Los taurinos, angustiados y ahogándose por la necesidad, han querido volver. Lo han hecho a cualquier precio, cada cual a su guerra, sin darse cuenta que antes se deberían haber revisado todas las estructuras de la Fiesta. Y sobre ella levantar la nueva Tauromaquia, cuyos planteamientos empresariales en poco o nada deben parecerse a los anteriores a la pandemia y condujeron al toreo en un momento crítico. Un momento difícil al que las figuras, el propio ‘sistema’ y parte de la prensa se negaban a reconocer buscando un triunfalismo que tanta mella hizo en el espectáculo y a tanta gente echó de las plazas al no encontrar la emoción que debe ser la esencia de una tarde de toros.

Ahora, cuando ha finalizado la llamada feria de San Isidro que la familia Matilla ha programado en la plaza de Vista Alegre, del madrileño barrio de Carabanchel, ha llegado el momento de sacar conclusiones y de ver cómo se ha encaminado por la peor senda, aunque el interés fue tan bueno para recuperar la Tauromaquia cuando está inmersa en la peor crisis de su historia.

La gran feria programada en la vieja Chata ha dejado encendidas las alarmas. La más grave es que va a costar mucho volverá recuperar el público en las plazas. Ese público al que hoy no le interesa más que Roca Rey y del resto pasa. Tras la larga ausencia por el Covid y el maltrato que recibió por parte del ‘sistema’ va a ser un triunfo recuperar a los aficionados, excepto cuando torea Roca Rey y mientras este sepa mantener la emoción en sus faenas. Y para ello deben ponerse en marcha medidas, la primera abaratar el precio de las entradas y por tanto va a ser obligatorio restar en otros sectores. Pero ahora mismo, la Fiesta únicamente se levanta con la política de bajada de precios y de devolver la emoción e integridad del toro. Lo demás sobra, entre ellos el toreo bonito puesto en moda, porque lo verdadero es la emoción. Y la emoción llega haciendo el toreo puro a un toro encastado.

Sobre el resto, el triunfalismo, que tanto daño ha hecho. El toreo es vibración y que provoque los olés espontáneos, no lo de siempre y cortar a cualquier precio las orejas; por eso hay que volver a los tiempos donde una vuelta al ruedo tenía tanta categoría –en Madrid un modesto salía con una veintena de contratos- y acabar ya con esa dañinas escenas de peones mendigos o toreros mirando de forma desafiante a los palcos para pedir orejas.

Además hay mimbres para la reconstrucción, porque se ha demostrado que hay una baraja de toreros de máximo interés y que a nadie dejan indiferente, junto a cabaña ganadera que al diezmarse ha mejorado de manera notable.

Por eso ahora es necesaria una reestructuración que pasa por reducir número de carteles y programar únicamente con tirón, además de buscar otras fórmulas. Entre ellas, una para no olvidarse de los modestos y recuperar a la generación perdida por el Covid. Por ejemplo programar seis toros para seis toreros y al triunfador premiarlo con un cartel de figuras que quedaría abierto.

Con las novilladas igual, es el momento de apostar y, por obligatoriedad, cuando se pone en marcha un ciclo de más de dos corridas debe exigirse unas novilladas. Además hay que exigir una tributación justa y lejos del atraco al que son sometidos estos festejos. Pero para alcanzarlo sería necesaria la unión de todos los estamentos taurinos y eso sería un milagro. Vamos, es más fácil que se aparezca la Virgen en la paz del campo a que ver unido a un sector con tan marcado y donde nadie se baja del burro de su interés.

Por cierto, como dije escribo este artículo tras finalizar la corrida de Vista Alegre, un ciclo donde ya se han visto los primeros daños de la época pos Covid. Uno ver que varios toreros actuantes les hierve la sangre al ver las liquidaciones de sus corridas (al no haber prácticamente público la mayoría de las tardes imagínense, porque la tele ayuda, pero no soporta todo). Y lo último que Morante deja a Matilla de manera unilateral. Y otra cosa es que al genio de La Puebla le va costar mucho volver a tener los altísimos honorarios que llegó a cobrar, entre otras cosas porque es un grandioso torero, pero cada vez lleva menos gente.

En fin, que el toreo pide grandes cambios en sus estructuras y como no lleguen la Fiesta escribirá más pronto que tarde su réquiem. Así de claro.

Paco Cañamero