácar, junto a otros como Flores Pascual y José Manuel Pando.

A últimas horas de la tarde del trece de mayo de 1961, ya con la noche caída, Madrid habla del muchacho salmantino que, con tanto éxito, acaba de tomar la alternativa en Las Ventas, quien nada más acceder al ascensor del hotel Victoria, tras bajar del coche que en el que regresa de Las Ventas hace un recorrido mental por la que ha sido su trayectoria hasta ese momento. El de una carrera que se inició desde abajo y que finalizar en hasta acabar siendo una leyenda y un orgullo para la propia Tauromaquia.

Y de esa trayectoria el jueves, 13 de mayo, hará 60 años que tomó la alternativa en otra fecha que ha quedado escrita en los legajos de oro de la Tauromaquia.

Paco Cañamero