La referencia obligada al pasar por tierras norteñas, en cuanto a toros, no es otra que Pedro Mari Azofra. Un señor de la crítica y de la calle. Convengamos que Pedro Mari lo ha logrado todo en el periodismo taurino y si no ha tenido más es porque no le ha dado la gana. De ahí su grandeza como crítico y como persona.

Hombre culto, donde los haya, amigo querido y persona cabal, al paso de los años supo granjearse el respeto de todos cuantos le rodearon y, con su verdad y su gran hatillo de ilusiones, supo andar por la vida. De su pluma han brotado las crónicas más hermosas y los libros más insospechados. De su talento hemos gozado quienes le hemos seguido y admirado. Ahora, en Toros de lidia.es, Pedro Mari nos obsequió con un tratado periodístico en torno al afeitado que encandiló a nuestros lectores. Es por ello que, como referencia obligada a este hombre de bien y sabio de la crítica taurina, hemos querido saber más de lo que él sabe y de ahí que le hayamos querido entrevistar para conocer sus sabrosas opiniones en torno al mundo del toro.

Hace pocas fechas, Pedro Mari nos regaló su última obra, PASABA POR ALLÍ, nada más y nada menos que un compendio de lo que ha sido su apasionada vida puesto que, si de vivencias hablamos, Azofra las tiene para dar y regalar, todo un monumento al  saber hacer y mejor decir. La pena es que dicho libro haya sido de una edición limitada para sus amigos y seres queridos porque, de haber salido al  “mercado” su éxito hubiera sido fantástico. Los que hemos tenido la dicho de leerlo damos fe de que nos hemos encontrado con una libro apasionante. Confieso que, hablar de toros o de cualquier faceta de la vida con Pedro Mari Azofra es un lujo que nos damos un reducido grupo de mortales.

-¿Qué sintió, maestro Pedro Mari, cuando conoció nuestra Web, Toros de Lidia.es?

Que todavía hay gentes con ilusión y ganas de entregar tiempo sin dotación a favor de la difusión, información, defensa y catequesis de la mejor fiesta de toros.

-Nos motiva en gran manera, Pedro Mari, conocer su opinión de nuestra revista ¿Qué le parece nuestro contenido, opinión y forma de entender el periodismo, se lo pregunto desde nuestra perspectiva de personas humildes?

En general me parece periodismo diverso, amplio, internacional, formativo, valiente, participativo y sin prejuicios. En la página se encuentra actualidad, inmediatez, entrevistas y el descaro, sin vulgaridad, que es menester en el periodismo, un medio al que me siento muy honrado de participar, hasta el punto de que gracias a ti pude reaparecer, algo que no me ilusionaba para nada pero, ya viste hasta donde llega mi afición cuando veo que las cosas se hacen por derecho.

-Entrando en la faceta personal, señor Azofra, ¿qué le impulsó a ejercer el periodismo taurino cuando, por sus aptitudes, hubiera podido brillar muchísimo más en cualquier espectro del periodismo?

Primero diré que lo de brillar, brillar…ni en el periodismo taurino ni en el otro lo hubiera hecho. No me veo brillante y además me suena a charol. Comencé a relacionarme con toreros el año 58 en Salamanca. Alternaba, después, en un frontón sevillano con numerosos toreros y El Vito, al ver que compraba libros y me ilusionaba con la fiesta de toros, me animó a que escribiera y me conectó con un informador taurino de la radio. Me decía Julio: “Hay gente escribiendo de toros que no tiene afición ni sabe hacer la o con un canuto”. Así empecé. Luego informé un poco para “Fiesta Española”, “El Ruedo”, mucho más para “Mundo de los Toros”…y llegó todo lo demás. Y permíteme que te diga que allí, junto a Juan Bochs nos conocimos en su revista antes citada, El Mundo de los toros.

Varios años mantuve cuatro páginas semanales en “El Correo” en una sección “La Rioja pueblo a pueblo”, hice otra sección de personajes, bastantes informaciones sobre el prestigioso guionista Rafael Azcona, sigo llevando la crítica de flamenco…He podido hacer de todo. Pero mi afición era taurina y pensaba que arreglaría algo de lo que veía mal. Hoy, estoy convencido de no haber conseguido nada a pesar de los muchos desvelos y disgustos. A mitad del camino perseveré en lo taurino por ayudar, en lo posible, a los toreros que salían en La Rioja con los que he empleado miles de horas en el campo y donde pude echarles una mano a casi todos. He gastado mucho dinero en la fiesta de toros y ya siento que no haya sido más porque lo fue de forma voluntaria y buscando placer conseguí satisfacciones.

-Al paso de los años, señor Azofra, ¿qué diferencia ha encontrado en el devenir de la fiesta, para bien o para mal?

Ahora encuentro una especie de conservadurismo acomodaticio y mostrenco entre los que empiezan o no han llegado a nada. Veo como más monotonía, academicismo y eso de que “nunca pasa nada” y antes encontraba elementos más agitadores. Parece que se torea desde los inicios como más perfecto aunque el toreo perfecto ni existió, ni existe ni existirá salvo en el toreo de salón. Tengo para mí que lo que suena a perfecto carece de personalidad… de la que carecen tantos toreros que no tienen en cuenta que el toreo en general requiere salsa especial como los caracoles.

Ya no se quiere ser torero para llenar la andorga, que es cosa fácil, y eso implica ausencia de rebeldía, conformismo…Estamos en las generaciones de la nevera llena y ha desaparecido la tragedia del aprendizaje, la escuela del trabajo y el estímulo de matar el hambre. Aunque también se dice que el que torea para comer ni torea ni come.

Se ha humanizado el toreo con más belleza y menos riesgo y emoción. Lo anterior ha podido suceder porque la selección del toro ha eliminado fiereza, brusquedad y cierta bravura a favor de la nobleza, pastueñez y temperamento ovejuno. Los gustos del ganadero auténtico nunca debieran coincidir con el torero y es el torero destacado quien manda ahora en las ganaderías, creo yo.

-El mundo taurino no es el que soñamos los aficionados y menos los críticos ¿Dónde piensa que radican los males de la fiesta de toros?

Esencialmente en que los protagonistas tratan de alejarla del toro y acercarla a la vulgaridad. Todos los estilos son soportables menos el aburrido que debiera estar condenado por reglamentación. Culpable es también el público conformista que aplaude y tolera cualquier cosita. Es que el público no es selectivo ni en el toreo, ni en el teatro, ni en el cante ni en el baile. Ni en la bebida. Miles de millones beben Coca-Cola en vez de Rioja.  Y menos mal que no son exigentes los espectadores del común que son los que mantienen la fiesta. De serlo o cambiaba el toreo o hubieran abandonado. Los aficionados somos poquitos y la mayoría no pagamos. Recuerdo una conferencia en Logroño con unos 30 asistentes queriendo arreglar el toreo y la feria logroñesa. Ocho, éramos de informadores o algo parecido. Cuatro, empleados de la empresa. Tres, sanitarios, algunas autoridades, mulilleros…Total que nadie pasaba por taquilla y queríamos arreglar la fiesta ¡Un descojono! El público ni acude, ni se informa ni se preocupa. Lo mejor para él es que salte al callejón un toro, que haya derribos de picadores, ver apurado a un banderillero gordo, muchas revoleras, molinetes, rodillazos, banderillas al violín y que el toro caiga pronto aunque la espada salga por los huevos.
También admito que no sirve el maniqueísmo simplista tan frecuente en los especialistas en resolver crisis taurinas. Que abundan y no sirven para nada
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-Hace 40 años una crónica de Navalón cambiaba planes de empresarios y toreros enmendando errores. O tenía mucha fuerza Navalón o los taurinos se sentían culpables ¿Dónde cree usted que radicaba el misterio?

Alfonso Navalón era leído con entusiasmo y denunciaba fechorías y abusos demostrables. Nunca se ha vuelto a leer ni ha tenido tanta influencia otro crítico. Hoy existen las mismas causas para sublevarse pero los diarios nacionales, salvo un par de excepciones, casi no escriben, salvo en ferias y poco, y no hay ni por aproximación una firma con el tirón de Navalón y que como él, con aciertos y algún error, se comprometa, se entere y se arriesgue. Tampoco la gente está tan centrada en la información. Algunos desinformadores de nivel nacional son mamporreros trashumantes de la juerga a sueldo y mantel. Más publicistas que críticos o informadores. Y no es lo peor que traten a ovejas como toros, por un decir. Sino que la gente se acostumbra a leer de sus cualidades y terminan exaltando hasta la calidad de su lana.

-¿Qué opina de la telebasura que ha envuelto a muchos toreros con sus programas nefastos?

En la telebasura y sucedáneos se han enganchado algunos titulados toreros para ganar el dinero que no han sido capaces de ganar con la espada y la muleta. Alguno por aumentarlo un poco. Estos toreritos contribuyen a desmitificar la profesión y a que se confunda lo de la chufla con el toreo. Son cosas muy distintas. Me parece un disparate compartir lo de torero con esas comedias más propias de garañones de escaso prestigio. Si se fuera ahí como un ciudadano más…Yo borro de toreros a todos los que veo en esos programas. Ya no cuentan en mi relación y escribo así: “Lanceó fulano, aventurero y gracioso de la televisión que hoy hizo de torero con escasa fortuna (o acierto)…”. La verdad por delante. En cambio el toreo se beneficia cuando los medios de todo tipo se preocupan de los toreros en serio. La última época ha sido con José Tomás y El Juli en “candelabro”.
Entiendo que el romanceo, el exhibicionismo, el puterío espúreo, la aventura en pelotas y las infidelidades tienen apartados, aunque sean humanos, fuera del toreo. Son frivolidades que no van con el toreo aunque el torero sea hombre y como tal deguste todo lo bueno y placentero de la vida.

-¿Qué torero le hizo vibrar en su largo periplo como aficionado y como crítico? De los actuales, ¿por quién haría mil kilómetros por verlo torear?

Seguí a Antonio Ordóñez desde el año sesenta hasta su semifinal. Lo último suyo me pareció un disparate. Me arrastraba y hasta lo vi superior en el Coliseo Balear. Me emocionaban Andrés Vázquez, Camino, El Viti, Antoñete, el último Robles, Curro Vázquez, momentos de Manzanares, Joselito y Finito cuando no trampeaban y con toro importante…Las pinceladas de Rafael de Paula son cuadros históricos y he visto salir a hombros de La Maestranza y de Las Ventas varias veces al Curro Romero de los mejores tiempos. También lo vi muy bien en San Sebastián y en otras plazas.
El año 1967 vivía en Sevilla y asistí a todos los festejos. Ese año volvió Ordóñez y cortó orejas, las dos tardes que toreó, dejando claro que era el toreo y el torero de la época. Los que más orejas de la feria cortaron fueron Curro y El Cordobés. Reaparecía en Sevilla Rafael Ortega al que no había visto nunca. Me hablaban de “ya verás cómo mata” en el tendido, los entendidos sevillís, y me sorprendió la solera y pureza de su toreo. En lo de matar lo vi normal. Alternó con Antoñete una tarde y con Chamaco otra y en las dos cortó una oreja. Toreaba de maravilla y tuve oportunidad de pasar horas con él, años después, en un congreso de Jerez. Me enseñó mucho…pero aprendí poco. Protestaba de que los toreros protestaban mucho en privado y en público no daban la cara. Él representaba allí alguna escuela taurina.
Curro y Paula me movieron algunos kilómetros hasta para verlos en festivales. Vi a Rafael enorme en un festival con erales en Pamplona… con poquito público. También iba a ver, sin obligación de informar, a Ojeda del que admiré su valor para ligar, a César Rincón en un momento importante de traerlos desde lejos, a Julito Aparicio que tuvo pasajes y alguna faena sublimes…El rato bueno de José Tomás, no sólo el de la estatua…Hoy no hago 1.000 kilómetros por ver a nadie. Pero sí 300 por Morante, De Justo, Ureña, Urdiales, Perera…Sigo con afición. Hice 600 kilómetros por ver a Eduardo Gallo de novillero…y firmo que Ponce ha sido un torero muy importante. Admiré toreros que luego no llegaron como Luis Segura, Paco Pallarés, Sebastián Cortés, Pepe Luis, hijo… Hay otras cosas que decir pero no me vienen a la cabeza.

El toreo más perfecto lo he visto a Roberto Domínguez en la plaza de Lodosa con un eral de Palomo Linares. Fue toreo puro de salón. Un sueño.
Como crítico tengo que admitir la profesionalidad responsable de muchos a los que he visto: Dámaso González, Espartaco, Ruiz Miguel, El Juli y un montón. En casi 60 años viendo toros, con cierto conocimiento, he disfrutado con muchos toreros entre un ejército de vulgares profesionales con valor y oficio que merecen respeto pero no me camelaron. Una cosa es torear y otra dar pases.

También he disfrutado cantidad con los buenos lidiadores y banderilleros. Con los toreros de plata a los que he dedicado, y dedico, páginas especiales hace décadas y pienso que han sido históricamente olvidados por la información cuando han salvado numerosas tardes, de cara al gran público, con sus actuaciones.

-¿Cómo entiende usted que con los datos tan claros que ha expuesto sobre el “afeitado”, casi todos los personajes taurinos lo nieguen como Judas negó a Jesús?

Porque son falsos. Como Judas, al final lo hacen por dinero. El afeitado alivia las relaciones de contratación para el empresario, las de venta para el ganadero, garantiza las comisiones del apoderado al disminuir el peligro y dicen que confía al torero que es el último y principal beneficiado. Niegan el afeitado cuando hay piaras de veedores con el instrumental a mano y cada corrida que lidian las figuras es revisada un puñado de veces. Salvo excepciones. Cuando esos capotes se mueven mal o hay descuidos, el toro limpio los raja como un cuchillo. Eso inquieta, requiere más atención y da importancia a todo lo que se haga al toro. En gran número de plazas es tan raro como excepcional el no ver toros sospechosos.