2022 es un año prolífico es bodas de oro de toreros castellanos. El Niño de la Capea, Julio Robles y Roberto Domínguez forman el olimpo de estas celebraciones, a las que también se suma la del zamorano Ángel Pascual Mezquita, quien dentro de unos días será el primero de ellos en alcanzar esta mágica cifra. La de 50 años de matador, al que llega entre el afecto, respeto y consideración de las gentes del toro, quienes le tributarán un homenaje el sábado, con una comida en su honor que se celebrará en un hotel de Valladolid, situado en el Paseo de Zorrilla.
Hombre sobrio y puro, reservado en su forma de ser, elegante de formas y con la distinción de las gentes de Castilla, Pascual Mezquita, que reside en Salamanca, sigue siendo un apasionado del toreo, con su presencia habitual en numerosos festejos de la región; además de ser asesor de la plaza de toros de Zamora, de su querida Zamora.
Originario de la localidad de Carbajales de Alba, nace el veinte de abril de 1948 en la villa vizcaína de Baracaldo, en la que se ha establecido su familia y allí regentan un bar. Pronto, siendo aún un niño, regresa a su tierra para ver despertar su vocación taurina y enseguida se integra en la escuela taurina de Zamora, creada por Manuel Martínez Molinero, una inquieta personalidad que es abogado, publicista, crítico taurino del diario local y por encima de todo taurino. Pascual Mezquita enseguida comienza a destacar y le facilita vestir su primer traje de alamares para dar muerte a reses de Gabriel Ortega, en unión de dos compañeros del centro, Félix López El Regio y de José Galán Josele. Es el diecisiete de julio de 1965.
Pronto corre de boca a boca su buen hacer y entre los ganaderos se habla del muchacho zamorano que atesora tan buen concepto del toreo tras beber de las fuentes de los maestros Andrés Vázquez –su paisano e ídolo-, Antonio Ordóñez, Paco Camino, El Viti o Antoñete. Ese runrún llega a oídos de Carlos Zúñiga, un antiguo novillero de Valladolid con la afición en vena, quien decide apoderarlo tras verlo en el campo. Durante el año 1968 se curte en festejos modestos hasta que llega el debut con picadores en la madrileña Vista Alegre. La fecha es el primero de marzo de 1970 y el balance de dos orejas, facilitándole la repetición en tres nuevas ocasiones saldadas con triunfos.
Los éxitos en la castiza plaza carabanchelera le aúpan a lo alto y comparte cartel frecuentemente con Manzanares, Galloso, El Niño de la Capea, Julio Robles, Roberto Domínguez, Raúl Aranda, Antonio Porras… o Antonio José Galán y El Puno, con quienes torea dos tardes en Valencia, saliendo ambas en hombros. La siguiente campaña continúa en lo alto del escalafón, a pesar de resultar herido hasta en cinco ocasiones, una gravísima en Sevilla. Ese año se presenta con éxito en Barcelona y lo hace en Madrid, el dos de mayo, donde deja una buena impresión.
1972 abre sus horizontes con las mejores perspectivas. La más importante tomar la alternativa, acontecimiento que protagoniza el primero de junio en la plaza de Valladolid, celebrándose esa jornada al ser aplazado por lluvia la festividad de San Pedro Regalado, en un cartel que contaba inicialmente con Antonio Bienvenida y Manzanares. En la nueva fecha no puede comparecer el veterano maestro y en su lugar torea el mexicano Curro Rivera –entonces con máximo atractivo-. Recompuesto el cartel, el toricantano ofrece una esperanzadora dimensión ante el lote de Pío Tabernero que le ha tocado. Sale lanzado hasta que otra vez la cruz de las cornadas merma notablemente su número de contratos, especialmente la sufrida en Aguilar de Campoo inferida por un toro de Abdón Alonso, al abrirle en canal el muslo izquierdo.
En la siguiente temporada decide poner su carrera en manos de Manolo Escudero, el torero madrileño de Embajadores, que era un primor a la verónica, firmándole la confirmación madrileña el veintinueve de abril de 1973, al cederle Calatraveño, con Raúl Sánchez de testigo, la muerte del toro Fulanito, de García Romero Hermanos. La suerte pasa de largo, algo que empezó a lastrar al torero castellano tan necesitado de un aldabonazo, para poder subirse al tren de las ferias.
Desde esos momentos se empiezan a reducir sus actuaciones, sin que falten nuevas cornadas y el diestro, en un intento de impulsar su carrera, decide confiar en el impresor taurino Eduardo Mediavilla. Apenas se viste de luces la siguiente temporada y a partir de 1980 es el matador de la llamada cuadrilla del arte creada por Manolo Chopera. La mencionada cuadrilla, que es un espectáculo total, está integrada por los picadores Alfonso y Raimundo Rodríguez, junto a los banderilleros Curro Álvarez, Eliseo Capilla y Paco Honrubia. Esa etapa finaliza el veintidós de agosto de 1982, tarde que viste por última vez de luces en Las Ventas.
Cinco años después decide reaparecer. Lo hace el siete de agosto de 1988, alternando con e! mexicano Rafaelillo y la confirmación de Gómez Jaén, con astados de Cortijoliva. La tarde se complica y tiene que matar cinco toros por percance de sus compañeros, ofreciendo una actuación que convence a todo el mundo. Prueba de ello es que Manolo Chopera, empresario de Madrid y Bilbao, entre otras plazas, decide corresponderle con la sustitución de Ortega Cano en las bilbaínas Corridas Generales. Pascual Mezquita alcanza uno de los grandes éxitos de su carrera al salir en hombros de la plaza de Vista Alegre tras desorejar los toros de Joaquín Buendía junto a Espartaco y El Litri. A sus manos fueron varios premios del prestigioso ciclo. El éxito le da una nueva oportunidad, ahora junto a Antoñete, en una de sus despedidas y Emilio Oliva, ante una difícil corrida de Dionisio Rodríguez.
Durante los siguientes años se mantiene en activo, hasta que el dieciséis de agosto de 1993 torea la última corrida en el coso francés de Colliure. Colgado el vestido de luces en la percha del retiro, Pascual Mezquita, hombre con inquietudes intelectuales se matricula en la Universidad de Salamanca, Facultad de Geografía e Historia, Licenciatura de Historia, estudios que concluye en el curso 2006-2007. Con el título en el bolsillo no para y comienza el doctorado, La formación de los toreros antes y después, logrando la máxima calificación, la de Cum Laude. Desde ese momento Pascual Mezquita, diestro sobrio y muy puro, se convierte en el primer diestro de alternativa en alcanzar tan alta distinción, pero ante todo sin dejar de ser torero. Que lo será hasta su último suspiro este hombre sobrio y puro, reservado en su forma de ser, elegante de formas y con la distinción de las gentes de Castilla.
Este Pascual Mezquita que el sábado será homenajeado en Valladolid al alcanzar los 50 años de su alternativa y ser otro torero de oro, en este 2020, prolífico de ese acontecer entre grandes diestros de la vieja Castilla.
Paco Cañamero
En la imagen Pascual Mezquita junto al premio Nobel, Mario Vargas Llosa.