Se acerca el Domingo de Ramos y con él uno de los grandes acontecimientos de la temporada, la encerrona de Emilio de Justo en Las Ventas. Solo ante el peligro este torerazo de Torrejoncillo para escribir uno de los hitos de su trayectoria profesional y poner a todos de acuerdo, si es que aún alguien tenía alguna duda. Porque esa tarde, Madrid va a rugir con el sentimiento de quien se ha subido a lo alto a golpes de valor y de torería.

Emilio es un torero de lujo y un lujo para el toreo, que no es lo mismo. Él ha sido capaz de alzar su nombre a la élite con una brisa de aire fresco después de luchar contra infinidad de elementos. Por eso hay que descubrirse ante un hombre que fue capaz de resurgir, cual Ave Fénix y seguir adelante cuando solamente creía él mismo en su capacidad. De ser capaz de dar luz a la oscuridad y de levantar sobre lo que para muchos eran las ruinas llegadas un aciago 17 de mayo de 2010, en plena Feria de San Isidro, al escuchar los tres avisos en un toro, perder el crédito que le dio una oreja lograda el anterior año y quedarse en la más absoluta soledad. Sin contar para nadie.

Desde entonces, Emilio de Justo, que siempre tuvo claro que quería ser torero, tuvo que luchar en soledad y con escasas ayudas. Solamente la familia ganadera de Victorino Martín, que le abrió las puertas de su casa y confió plenamente en él, al igual que Arsenio, un paisano suyo que trabajaba en una sucursal bancaria de Salamanca y, cuando nadie le daba un pitón, no se cansó de insistir con los ganaderos charros para que lo invitasen a sus tentaderos. Junto a algún otro y un grupo de gente de Torrejoncillo que jamás dejaron de arroparlo. Para el resto, aquel día, Emilio quedó proscrito y tuvo que comenzar una larga lucha en solitario que ahora lo ha aupado a lo más alto. A ser una figura del toreo. Y figura de verdad, no con la facilidad que se manosea hoy esa expresión.

Y poco a poco, Emilio fue creciendo, sabiéndose que era un torero merecedor de otra fortuna en su camino, hasta que un día, en la modesta plaza serrana de Hervás comenzó a tejerse el milagro. Hasta el punto que los profesionales que lo vieron quedaron sorprendidos ante la dimensión que ofreció. Se le volvió a ofrecer otra corrida en Hervás, con una apuesta a todo o nada, en una encerrona en solitario y de nuevo, Emilio de Justo, estuvo rotundo y torerazo, teniendo ya los presentes la sensación que en aquel torero había una figura. Y a partir de ahí llegó ese paraíso de Francia, su verdadero trampolín, mientras llegaba el eco de sus éxitos y los taurinos españoles seguían mirando para otro lado, hasta que llegó la rotundidad, las puertas grandes de Madrid, los faenones en todas las plazas que eran un canto a la belleza del toreo, a la para que se ganaba el respeto de todas las aficiones.

He escrito mucho de Emilio de Justo, lo he seguido durante estos años por numerosas plazas y el domingo estaré en Madrid para ser testigo de esta nueva gesta que debe dejar bordado su nombre en las grandes gestas de Las Ventas. Recuerdo que ya estaba muy pendiente de su trayectoria, pero definitivamente fue una tarde de septiembre de 2018 que venía del Guijo de Granadilla de visitar la tumba de Gabriel y Galán cuando paramos a merendar en la joya judía de Hervás y buscamos un bar para ver la corrida de Valladolid. Me interesaba el cartel con toros del Pilar, para Emilio de Justo, Juan Bautista y López Simón. Aquel día en Hervás, el pueblo donde comenzó a tejerse el milagro de Emilio de Justo, ya definitivamente acabé entregado a él mientras cuajaba magistralmente a ‘Mirabajo’ su segundo toro, en un trasteo marcado por la naturalidad y la torería. Le cortó las orejas, fue la mejor faena de la feria y lo más importante fue una llamada de atención, que semanas más tarde tuvo su premio con su primera salida en hombros por la Puerta de Madrid (el pasado año sumó dos más).

Por eso el domingo hay que estar en Madrid para disfrutar de la inmensa torería de Emilio de Justo y esa jornada, ojalá los ramos de la celebración se conviertan en un montón de orejas. Porque la Fiesta necesita de un Emilio de Justo en la elite, al ser un auténtico ejemplo para quienes se visten de luces y comienzan este duro camino. Además de ser un torero de aficionados que nunca defrauda y para mayor grandeza no hace ascos a ningún encaste.

Paco Cañamero