Fortuna la mía al poder disfrutar en estos instantes de un libro maravilloso, justamente el que ha escrito un amigo del alma llamado Antolín Castro Cortés. Ahora que me acuerdo es el título elegido por Castro para plasmar en blancas hojas de papel e innumerables fotografías, lo que ha sido su paso por este mundo que, para su fortuna, además de acordarse de todo, lo plasma con una nitidez hermosa y admirable.

Castro, además de concederme el honroso título de su amistad, es un prodigio de ser humano; y no lo digo yo, lo dicen sus hechos, sus allegados, sus familiares, incluso los que trabajaron a su lado cuando él dirigía una gran empresa aseguradora. Y si lo dicen todos, seguro que tiene razón. Es cierto que, en el mundo que vivimos hombres como Castro que son la admiración para las personas de orden, en la parte contraria suponen un peligro tremendo porque Castro que es gentil, tiene mucho sentido del humor pero no soporta las “bromas” de mal gusto con las que discurre la sociedad en que vivimos. Antolín es un amante de la gran filosofía que es el trabajo que, junto al amor, son los componentes mágicos para alcanzar el éxito, un triunfo que él saboreó cuantas veces quiso.

Viajero incansable, leyendo su libro nos lleva de la mano para que todos conozcamos los lugares recónditos del universo que él ha pisado; varios continentes han sido visitados por Castro, amén de conocer a España de cabo a rabo. Un lujo compartir sus vivencias que nos ha narrado como un legado bellísimo para que, en el mejor de los casos, los que somos sus amigos, familiares y allegados disfrutemos de sus letras y vivencias, las que no dejan indiferente a nadie.

Castro, generoso de por sí, en esta ocasión se ha mostrado cicatero que, si se me apura, es un valor más que añadir a su vida; lo digo porque, sin jactancias ni petulancias al estilo de la farándula y el artisteo actual, nuestro autor ha querido narrar un libro para los suyos; para los que él ama y a los que quería congratularse a modo de letras; es decir, un pequeño reducto de sus seres queridos hemos sido los afortunados para leer una obra admirable. La pena, como digo, no es otra que la humildad con la que él ha narrado su vida para disfrute personal de un reducido grupo de mortales por el mundo.

Mi relación con tan carismático personaje se remonta cuarenta años atrás en que, un día de la vida el destino me quiso obsequiar con aquel regalo singular de su amistad. Ambos, como el mundo sabe, somos aficionados a los toros, a la escritura y, sin duda alguna, juntos teníamos un mensaje que ofrecer, por ello nació la Web Opinión y Toros. Digamos que, la tecnología de Internet nos permitió hacer lo que siempre habíamos soñado, un lugar para comunicarnos con el mundo y, a Dios gracias lo logramos bajo su batuta, hasta el punto de que, cuarenta y cinco personas esparcidas por el mundo, vibrábamos todos al unísono en dicha página, una dicha que duró tres largos lustros, sencillamente hasta que Antolín se cansó.

Si digo que, tras leer este libro muy pronto comprenderemos lo que supuso para la crítica taurina Antolín Castro que, en la Web mencionada fue santo y seña al respecto. Castro, amante del mejor hacer y saber decir, se mostraba rígido como un mástil pero cuidado, era un junco que se doblaba cuando las cosas de hacían bien porque, como él sostenía, hagamos las cosas bien que todavía se pueden hacer mejor. Está claro que nuestro hombre dejó una estele importante en la crítica taurina, un estilo «vidaliano» que le daba enorme categoría a su quehacer, algo que sus miles de lectores que siempre tuvo jamás lo han olvidado. De igual modo, si sabemos que Castro ha sido abonado -lo sigue siendo- durante más de cuarenta años en Las Ventas, muy pronto comprenderemos que se trata de un aficionado cabal, de ahí el mensaje taurino que siempre nos regaló en su Web.

La pena, como digo, es que Ahora que me acuerdo, su libro, no estará a la venta como hubiera sido lo lógico pero, la humildad de este hombre ha servido para que, como explico, sus vivencias, su apasionada vida narrada en este ejemplar libro, solo haya sido para unos pocos afortunados. Confiamos que, gracias a los medios que gozamos en este mundo llamado Internet, Castro se anime y cuelgue en la red su obra para que se pueda disfrutar desde cualquier confín del mundo.

Desgranar tantísimos pasajes como se desarrollan en este suculento libro sería una tarea baladí y una descortesía hacia el autor pero, no puedo pasar por alto tantísimas vivencias de Castro a nivel personal que, cualquiera quedará absolutamente anonadado tras su lectura. Si sus viajes por el mundo han sido una fuente de saber de la que tanto se ha nutrido el autor, solventar los problemas que la vida le deparaba con enorme éxito, eso es patrimonio de seres muy excepcionales, algo que ha logrado Castro con esa ejemplaridad que le caracteriza.

En su persona cabe todo, es amante de los toros, del fútbol, de la literatura, de todo aquello que tenga que ver con el arte y, rodeado de artistas se ha visto siempre para aprender la gran lección que ahora comparte con todos nosotros. Castro ya sabe que, aunque muera, nos ha dejado una obra importantísima que sin duda alguna le inmortalizará para siempre. Cuando alguien deja un legado tan importante para los demás no muere jamás, sencillamente porque siempre será recordado como un hombre de bien, una persona de sumo talento que supo utilizarlo para disfrute de los demás como ha sido su caso.