Si creíamos que lo peor había pasado, refiriéndonos al pasado año, un ciclo de horrible recuerdo, hasta sospecho que estamos equivocados. En estos instantes, por lógica, nos vence la añoranza de tiempos pasados que datan del pasado año en su inicio que, cuando nos las prometíamos muy felices, de repente se nos vino todo abajo para llenarnos de tristeza y desolación.
Añoramos otras temporadas, como cosa lógica que así sucedía en que, en estos momentos, a primeros de año ya repicaban las campanas de alegría por aquello de que íbamos conociendo los avatares de lo que sería la temporada y, en los momentos actuales, como antes decía, es la desolación la que nos inunda por completo.
Hemos sufrido dos pandemias; si no teníamos bastante con la pandemia natural que ha llevado a la tumba a miles de personas por la enfermedad, para colmo, como si de un presagio maldito se tratare, hemos tenido que hacer frente a la pandemia del gobierno puesto que, como sabemos, si la pandemia natural ha matado a casi cien mil personas, la inanición del gobierno ha llevado a la muerte económica a cientos de miles de personas que, no les ha matado el virus, pero que han muerto económicamente y, como se adivina, muchos de ellos llegarán a la tumba porque se han quedado sin pan. Entre los que cito, ahí está, de forma desdichada, el colectivo del toreo que no se le ha atendido en lo más mínimo, por ello, llevan como cruz, la indiferencia de un gobierno apestoso que les ha conducido a la más vil de las miserias.
Era hermoso, por estas calendas, comprobar cómo saltaban a la palestra las noticias de siempre, las que nos reconfortaban al pensar que, por ejemplo, Valdemorillo, como primera feria de España nos ilusionaba por completo. Ya teníamos, con el anuncio de dicha feria, los dimes y diretes para pronunciarnos al respecto. Olivenza e Illescas, de igual modo, presentaban sus carteles, lo que venía a demostrar que la temporada había comenzado a andar. Por consiguiente, los primeros carteles de Madrid ya estaban en la calle, como los anuncios de la feria de Sevilla, Castellón y Valencia.
Ahora, por la situación que todos conocemos reina el silencio que, en definitiva, es lo peor que nos podía pasar; un drama en toda regla. No tenemos argumentos para poder escribir, razón por la que nos aferramos a lo que nos dicta el corazón, que no es otra cosa que rememorar tiempos pasados, analizar el maldito presente que nos invade y, por encima de todo, tirar de corazón abierto para que nuestra llama como aficionados no se apague jamás.
Poco es lo que tenemos, nada es más cierto. Pero esa llama de la afición es la que nos tiene que mantener vivos para que no muera jamás esta fiesta que, además de estar condenada por nuestros políticos como si de un presagio maldito se tratare, ha venido la peste del covid para que dentro de la fiesta solo impere el silencio y, por ende, la incertidumbre por lo que será el devenir de la fiesta de los toros.
En definitiva, no sé los que nos deparará el año, puesto que estamos en el mes de enero y podrán suceder muchas cosas, las cuales todas están rociadas de la incógnita más absoluta. Quiera Dios que, en el peor de los casos, de la forma que fuere, las plazas de toros puedan abrir sus puertas como sucedió el año pasado en que, cuando todo era penumbra, entre la Gira de la Reconstrucción y la valentía de algunos empresarios románticos se pudieron dar algunos festejos que, sin duda, nos supieron al más dulce manjar.
Nosotros, en nuestra casa, en la parte que nos toca, sin estar plenamente satisfechos, si estamos contentos con todo lo que hemos llevado a cabo, sencillamente porque no hemos faltado un solo día a la cita con nuestros lectores que, pese a no tener noticias de relevancia, nos las hemos inventado a modo de ensayos de reflexión que, como nuestros lectores han certificado, se han sentido muy identificados con nuestra labor, algo que nos ha dignificado por completo.
La imagen que mostramos es un símbolo de la añoranza más bella, el maestro Andrés Vázquez, cuando cumplió 80 años y saliendo en hombros de la plaza de toros de Zamora tras desorejear a un toro de Victorino Martín.