En el día de hoy se han lidiado dos toros bondadosos de Núñez del Cuvillo para El Juli, otro violento y encastado para Diego Urdiales que, para terminar la función tuvo que pechar con un encastado animal de Joselito que, pocas facilidades le dio, aunque él se ha superado a sí mismo de la forma que ahora explicaré.
Abría el cartel Diego Ventura, pero nadie sabe las razones puesto que nadie ha comprendido ese cartel raro e inexplicable. Ventura estuvo cumbre como es su norma puesto que, a caballo, sigue siendo el mejor rejoneador de la actualidad, lo dicen sus cifras, sus salidas en hombros de la plaza de Madrid. Como no podía ser de otro modo, hoy ha cortado una oreja en su segundo enemigo tras una vibrante faena. Su primero le ayudó menos, pero Ventura puso todo de su parte.
Es más difícil que le salga un toro encastado a El Juli que a Boris Izaguirre un hijo. Y, cuidado que, lo del individuo citado es difícil, más bien, imposible; pues El Juli, otro tanto de lo mismo. Uno tiene la sensación de que se trae los toros en la furgoneta; claro que, en el día de hoy lo de la furgoneta no tiene cabida porque los toros eran muy grandes, enormes sería la definición. Pero eran toros a medida, sin peligro, sin trasmisión, sin casta; en honor a la verdad, eran santos hasta el límite de los altares. ¿Qué hizo El Juli? Buena pregunta para ser contestada sin herir a terceros.
En su primero, un animalote sin alma, sin apenas fuerzas, lleno de santidad y sin ninguna trasmisión, El Juli lo molió a derechazos hasta que se aburrió. Y, cuidado, técnicamente el chico estuvo perfecto. Si, pero aquello no caló en los tendidos, cosa natural y lógica ante un animal tonto hasta decir basta. Tras matarlo de una estocada nadie dijo esta boca es mía y, suerte la de Julián que en este día la plaza se llenó de gentes tan buenas como los toros puesto que, en otro momento, El Juli hubiera pasado un mal trago, no con los toros, pero si con la gente.
Su segundo era San Francisco de Asís vestido de toro; es decir, un animal para haber hecho el toreo más puro pero, pedimos pureza cuando enfrente no estaba Urdiales, pero sí El Juli que lo toreó a placer sin lograr apenas cautivar nada más que a los claveleros que acudieron en gran medida. Falló con estrépito con la espada y esa es la noticia porque el madrileño, si algo bueno tiene es la espada que parece un cañón. Era un toro para soñar el torero, pero El Juli, todo realidad, no está para sueños.
A la tercera ha ido la vencida puesto que, por fín, en la feria de Madrid han visto la auténtica realidad de la torería de Diego Urdiales que, con toda seguridad emocionó hasta El Rey de España que, curioso como pocos, le preguntaba a Juan José Padilla que estaba a su lado por el diestro de Arnedo, sencillamente, por lo que de factor sorpresa tuvo Diego Urdiales para con su majestad El Rey de España.
Su primero sembró el pánico en las banderillas puesto que toda su lidia resultó difícil y complicada. El toro, que tenía de tonto lo que yo de sacerdote, tras un par de banderillas persiguió a Víctor Hugo y, una vez dentro del burladero el torero de plata, el toro lo cazó atizándole una cornada de órdago. El presagio no podía ser peor y la cara de Urdiales era todo un poema mientras le brindaba a su Majestad. Sin embargo, tras un inicio torerísimo propio del arnedano, muy pronto se echó la muleta en la mano derecha para empezar una auténtica sinfonia torera. El toro se lo quería comer, aunque metía la cabeza, a regañadientes, pero lo hacía. Allí hacia falta un torero capaz, ante todo, con enorme valor para poder crear la obra de Urdiales cinceló en Madrid por si alguien tenía alguna duda al respecto. Derechazos y naturales se dieron cita en las manos y sentidos del diestro que se sentía feliz tras haber salido vencedor ante un enemigo que no le regaló nada. Pases de la firma, adornos y, un trincherazo le salió del alma, por tanto, caló en los tendidos como toda su bella faena. Cuando tenía el éxito grande en su mano, pegó un estoconazo que, para su desdicha no cayó como debiera. No hubo triunfo final, pero sí el regusto de haber presenciada una faena bellísima frente a un toro encastado que, sin duda, dejó el buen lugar al ganadero y, lo que es mejor, El Juli pudo comprobar cómo es en realidad el arte del toreo.
Le devolvieron el segundo de su lote por inválido y salió uno de Joselito que tenía mala leche para dar y tomar; un toro encastado, pero de mucha violencia en el que estar delante era toda un heroicidad; pero en el caso de Uridales la cosa tenía mucho más mérito puesto que Diego se empeñó en hacer el toreo tan puro como siempre y, por momentos, teníamos la sensación de arriesgaba su vida a sabiendas que no habría premio final. Ahora sí, la estocada fue auténtica, en todo lo alto, una de la estocadas de la feria.
Por cierto, ¿qué se dirían en el saludo El Juli y Diego Urdiales porque sospecho que hasta el día de hoy no se habían encontrado jamás? Urdiales diría, coño, qué suerte la mía estoy junto a El Juli, bien empezamos. Y El Juli pensaría, como a este se le ocurra torear hoy como dicen que sabe, me arruina la tarde. Y así sucedió.
Para mañana cartel estrella. Toros de Celestino Cuadri para El Juli, Morante y Manzanares. ¿Lo puede creer alguien? Seguro que no, sencillamente porque es imposible. De cualquier manera, los citados toreros, si un día decidieran matar dicha corrida en Madrid todos nos quitaríamos el sombrero, pero les aseguro que nunca nos dará el sol en la cabeza.
Pla Ventura