Un novillo de Monteviejo en Ceret

Desde el pasado 20 de junio, disfrutamos de lo que los propagandistas gubernamentales han convenido llamar “nueva normalidad”. Qué cosas: celebramos ser libres, esencia de la que el ser humano goza por el mero hecho de ser, de nacer. Cuán preciado valor tantas veces devaluado; tantas veces en peligro por los intolerantes de nuestro tiempo. Pero sin extraerme en demasía del propósito de estas líneas, en esa nueva normalidad (más seudo que nueva) los toros también tienen lugar: a uno y otro lado de los Pirineos.

Las ilusiones con los anuncios de nuevos festejos se disipaban abruptamente al conocer su conformación: un rejoneador, Enrique Ponce y otro. Por desgracia, esta ha sido la imaginativa, innovador, revolucionaria propuesta que el sistema ha ofrecido. Como ven, los toros son ajenos a cualquier nueva normalidad, siempre es la misma realidad, vieja y oxidada. En este caso, sí conviene -como agua de mayo- un estadio distinto, tan distinto que entrara con la fuerza de una revolución. Revolución que no puede olvidar al toro y a ese patrimonio genético que es la variedad de encastes.

Aún no habíamos abandonado ese cruel, largo y agónico estado de alarma, en los momentos más crudos de la pandemia, cuando se anunciaron las cancelaciones de Vic-Fezensac y Céret. En el caso de la primera, aún no se conocían los carteles, que presentaron con posterioridad. Ambas comisiones se comprometieron a mantener idénticas contrataciones toreras y ganaderas de cara al próximo año. En ningún momento, ha trascendido a la opinión pública replantearse celebrarlas. No seré quien critique a ceretanos y vicenses por tan dura decisión. Tampoco dudo que habrá nadie más dolidos por tan terrible decisión que ellos.

Sin embargo, no hay dos sin tres, y pocas veces el dicho se confunde. A las dramáticas cancelaciones de las localidades francesas, se ha sumado la española de Cenicientos. Otro estandarte del toro bravo, íntegro y fiero. La decisión se publicó el pasado martes. Este año, el municipio madrileño había presentado una interesantísima feria, con el regreso de los toros de Cebada Gago y una corrida concurso de seis encastes diferentes. No obstante, llegó esta atroz pandemia y todo ha quedado en simples ilusiones. A partir de esta semana, se pueden dar festejos taurinos en la Comunidad de Madrid con un aforo máximo de tres cuartas partes respecto del total. Por tanto, la posibilidad de celebrar la Feria existe, y no creo que la limitación la haga inviable.

Un Conde de la Maza en Cenicientos

La comunicación de la decisión por parte de la alcaldesa de la localidad, Natalia Núñez, no viene exenta de polémica. En la red social Twitter, la edil lamentó la ausencia de apoyo por parte del Centro Asuntos Taurinos del Gobierno regional, a cuyo frente está el matador de toros Miguel Abellán. Sobre la labor administrativa del torero difícil sería escribir, pues poco se puede hacer acerca de lo que no existe. ¿Aparte de confrontarse con los aficionados, ha hecho algo? ¿¡Qué coño está haciendo!? Es inadmisible que poco se haga desde esta dirección general para salvaguardar las ferias de los pueblos. En las actuales circunstancias, el paciente crítico que son los toros en los pueblos se agrava con el lento transcurso del tiempo.

Si bien me escandaliza la idea de una nueva normalidad que rija en nuestra vida civil, plaño para su elemental llegada en el mundo del toro. Esta dramática y cruel pandemia debería habernos enseñado lo volátil que es el mundo del toro. Cómo puede destruirse el trabajo de muchos años. Los pueblos y los ganaderos -concretamente, los minoritarios- merecen todos nuestros esfuerzos. Se ha demostrado su debilidad, los tres baluartes del toro-toro se han cancelado. ¿A alguien en su sano juicio se le ocurre que las obras del Prado acabaran en una trituradora? Pues la diversidad genética del toro no debe acabar en las alcantarillas de un matadero, tan patrimonio nuestro es una cosa como la otra.

Por Francisco Díaz.

Desencajonamiento de toros para la feria de San Ignacio en la plaza de Azpeitia. (25-7-2011). Foto: Félix Morquecho.