Por Luis Cordon, Fotografia Andrew Moore

Se acabó el cotarro. ¿Qué vamos a hacer sin toros, después de un mes intenso acudiendo a la plaza, fieles a nuestra cita con la Fiesta? ¿Qué va a ser de nosotros a partir de ahora, sin esas animadas tertulias con los vecinos de abono; sin nuestras alegrías cuando se ven retazos de torería y de emoción; sin nuestros enfados cuando se viven despropósitos; sin esas tardes de tedio en las que uno solo tiene ganas de que todo acabe para irse a cena; sin el día a día típico de San Isidro de conocer los toros a lidiarse por la tarde o de leer las opiniones de otros aficionados sobre lo acontecido en el día anterior?

Se acabó la feria de San Isidro de 2018, y lo ha hecho con la tradicional corrida no incluida en el abono que lleva el nombre de la Prensa, en la que se ha lidiado una corrida de Victorino Martín. ¡¡Una de Victorino Martín para finalizar este mes de toros!! Como en aquellos tiempos que tan lejanos parecen en los que se cerraba la feria lidiándose una de cárdenos herrados con A coronada. Qué tiempos aquellos, en las que Victorino Martín era un clásico cerrando la feria y nunca dejaban indiferente a nadie, gracias a su bravura, casta, emoción y dureza. Qué lejano queda todo aquello.

Qué melancolía y qué tristeza se palpaba en el ambiente una vez los aficionados abandonaban la plaza después de lidiarse la de Victorino para finiquitar este mes de toros. Y no porque se trate del fin de la feria precisamente. Melancolía, tristeza, enfado, decepción y hasta cierta resignación, porque cada año, cada temporada, cada festejo y cada corrida que, desde un tiempo a esta parte, se lidia de esta ganadería, más en evidencia queda el hecho de que el heredero del gran Victorino Martín Andrés no tiene lo que se dice en mente seguir con la cría de aquel albaserrada duro, encastado, vivo, emocionante, completo en los tres tercios y bravo. Qué se le pasa por la cabeza a Victorino Martín García es algo que solamente él conoce, pero vistos los resultados ofrecidos desde hace un tiempo a esta parte, desde luego que el actual ganadero no parece ser muy partidario de la casta. Y si lo es, sus toros lo disimulan bastante mal.

La corrida de Victorino Martín que ha cerrado el mes de toros venteño ha venido muy bien presentada y es justo, qué menos, resaltar la impresionante fachada que lucieron los seis animales. Pero, salvando el tercero de la tarde que sí hizo honor al hierro y a la casta (y tan solo a medias, ya que muy poco se le castigó en varas), ahí se quedó la cosa. En solamente fachada. Ni emplearse en el caballo, ni casta, ni ese temperamento tan de lo Victorino, ni nada de nada. Y de castigo en el primer tercio, no hablemos. ¡¡A quien se le hubiera dicho hace 12 años, y de ahí para atrás, que a los victorinos se les pegan dos refilonazos y ya con eso van sobrados!! ¡¡O pegarle un pendulazo desde los medios como el que le ha pegado Manuel Escribano al cuarto, y el animal si inmutarse!! ¡¡Qué ruina!!

Escriban, Ureña y de Justo han dado cuenta de la corrida y, cada uno a su estilo, han hecho lo que buenamente han podido y sabido hacer. Manuel Escribano, más allá de irse a portagayola en sus dos toros, banderillear a toro pasado, el pendulazo desde los medios (al Victorino que sabe que se lo puede hacer, claro), dar medios pases muy mal colocado y sin gracia alguna, así como matar malamente, no da para más el hombre. Ante dos toros flojitos, sosos y pastueños, ha calcado sendos quehaceres basándose en las premisas anteriormente enumeradas.

Paco Ureña ha estado hoy en Madrid después de perderse su anterior compromiso del día 25 de mayo por una lesión cervical. Y dentro de que ante el segundo toro ha estado bien y de no haber matado mal se hubiera llevado una merecida oreja, bien es verdad que se le ha visto limitado de facultades y lejos del 100% que se requiere para estar ante el toro. El segundo de la tarde ha sido un toro suavón y manejable al que ha conseguido llevar embebido en los vuelos de la muleta en muletazos sobre la mano derecha en los que corrió la mano con despaciosidad y mando. Una sola serie con la izquierda templada y poderosa, y aquí acabó el toro y la faena. Con inteligencia se fue Ureña a por la espada, y antes de cuadrar al toro intentó naturales sobre la mano derecha, que no destacaron. Una estocada caída que hizo guardia le impidió pasear una merecida oreja.
Intentó Ureña ante el quinto realizar el toreo, pero el oponente pasaba sosamente y sin transmitir, por lo que cualquier conato de toreo por parte del matador quedaban en nada. Se excedió Paco Ureña más de la cuenta porfiando ante semejante ejemplar, y el personal acabó aburrido y pidiendo la hora.

El único toro de la corrida que desarrolló condición picante en la muleta fue el tercero, tan poco castigado en varas como toda la corrida, y con el que Emilio de Justo no se entendió, en una faena muy atropellada y falta del más mínimo atisbo de temple y poder por parte de un Emilio de Justo que se vio muy por debajo de la situación. El toro tuvo buena condición sobre todo por el lado derecho, y su matador, sacádolo al tercio, comenzó con series de muletazos sobre la mano derecha, en los que pocos muletazos dejaron de ser enganchados. Cambió de Justo la muleta a la mano izquierda, lado por el cual el animal no embestía con la misma claridad que por el pitón derecho, y de Justo no consiguió alargarme el viaje al toro y tirar de él con poderío. De nuevo cambió el torero a la mano derecha, y siguieron los enganchones y la falta de mando sobre una embestida que se fue al desolladero sin ser aprovechada por un torero al que le vino grande todo.
El sexto tuvo un peligro sordo y probó a los banderilleros en cada envite que estos osaban a afrontar. Cumplieron con sobriedad, y el tercero José Luis Neira, de la cuadrilla de Escribano, evitó algunas cornadas al estar siempre atento y bien colocado. De Justo estuvo valiente y dispuesto ante semejante prenda. Aguantó gañafones y coladas estoico y resolvió la papeleta con dignidad, pero de nuevo volvió a alargar el trasteo innecesariamente, pues lo único que podía haber sacado ante ese toro hubiera sido una cornada. Se tiró a matar con verdad, pero cobró una estocada desprendida.

Más allá de ese buen hacer de José Luis Neiro en los quites, dentro de las cuadrillas destacó Pedro Iturrialde señalando un puyazo en el sitio, la brega de Ángel Gómez al tercero y los pares de banderillas de Morenito de Arles a este tercero.Corri