Los grandes críticos taurinos  a lo largo de la historia todos fueron personajes con enorme bagaje cultural que, de forma irremediable, todos coincidían en el mundo de la cultura porque, además de narrar las más bellas crónica de toros, la gran mayoría de aquellos hombres eran auténticos literatos que, en demasiadas ocasiones no se les hizo la debida justicia. Sería porque, quizás ya se les consideraba como premiados por su labor en la crítica, razón por la que se pasaba por alto la grandeza que aportaban al mundo de la cultura.

La historia y enumeración de estos hombres podría ser muy larga pero, si nos centramos en los últimos cincuenta años, hemos conocido personajes de una relevancia fantástica. Seguramente en aquellos años veinte del siglo pasado, a los actuales genios de la pluma se les hubiera considerado con aquella admiración que se les tributaba a toda la generación del veintisiete. En los últimos años hemos tenido la suerte de conocer y admirar a grandes críticos que, a su vez, todos tenían un literato dentro de su ser, el que mostraban cuando les apetecía pero que, cada vez que eso ocurría admiraban al mundo.

Al respeto, sería imposible llevar a cabo estas letras sin nombrar a los más grandes entre la literatura contemporánea, dígase Javier Villán, Joaquín Vidal, Alfonso Navalón, Pedro Mari Azofra y algunos de menor renombre, pero grandes de igual modo en su quehacer. Entre otros, en la actualidad, contamos con grandes narradores de la talla de Paco Delgado en Valencia, Carlos Crivell y Antonio Lorca en Sevilla y, como referente máximo de la literatura de Salamanca contamos con Paco Cañamero al que, para mi suerte, le conocí hace muchos años y al que no se le ha hecho la justicia que le corresponde. Como decía, de haber nacido Cañamero en aquellos felices años veinte, su figura y su obra hubieran resaltado con un fulgor apasionante.

Si no recuerdo mal, Paco Cañamero, al que conocí cuando firmaba con sus nombres y apellidos, Francisco José Sánchez Cañamero, ya me conquistó con una de sus primeras obras, la biografía de Santiago Martín El Viti. Al margen de ejercer la crítica taurina, de haber sido discípulo aventajado del gran Alfonso Navalón, muy pronto sacó a relucir este salmantino genial sus dotes como narrador. Como decía, la cultura que emana la propia fiesta de los toros es la que embriaga de placer por el arte a tantos hombres que, como Cañamero, son capaces de darle sentido a la vida, a su existencia, mediante la narrativa más bella del mundo.

No tengo los datos a mano pero, respecto a Cañamero, deben ser más de treinta libros editados y, dada su juventud, si Dios lo permite, le quedan por escribir otros muchos. Así, a vuela pluma, recuerdo títulos como Vicente del Bosque en su biografía, la de Andrés Vázquez, el propio Curro Vázquez, el irrepetible Juan Mora y, si de biografías hablamos, su buque insignia no otra que la de Alfonso Navalón, su obra cumbre dentro de la narrativa taurina.

Como decía, Paca Cañamero no es un crítico más; es un literato en la cumbre de su creatividad como lo demuestran sus hechos, en este caso, sus apasionantes libros que, como sucede en la actualidad, su última novela, Fado Entre Encinas, está conquistando a miles de lectores que, ávidos de emociones han encontrado en esta obra un libro de culto. Son innumerables sus títulos, todos ellos pura enseñanza para los lectores porque, como dice el acervo popular, a saber, a Salamanca y, los hechos así nos lo han mostrado toda la vida puesto que, la capital castellana por excelencia, a lo largo de los tiempos ha parido a personajes geniales en todas las áreas y, como es notorio, Paco Cañamero no podía escapar de dicha bendición.

Muriendo y aprendiendo, ese es mi sino, el que llevo a cabo con enorme gala porque si algo me hace feliz a diario es aprender una lección en cada amanecer y, la única forma de aprender no es otra que leer para poder admirar a los que nos pueden enseñar y, Cañamero, como crítico y literato siempre será un referente en mi vida. Me cabe el lujo de haber leído la totalidad de la obra de este ensayista salmantino que, con su arte me ha cautivado y, lo que es mejor, me conquistó el primer día que le conocí, justamente, cuando leí su primer libro.