Ante todo, es de festejar que por fin Alicante tenga de nuevo su feria taurina, algo que nos llena de gozo. El hecho de que vuelvan los toros a nuestra ciudad no deja de ser un gusto en toda regla. Queríamos toros, nada es más cierto, pero lo que tengo mis dudas es si los aficionados querían los carteles que se han confeccionado puesto que, si encuestásemos al grueso de la afición alicantina, la gran mayoría mostrarían su total desacuerdo con los carteles presentados.

Es de agradecer que nuestra feria se organice en memoria del torero más importante que ha dado Alicante, el maestro Manzanares en lo que representa el hecho de que este año se cumplen los cincuenta años de su alternativa, un festejo que nos cupo la dicha de presenciar en que, Luís Miguel Dominguín en su reaparición y don Santiago Martín El Viti doctoraban al jovencísimo Manzanares. Por cierto, la novedad de dicha feria no es otra que el busto de Manzanares que le ha regalado el diestro Morante de la Puebla a la ciudad de Alicante, todo un detalle digno de agradecer; busto que será instalado en un lugar predominante de la plaza.

La prosopopeya está montada pero, los carteles dejan mucho que desear porque, en la actualidad, lo que se dice toreros buenos tenemos varios y desaprovecharlos es poco más que un pecado mortal y, salvo Juan Ortega que sí hace acto de presencia en nuestra feria, todos los demás son el maldito calco reiterativo de hace muchísimos años y, repito, la afición está cansada y la prueba no será otra que el aforo permitido, dudo que ninguna tarde se llene.

Comprendo, como cosa lógica, que la base de la feria sea Manzanares por razones obvias; porque es un buen torero, es el hijo del homenajeado y porque tiene todo el derecho del mundo a ostentar dicho título para ser el referente de la feria pero, tampoco nadie se hubiera rasgado las vestiduras si Manzanares hubiera actuado una tarde y, en su segunda comparecencia, que ésta hubiera sido para Emilio de Justo, los demás, a excepción de Morante, sobran todos.

¿Acaso hemos visto a los aficionados de Alicante paseándose por las calles de la ciudad con pancartas pidiendo que viniera El Juli, Enrique Ponce, Antonio Ferrera, Cayetano…? Eso no ha ocurrido, por tanto, ser machacones en la reiteración de los carteles que aburren a Dios y a su padre, ese ha sido el motivo de la desertización del aficionado de las plazas de toros y, Alicante no escapará de dicha maldición.

España entera pudo ver mediante la televisión en Vistalegre que, el gran torero por antonomasia se llama Diego Urdiales que, si de arte y pureza hablamos, no cabe más arte en la persona del diestro riojano. Al parecer, como no tiene padrinos, no le bautizan, he ahí los motivos de su ausencia en Alicante. Es el caso de Pablo Aguado que, por novedad, por torería, por singularidad en sus formas y modos, hubiera sido esperado con total ilusión y, nuestro gozo en un pozo. Insisto que, en dichos carteles, tal y como se han confeccionado, hasta nos suena a milagro que podamos gozar de la presencia de Juan Ortega.

Por ejemplo, en el cartel de El Juli y Manzanares, ¿no cabía como primero en el triunvirato Finito de Córdoba? ¿Y haber puesto a Diego Urdiales por Cayetano? ¿No hubiera dicho mucho más Pablo Aguado que Enrique Ponce? Muchas preguntas nos hacemos pero no hallaremos respuesta alguna.

Es más, debido a las restricciones impuestas, era ahora el momento justo de traer a los toreros ausentes que, sin duda, si en un época normal hubieran atraído a más gentes que los diestros antes citado, en este momento, debido al aforo permitido, era el instante preciso para haberles contratado pero, los taurinos, como vemos, siguen persistentes en destruir la fiesta porque todo lo que no sea novedad y dar cabida los jóvenes artistas de la actualidad, todo es retroceso. Hasta el mismo Diego Carretero que se doctoró en Alicante con un triunfo de clamor y no ha vuelto, dicho espada hubiera sido bien recibido porque, hace pocas fechas, en Tobarra, dictó una lección de torería.

De los toros prefiero no hablar. Garcigrande, Juan Pedro y Luis Algarra, átame esa mosca por el rabo diría el otro. Con dichas ganaderías se barrunta el fracaso desde lejos, pero tampoco hace falta ser ni muy aficionado y mucho menos un genio. Las pruebas constatadas que tenemos de dichas ganaderías nos hacen presagiar el fracaso al más alto nivel o, en su defecto, que los toreros se pongan bonitos ante animales indefensos. Alguna esperanza me queda con los toros de Aurora Algarra pero, tampoco quiero echar las campanas al vuelo no vaya a ser que, en el volteo me lleven por delante.