Este medio llamado Internet que podría servir para tantísimas cosas de provecho, por momentos, en vez de ser una vía de comunicación se convierte en un estercolero que apesta lo inimaginable. Me explico. Hace unos días pude leer en una página Web en la que un apestoso, hablando de toros decía que, la culpa de todo lo que pasó en El Puerto de Santa María, por aquello de lo que se le criticó al empresario de que había aumentado el aforo permitido, que uno de los culpables era Santiago Abascal que, como aficionado, estaba en los tendidos para admirar a su amigo Morante, algo que hemos hecho todos cuando ha toreado un amigo querido; y si no ha sido amigo, es igual, hemos asistido como aficionados.

Decía esa rata de alcantarilla –maricón por más señas- que no le haré jamás publicidad, que Santiago Abascal había acudido a El Puerto de Santa María para provocar al personal, es decir, como incordio por aquello de ser aficionado a los toros. Fijémonos hasta donde ha llegado la locura colectiva que nos invade que, siguen habiendo cerdos que acusan al gran político español porque como se demuestra, es el único aficionado a los toros; vamos, como si por asistir a las corridas de toros, con ello estuviera cometiendo un delito.

Hemos enloquecido, hemos perdido el norte y, lo que es peor, a toda esta gentuza se le sigue dando cobertura en medios putrefactos para eso, para que suelten todos los excrementos que les sobran. Ya no queda sentido común; se han perdido todos los valores y, como se demuestra, solo priva el odio, el rencor, las malas artes en todos los sentidos y, si ven que hay una persona sensata en este mundo hay que cargársela, caso de Santiago Abascal que, además de aficionado a los toros, entre otras cosas, es el político más culto del momento, ahí está el libro que narraron juntos Abascal y Fernando Sánchez Dragó.

Ante lo que está sucediendo en la sociedad actual, personas que murieron hace apenas diez años, de resucitar y ver cómo ha quedado el mundo que ellos dejaron, en que se ha transformado, seguro que morían de nuevo al instante. No queda ética, ni educación, ni buenas formas, ni nada que pueda sustentarse con la propia vida. Todo está al revés, que se lo pregunten a Santiago Abascal que, por ser aficionado a los toros lo tienen en el punto de mira, eso sí, lo que no es delito y encima se premia, son los hijos de puta de los okupas que, auspiciados por esos políticos putrefactos y malditos, siguen apoyando a este gremio que, cada día es más numeroso.

Pobre Santiago Abascal que, sin pretenderlo, ha elegido una época política en la que sus valores no valen para nada; que su honestidad ni siquiera es respetada y, para colmo, como explico, es aficionado a los toros; es decir, para la gran mayoría de enfermos de este país, Abascal es un apestoso. Hace veinte años, de haber irrumpido Abascal en el espectro político, sin lugar a dudas, hubiera sido el presidente de España pero, en la actualidad, con la burros que hay sueltos por España, dudo que el hombre pueda lograr nada relevante.

Es de admirar la figura de Santiago Abascal que, sabiendo el momento tan criminal por el que España atraviesa en todos los órdenes, seguir en la brecha por conseguir un mundo mejor, ya tiene mérito pese a que, como digo, seguro estoy que él está tan convencido como yo de que su doctrina apenas tendrá seguidores en un futuro, cuando menos en esta España que los grandes medios de difusión y unos políticos indeseables, se han encargado de que todo se vaya a la deriva. Eso sí, esa personalidad arrebatadora de Abascal, si en vez de crear un partido como Dios manda en la búsqueda de los valores y derechos del ser humano, se hubiera unido a Podemos y para colmo fuera maricón, ya teníamos líder para toda la vida. Lo dicho no deja de ser una metáfora pero, analizada, es una verdad como un templo.