Los enrevesados caminos del toreo, en ocasiones, se convierten en un laberinto sin salida, al tener cerradas las puertas naturales. Es la incomprensión que deja preguntas en el aire, carentes de respuesta y, ahora mismo, tiene su más claro ejemplo en Extremadura. En esa tierra tan querida, destino de infinidad de viajes para disfrutar de tantas joyas como guarda su tesoro. Días de toros y feria de Plasencia; de San Fernando, en Cáceres o por San Juan en algunas ocasiones a Badajoz, que están entre los mejores recuerdos que permanecen después de tantos años navegando en los mares de la Tauromaquia.
En numerosas ocasiones he plasmado, negro sobre blanco, que, en mis inicios, muchos de los mejores momentos los disfruté en la feria de Plasencia, con sus habituales ‘no hay billetes’ a más de ¡40 grados! gracias a los cartelazos programados por aquel gran luchador del toro llamado José Gutiérrez ‘Mirabeleño’, quien le dio tanta categoría a ese ciclo, al igual que Victoriano Valencia, que también guió su timón durante varios años. Entonces, Plasencia, cada mes de junio, con la llegada de sus ferias, era un acontecimiento taurino y allí, en el ardor juvenil roblista, presencie varias faenas de ensueño de quien entonces era el ídolo, que nunca fallaba en su habituales comparecencias de la capital del norte de Extremadura. También de José María Manzanares, de Ortega Cano, del Niño de la Capea, de Espartaco… y allí, casi desde sus primeros años de matador, comencé a disfrutar, con la elegancia, arte y empaque de Juan Mora, ese torerazo que acabaría siendo la primera figura extremeña. Hasta entonces, ese región había sido una especie de erial, con diferentes nombres que ilusionaron y no llegaron a romper a figuras, desde Eugenio Fernández ‘Angelete’, Luis Alviz, Morenito de Cáceres, Luis Reina… Hasta que Juan Mora volase tan alto para alcanzar honores en medio de una época de grandes toreros.
A la par, con la llegada masiva de ganaderías que se asentaron en el solar de las dos provincias y con el inicio de una nueva época que trajo el nuevo siglo vio alumbrar a Ferrera, Perera, Talavante, De Justo… y otros más nuevos que apuntan tan alto.
Sin embargo, con ese enriquecedor panorama, en estos momentos, la región extremeña vive la época más difícil en cuanto a organización de festejos y ferias. Hoy es la sombra de lo que fue, quedando prácticamente reducido a la feria de Olivenza –tan escaparate social que feria taurina al uso- y a los festejos sueltos que acogen algunas de sus grandes localidades, ejemplo de Almendralejo, con su plaza tan solemne y torera. Ahí está el actual ejemplo de Badajoz, con un ciclo de San Juan muy insuficiente donde se salva la encerrona de Perera, porque el resto es saldo de baratija para la tierra que acoge el mayor número de ganaderías de España, la misma que ha visto en las dos últimos décadas nacer una hornada de magníficos toreros y que sigue teniendo sus brotes en la actualidad. Sin embargo antes, cuando Badajoz no paría figuras, contaba con unos días de toros de solera y categoría, siempre con un guiño a Portugal, que era básico en el devenir del coso de Pardaleras.
O Cáceres, una semanas antes, por San Fernando, con varios festejos de interés y ahora, desde hace varios años, ya no hay toros. Aquí por un alcalde que guiña al gobierno Frankenstein en su azote contra la Tauromaquia. Porque el alcalde de Cáceres, nefasto en todo, actúa al igual que alcaldesa de Gijón. Y de alcaldes tampoco se libra el de Plasencia, éste del PP, al que vergüenza le tenía que dar ver cerrada la plaza y mirar a otro lado ajeno el inmenso prestigio que gozó Plasencia durante tantos años en unos días que los hoteles, restaurantes y bares colgaban el cartel de lleno.
Ahora que nadie venga con remedios o justificaciones, que no los hay. Las cosas se han hecho mal, nefastas, el empresariado taurino no ha sido capaz de dar con la tecla teniendo en casa las mimbres para hacer el mejor cesto; la política –y aquí, como acabo de explicar, entran la derecha y la izquierda- además de no apoyar la Fiesta han facilitado con sus pésimas gestiones que se abran las plazas. Ni siquiera la Fundación del Toro ha puesto su granito de arena para que Extremadura vuelva a brillar como en sus mejores tiempos y más ahora que cuenta con más argumentos que nunca.
Porque resulta que hace treinta y cuarenta años cuando no había más figura que Juan Mora, Extremadura contaba con tres ferias de postín y, hoy, dos de ellas han desaparecido y otra agoniza al hacer olvidado a la histórica tecla portuguesa que tanto esplendor le regaló.
Otro detalle que no quiero dejar en el tintero es que en Extremadura, además, estaba muy localizado algo tan taurino como el hotel. Porque las buenas ferias siempre tuvieron un hotel referente y estas, en el esplendor de sus tres ciclos más importantes, el de Badajoz, el de Plasencia y el Cáceres, contaba con los hoteles ‘Río’, el ‘Alfonso VIII’ y el ‘Extremadura’, respectivamente. Los tres eran el auténtico centro social antes y después de festejo, con el hospedaje de la troupe taurina, lugar de reunión de aficionados, con exposiciones, coloquios… en un ambiente magnífico.
Y es que digan lo que digan, en toros cualquier tiempo pasado fue mejor. No hay más que ver a Extremadura, donde empresarios y políticos que han hecho el ‘milagro’ de convertirla en tierra sin toros.
Paco Cañamero