Enrique Ponce ha perdido el paso en los últimos tiempos. Más allá de la magistral carrera que ha protagonizado, desde hace un tiempo no es mismo al estar en las antípodas de quien siempre fue dueño de una vida ordenada y ejemplar. Por si fuera poco también ha perdido la frescura que lo mantuvo durante tantos años en la élite y ahora es un torero que ya no tiene la capacidad de robarle aplausos a las novedades de Emilio de Justo, Juan Ortega, Pablo Aguado… Porque Ponce ya ha perdido el rol primerísima figura y ese estatus que mantuvo durante tres décadas sin que nadie tosiera.

A la mayoría de los toreros el amor los encamina a la paz interior; sin embargo, a Ponce lo ha rociado de un ardor juvenil que, el último año, ha sido la comidilla de la prensa-rosa, convirtiéndose además en una caja de sorpresas que no tiene fondo y ahora ha vuelto a la pomada por una nueva polémica. La ocurrida en el festival celebrado el pasado 2 de mayo en Las Ventas cuando lució en la chaquetilla una botonadura adornada con las antiguas monedas de Franco, de aquellas rubias, de duros y de cinco duros. Claro, que si hubiese en España la Democracia que tanto se pregona y babosea no pasaría nada, porque en el fondo la figura de Franco ya no debería suponer más que un hecho histórico, aunque se haya manoseado tanto al interés de un puñado de votos aún a cuenta de levantar los odios y las rencillas de las dos  Españas.

Sin embargo, cuando la Fiesta está tan atacada desde diferentes frentes, tan intensamente cuestionada por varios sectores y es el momento de defenderse, Ponce echa gasolina y se olvida que está haciendo lo contrario de defender la dignidad histórica y grandeza de un arte que es un activo de España y a él lo la hecho rico y famoso. Porque a nadie en su sano juicio se le ocurre entrar en provocaciones con la trinchera enemiga, que no hacen otra cosa que darle razones.

Por eso no se puede entender los motivos por los que Ponce buscó la confrontación al salir a para torear con una chaquetilla decorada con monedas franquistas, algo que como era de esperar ha levantado una enorme polvareda y multitud de ataques desde esas corrientes antis que tachan a la Tauromaquia de casposa y franquista. Duele que Ponce haya sido quien ha encendido esta hoguera y más él, con tantos amigos en la política, ahora ha provocado este tsunami semejante al originado por Juan José Padilla hace varios años cuando hizo el paseíllo envuelto en una bandera con el escudo anticonstitucional del aguilucho.

Y ya digo, en condiciones normales no ocurriría nada, al igual que nada pasa cuando José Tomás luce camisetas del Che Guevara. De ese Che, a quien quieren confundir su historia al alzarlo a los altares la extrema izquierda cuando la realidad no es otra que ser duelo de un currículum está lleno de sangre y muerte.

Pero lo sorprendente es la actitud de Ponce, quien lleva un año queriendo ser veinteañero y metiendo la pata con la misma inconsciencia de una chaval de esa edad. Porque en condiciones normales, jamás se le ocurría ser protagonista de esta polvareda que ha puesto a la Fiesta, de nuevo. a los pies de los caballos.

Paco Cañamero