Por Luis Cordon, Fotografia Andrew Moore

Qué tarde más mala estaba saliendo. Muchos ya desertaban de su escaño siendo arrastrado el quinto, aburridos y decepcionados por la falta de trapío y de casta de los de Pepe Escolar, y también por el pegapasimo de los tres matadores, incapaces de sacarle partido a una corrida suavona que se dejó torear con nobleza.

Y con el ambiente cargado de tedio y pesar, hizo aparición en el ruedo un galán apodado Chupetero, con el número 10 en el costillar. Los aplausos no tardaron en oírse una vez que los aficionados pudieron comprobar de cerca la preciosa estampa del bicho. Tanto así, que parecía el padre de sus cinco predecesores. Chupetero ya dejó claro desde el primer capotazo que tomó de Luis Bolívar que sus embestidas iban a llevar mucha clase. Bolívar consiguió estirarse en el recibo y sacarse algunos lances templados. Luego, ya en varas, dejó al toro de largo para que fuera lucido. Chupetero entró al primer encuentro y el picador, Félix Majada, no fue capaz de agarrar el puyazo, por lo que el toro empujó con la cara abajo y cumplió en este primer encuentro sin el palo encima. Bolívar lo volvió a colocar largo y de nuevo Majada, después de hacer la suerte con algo más que corrección, volvió a no conseguir agarrar el puyazo, por lo que el toro de nuevo volvió volvió emplearse con muy buenas maneras, pero sin ser castigado. Con dos entradas, el toro apenas sí tenía dos pequeños refilonazos, por lo que Bolívar volvió a colocarlo de largo por tercera vez y el toro acudió de nuevo con alegría, pero esta vez el picador colocó el palo, resultando ser el puyazo caído, y en un primer momento el animal metió la cara y empujó, pero después echó la cara arriba e hizo ademán de quitarse el palo. Lo sacaron inmediatamente y se cambió el tercio bajo las protestas de los aficionados, pues hubiera gustado mucho ver al toro en una cuarta vara. En banderillas el toro se desplazaba largo y surcaba el albero con el morro, cosa que se demostró gracias a los buenos capotazos de ese magnífico peón de brega que ha sido siempre EL Jeringa. No menos se lucieron con los palos sus compañeros de cuadrilla, Miguel Martín y sobre todo Fernando Sánchez. La lidia de Chupetero estaba resultando intensa hasta el momento, y prometía más vibración según Bolívar se disponía a vérselas cara a cara con él. Los primeros muletazos, con la derecha y en los mismos medios, el toro desbordó por completo al matador con su casta, cambiando este de mano para continuar con naturales. Se vio a Bolívar más reposado y asentado con la muleta en esta mano, pero los primeros muletazos no consiguieron salir ni limpios ni mandones. Le siguió otra serie en la que Bolívar consiguió tirar de Chupetero con más mando y poder, pero sin cruzar la línea ni una sola vez. El resto de la faena, basada sobre la mano izquierda, continuó la tónica de pases muy despegados de Bolívar en los que metió mucho el pico y sin conseguir en ningún momento someter al animal para llevarlo podido. El toro se fue parando y quedando más corto cuanto más se le alargan la faena, además de que empezó a aburrirse y a salir con la cara alta de cada muletazo. Y es que hasta el toro se aburrió de tal faena, ganándole la partida a su matador. Se tiró Bolívar a matar como quien se tira a la piscina en plancha, saliendo rebotado y cobrando una estocada que cayó en buen sitio. Gran ovación para el buen Chupetero, quien dio un toque colorido a tan gris tarde; y palmas entremezcladas con pitos para Bolívar.
La corrida, más allá de ese gran Chupetero, tuvo muy poca historia. Los toros de Pepe Escolar, quitando a ese Chupetero y al cuarto de la tarde, tuvieron presencia más de preescolar, por chica, terciada, vareada, y luciendo muy poco remate. Tampoco fue un derroche de casta la corrida, lo que no quiere decir que no se les pudiera haber toreado y lucirse ante ellos. Rafaelillo, en esta su segunda y última tarde isidril, de nuevo fue autor mediato de sendos asesinatos durante el tercio de varas a sus dos opinentes, ejerciendo otra vez como matarifes Juan José Esquivel y Agustín Collado, quienes mañana no podrán ni mover el brazo derecho más de medio milímetro a causa de las agujetas. Rafaelillo pasó sin pena ni gloria ante dos toros sin grandes complicaciones aparentes durante los dos primeros tercios, pero que una vez con Rafaelillo delante, parecían alimañas. Nunca fue capaz el matador de bajarles la mano, ni de someterlos con poderío, ni de alargarles el viaje. Más bien, se dedicó a pegar trallazos por arriba y a acortarle el viaje a los animales, lo que provocaron arreones por parte de los de cuatro patas y dos cuernos. Mal con la espada Rafaelillo en sus dos toros, y conclusión final de que su feria ha sido bochornosa.

A Robleño se le aplaudió y jaleó mucho en su primer toro, un preescolar al que se le pegó también bastante en varas, y terminó con una embestida tan suavona que recorbada sobremanera a los saltillos mexicanos que las figurinas de porcelana se rifan al otro lado del charco. De esta condición se valió Robleño para sacar algunos muletazos templados con la mano derecha, pero sin conseguir tirar del toro hasta el final. Más bien, se la dejaba puesta, corría la mano con suavidad y, a mitad del muletazo, se la quitaba del hocico al toro. Tal quehacer llegaba a ciertos sectores de la plaza, pero en otros se le recriminaron al matador tales maneras. Acabó con estocada caída y atravesada, más dos descabellos.
Mucha menos suerte tuvo Robleño ante el quinto, el más morucho de toda la corrida y, por ende, con nulas posibilidades de lucimiento. Robleño se excedió en tiempo ante el toro, realizando una faena larga y totalmente hueca de emoción y de interés.
Bolívar, además de su quehacer lidiador ante el buen sexto, tuvo en sus manos en tercer lugar a un ejemplar que, muy castigado en el primer tercio, sacó en el tercio a muleta cierta nobleza y actitud de dejarse torear, pero sin la más mínima casta. Bolívar bien pudo haber sacado algunos muletazos excelsos ante tan manejable ejemplar, pero su faena, basada casi por completo sobre la mano zurda, no pasó de los trallazos pegando el latigazo hacia fuera, y colocándose fuera de cacho. La estocada tendida y caída que dejó fue suficiente.
El encastado y buen Chupetero no ha servido, ni mucho menos, para tapar la decepcionante tarde de los escolares. Corrida muy suavona y carente de casta, así como presentación censurable. Claro, los buenos ya sabemos para dónde están reseñados… ¿Se dará la vuelta alguno en Santo Domingo este año, como en años anteriores? Ahi estaremos para verlo.