Tras presenciar la trilogía de ganaderías de la rama Albaserrada, la Alcurrucén en Madrid nos ha sabido a pura broma.  Los hermanos Lozano trajeron para Las Ventas una corrida a modo que, sin apenas fuerzas y con una bondad que llegaba la beatificación, era complicado que ardiera la mecha. En nada se ha parecido esta corrida a la casta que hemos disfrutado en los festejos precedentes. Sin embargo, para desdicha de David Mora, siempre recordaremos que una corrida blandita de Alcurrucén acabó con su carrera. Pese a que hubieron varias volteretas la corrida no tuvo maldad, que nadie se equivoque.

Volvía ilusionado David Mora a Madrid, pero el problema es que no llegó; quizás estuvo, pero no apareció. Vimos, para desdicha de todos, la imagen triste del hombre que sabe que estaba derrotado puesto que, su primer enemigo, con una bondad extrema, le ofreció veinte arrancadas que el diestro no supo aprovechar y la faena se diluyó en la nada. Luego, el toro se le fue apagando y todo su esfuerzo resultó baldío. Repito que, Mora estaba ausente. A la hora de matar sufrió una tremenda voltereta de que milagrosamente salió ileso y todos respiramos aliviados.

David Mora no se ha repuesto todavía de su cornada del alma que no es otra que su fracaso ante un bravísimo toro de Ricardo Gallardo en la feria de otoño del pasado año en Madrid, una actuación que le marcó para siempre. Muy triste lo que digo, pero de una verdad que aplasta. Los toreros se recuperan pronto de las cornadas de su cuerpo, pero las del alma, muchas de ellas son eternas.

Si después del fracaso se hubiera llevado una cornada hubiera sido la peor de las desdichas. Su segundo, con más bondad que el primero pero con escasas fuerzas no convenció al torero y, lo que es peor, se le notó como ausente que es lo peor que le puede pasar a un torero. Siempre recordaremos al David Mora heroico tantas tardes junto a Iván Fandiño que, como se sabe, ambos toreros hicieron vibrar a Madrid en muchas ocasiones.

Repetía Paco Ureña en la feria y, en su primero, una auténtica hermanita de la caridad, el pobre no supo qué hacer. El mundo se le vino encima cuando comprobó que tras dar pases bellísimos, no conectaba con el graderío. Una situación tremenda que no se la deseo a nadie; todo el mundo suspira que le toque un toro bravo y noble y, el toro soñado le tocó a Ureña que, pese a que mató mal, por ahí se tapó. Es decir, de haber matado de una estocada su desdicha hubiera sido mayor porque nadie le hizo ni puñetero caso. No es menos cierto que, Ureña es hombre de faenas épicas, pero no estéticas.

Salió su segundo, otra hermanita en cuestión pero,  para su suerte, el animalito tuvo más chispa, razón por la que los muletazos de Paco Ureña tuvieron mejor calado entre las gentes; logró el milagro de emocionar porque tuvo pasajes muy lindos, como diría el maestro César Rincón. Le vimos a gusto, gozando de su faena pero que nadie olvide que el toro, por su bondad, era de dos orejas con fuerza y, Ureña, tras un pinchazo y estocada de ley, le dieron una oreja sin peso alguno; un trofeo que no le permitirá pedir más dinero a los empresarios porque, de hacerlo, lo dejarían sentado en su casa. No es mala recompensa la de este chico con Madrid que, sabedores del calvario que ha pasado, le premiaron con generosidad.

Álvaro Lorenzo anduvo por allí lleno de voluntad con los toros que le cupieron en suerte que, ni el uno ni el otro le quisieron comer. Su primero tenía poquitas fuerzas y, su segundo, con algo más de brío y con embestidas rebrincaditas, no logró nada reseñable. Convengamos que, mejores que Lorenzo los tenemos sentados en sus casas, ahí está Juan Ortega como ejemplo que, al chaval lo estrellaron con una de las corridas más infumables de la feria mientras que, ya vimos, Lorenzo acudía el gran festín del toro bobo y tontorrón.

Casi lleno total en Las Ventas, lo que da la medida de una afición muy agradecida que, para suerte del empresario, con poquito dinero llenó sus arcas muy grandes.

Pla Ventura