Para apoderar a un muchacho que empiece su singladura taurina, ante todo, hay que ser un héroe para llevar a cabo tal menester puesto que si el torero no triunfa piensa que está en las manos de un “matao” y si logra el éxito aspira a lo más grande, justamente aquello que le ofrecen en bandeja las casas grandes puesto que, como quiera que el trabajo sucio ya está hecho, todo lo demás entienden que llega rodado.
Difícil la tarea para esos hombres románticos que, llenos de afición, rociados de ilusión y poniendo muchas veces dinero de sus bolsillos, aspiran a tener un diamante en bruto en sus manos como pueda ser cualquier torero que empiece su carrera; un diamante que, llegado el caso, es el apoderado el que debería de pulir para tener la lógica recompensa pero, de forma desdichada ocurre siempre lo contrario. Recordemos que, la mayoría de los toreros, a poco que consigan un éxito de mayor o menor relevancia, ya buscan las casas grandes para que les apoderen dejando en la cuneta al romántico que, cuando no eran nadie, apostó por ellos.
Así fue el caso de Alejandro Talavante con Antonio Corbacho puesto que, el apoderado le cogió de becerrista, triunfó como novillero a su lado puesto que, su ciencia, trabajo, tesón, amistad, cariño e incluso dinero, fueron las armas con las que trabajó Antonio Corbacho para sacar del ostracismo a Talavante y, cuando el diestro, de la noche a la mañana se convierte en figura del toreo le dio una patada a Corbacho con el consabido si te he visto no me acuerdo. Todo ello tuvo unas consecuencias dramáticas puesto que, a raíz de aquel amargo disgusto, Corbacho enfermó de cáncer que le llevó a la tumba. Como sabemos, hay más muertes por disgustos que del propio cáncer pero, como quiera que ese tipo de “delitos” no está tipificado como tal, el muerto al hoyo y el vivo al bollo.
Podríamos nombrar a decenas de toreros que, cobardemente, han abandonado al apoderado de “toda la vida” para ponerse en manos de un grande, al menos así lo entienden los que buscan el triunfo rápido y sencillo. El último ejemplo lo tenemos con Francisco de Manuel que, tras su gran éxito en la pasada feria otoñal de Madrid, despidió de mala manera a su apoderado, Manuel Campuzano y si te he visto no me acuerdo. Luego, claro, tendrá que atenerse a las consecuencias puesto que, al final, los desagradecimientos suelen pagarse muy caros. Se quejan los toreros de las ingratitudes que se cometen contra ellos pero, como se demuestra, ellos no se acuerdan de las que ellos propician a sus apoderados. Torero amigo, el que esté limpio de culpa que tire la primera piedra, ¿verdad?
Como dije un día, los toreros deberían tomar nota si de apoderamientos hablamos, del diestro Diego Urdiales puesto que, desde que se encontró en su camino con Luis Miguel Villalpando han formado un “matrimonio” indisoluble, tanto en las duras como en las maduras; como digo, todo un ejemplo de convivencia y ejemplaridad entre apoderado y poderdante porque, en honor a la verdad, convencido estoy, razones para la ruptura las tendrán casi todos los diestros, lo grandioso es aguantar y entender la posición de cada cual a la espera de un mañana mejor. Al final, de los personajes citados, como se sabe, gracias a ese entendimiento han saboreado juntos el éxito, a las pruebas me remito, todo ello sin necesidad de exclusivas ni gaitas gallegas.
Claro que, si de facultados hablamos, la unión entre Morante y Pedro Marques es lo más hermoso de todo el escalafón. Nadie conocía la existencia de este chico y mucho menos en sus funciones como responsable directo de la carrera de un torero pero, como quiera que la persona de Morante todo rocía genialidad por todos los poros de su piel, el diestro de la Puebla, heterodoxo como el que más en este sentido, puso a su lado a un amigo querido, le explicó su tarifa y le entregó un teléfono: “Toma, ya te irán llamando, ya sabes lo que tienes que hacer” Y lo hizo, vaya si lo hizo, pero de forma sensacional, cien tardes avalan a Pedro Marques, ahí es nada.
Los ejemplos de Urdiales y Morante son el vivo retrato de lo que debe ser un apoderamiento cabal y consecuente. Y como quiera que hayan obrado con justicia y equidad, a ambos diestros, cada cual a su manera, les ha ido muy bien. El problema viene cuando llegan los cantos de sirena al oído de muchos toreritos que se creen Antonio Ordóñez cuando, la realidad dista mucho del pensamiento. ¿Qué ocurre? Escuchan dichos cantos, se marchan con los apoderados fuertes pero lo que ellos no saben es que dichos facultados les utilizan como vil papel higiénico; usar y tirar, miles de pruebas podría dar pero no quiero herir a nadie.
Todo lo explicado viene a demostrar que, ser torero frente al toro es una labor complicada pero, actuar como tal junto a las personas que tienes a tu lado, especialmente el mandatario, eso es más difícil que empuñar la muleta y la espada. Por dicha causa, la insensatez de muchos diestros en este aspecto, es por ello que se han perdido en ese camino muchos toreros que tenían condiciones importantes para serlo. Luego, claro está, vienen las lamentaciones pero ya es tarde.
En la imagen, Antonio Corbacho, el apoderado que murió por lo que él consideraba una gran causa para vivir, nada más y nada menos que Alejandro Talavante.