¿Por que matan a los toros?

La pregunta  es sencilla y rara vez se aclara,  y la respuesta no es fácil de prescribir. En la vida muchas veces nos encontramos que no todo tiene una evidencia. La evidencia  del latín, ēvidens, visible, cierto , manifiesto  es un conocimiento que se nos aparece intuitivamente de tal manera que podemos afirmar la validez de su contenido, como verdadero, con certeza, sin sombra de duda. En un sentido más restringido se denomina evidencia a cualquier conocimiento o prueba que corrobora la verdad de una afirmación. Todos tenemos una idea de lo que es la evidencia con tal de que no tengamos que explicar qué es y en qué consiste, pues bien, por inaudito que parezca, en la vida no toda es evidente, no todo es fácil de responder.

La muerte del toro encuentra su respuesta en un sinfín de razones como la refutación común de que se trata de un  Ritual cuyo centro es  el  animal. Este Acto se llamaba El Holocausto (Biblia: Levítico 1; 3-17), olah es «lo que sube,» y se refiere probablemente a que el humo del Sacrificio totalmente consumido es elevado hacia Dios. Consistía en un animal macho de vaca, oveja o ave  y era consumido por completo, a excepción de la piel, por el fuego del Altar. La piel era entregada al Sacerdote y la sangre del sacrificio era rociada alrededor del Altar. Esta Ofrenda diaria era hecha para la nación y para los religiosos  para garantizar la expiación (Biblia: Lev. 1; 4). Una Ofrenda de culpa de pecado generalmente continuaba después del Holocausto. La idea central del Holocausto era la entera consagración a Dios desde que el fuego consumió el animal. Simbolizaba  el abandono de sí mismo y la entrega personal a Dios para el perdón de los pecados.

En el cristianismo todos los Sacrificios de animales señalaban la muerte de Cristo. Él fue consumado totalmente por la voluntad de Dios para obtener nuestra justificación. Hebreos capítulo 10 enfatiza en el único Sacrificio de Cristo, suficiente para expiar el pecado: «En esa voluntad somos santificados mediante la Ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre.  Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo Sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios» (Biblia: Hebreos 10:10-12).

Cierto es que en las Corridas de toros no hay Altar ni Ritual Sagrado, ni política ni religión, salvo “el Duende”  que ejerce la misma función, salvando la analogía, que el Espíritu Santo que desciende de manera misteriosa e invisible pero totalmente operante a inspirar y a acompañar cada suerte y paso en la lidia. La Corrida de toros, para ser coherentes con la tesis del Holocausto,  es el claro vestigio de semejante Rito, fosilizado en espectáculo de masas de aficionados y lunáticos, cuyo sentido original y profundo se entrevé.  Este espectáculo tiende a su paroxismo y arrebato desde el principio hasta el final creando una obra de arte, una cultura, y una sapiencia. La muerte del toro no es el fin de la lidia sino el hacer algo bello entre dos fuerzas, la valentía  humana y la bravura del animal, es la distensión como la muerte del héroe en la tragedia. Es la Inmolación, la estocada rápida, breve, eficaz, que trasmite al toro toda la realidad humana-celestial que se respira en el ambiente, las nubes abrazan el Ruedo, y comunica toda la muerte que durante las diversas suertes parecía lógicamente reservada al torero. No se nos puede olvidar que el toro es un animal en constante espíritu de lucha con dos espadas, cornamenta-pitones, amenazando al torero que solo se defiende con una muleta o capote, (trapos),  durante la lidia y que solo se le permite armarse de espada en la suerte de entrar a matar que no es en cualquier momento.

El Holocausto del toro, permitirme usar esta palabra, tiene un sentido preciso. Si quitamos la liturgia a la tauromaquia nos quedamos desnudos de argumentos. En este espectáculo se produce la representación de un intercambio, casi obrado por la mano de Dios – (del Duende o Genio decimos en Tauromaquia) – entre el torero y el toro. El toro inexcusablemente  en la muerte trasmite su poder, su potencia genésica, su sagracidad a su Triunfador que es el torero, se produce una trasmisión entre la Humanidad del torero y la bravura del toro. El torero mata al toro elevándolo por encima de su propia naturaleza como la Ofrenda más sublime que puede contener la tierra, cultura y arte abrazadas en un romance , y trasmitiendo al toro su dignidad, a su vez el torero recibe la bravura, la virilidad, la “omnipotencia”, el valor y el poder que el toro tiene. ¡Es necesario que el toro muera para perpetuar su especie! La corrida de toros sin la muerte del toro,  Por supuesto también puede ser indultado o matado simbólicamente,

Es un espectáculo amputado, un  relato inacabado, una sinfonía sin su coda, un trabajo sin salario.

 

Por David Benavente