Desde hace ya muchísimos años las administraciones de los toreros suelen ser caóticas, las pruebas no son otras que, al final de cada temporada, una gran mayoría de los diestros cambien de administrador o apoderado. Y, al respecto, entiendo que un pobre chaval que tiene un apoderado humilde  y que no encuentre contratos por ningún lado, lo comprendo por completo que quiera buscar nuevos horizontes.

Pero los grandes males que reinan al respecto de los matadores no son precisamente la sobra de dinero, es más, ocurre siempre lo contrario porque en ese adocenamiento en que todos quieren vivir, el noventa por ciento de los diestros todos pretenden ser apoderados por lo que ellos llaman una “casa grande” y, lo que no saben es que están firmando su sentencia de muerte cuando eso ocurre, entre ellos, preguntémosle a Paco Ureña por su relación con el poderoso productor francés. ¡A “tiros” acabaron la relación!

Esas grandes organizaciones taurinas no pretenden apoderar a toreros, lo que les gusta es tener criados porque esos hombres que han fichado por esas casas poderosas, nadie sabe a qué precio tiene que jugarse la vida, es decir, a cuánto asciende el posible contrato a firmar para saber qué tiene uno que ganar para, en su defecto, ir o quedarse en casa. Lo que reina es el estereotipo al respecto en el que los empresarios saben que los toreros son apenas muñecos rotos que jamás protestarán.

Digamos que murió el consenso entre toreros, empresarios y apoderados, la prueba es la de batacazos que tienen que darse muchos toreros por aquello de encontrar un apoderado y, si son administrados por los propios empresarios, la ruina todavía es  mucho mayor. La prueba de lo que digo son los toreros que tras torear muchísimas corridas de toros viven arruinados, algo que no podría entender nadie. ¿Quiénes han sacado cabeza entre toda la vileza contada? Justamente, aquellos toreros que sabían consensuar, conversar, dialogar entre las partes implicadas. Fijémonos que, entre los toreros, cuando se le pregunta a algún coletudo sobre sus festejos, el dinero a percibir y demás cosas que le atañan directamente, todo lo dejan en manos de sus apoderados o exclusivistas; es decir, ellos no saben nada y cuando quieren darse cuenta la ruina está servida y, lo que es peor, hasta quedan endeudados con sus mentores.

Tenemos el don de la palabra y lo desperdiciamos banalmente cuando, como es notorio, mediante el ejercicio de la palabra se podrían solucionar muchos males pero, unos por miedo, otros por cobardía y los más por pura comodidad, entre todos se han cavado su propia tumba, algo que los dirigentes taurinos celebran frotándose las manos de la alegría que sienten al ver que, su palabra es la única, porque la de los demás no cuenta para nada. Pura ignominia.

En los últimos treinta años del toreo, ¿quién ha sido el hombre que más ha consensuado con su apoderado y empresas? Sin lugar a dudas, Enrique Ponce, al que hemos criticado como artista pero, como individuo, hay que ponerle matrícula de honor. Para que su dicha fuera mayor, Ponce ha tenido desde sus inicios el mismo apoderado, lo que nos hace sospechar que hizo muy bien las gestiones puesto que, en el ejercicio de su profesión, una vez retirado, como el mundo sabe, tiene su vida resuelta, tanto para él como para sus descendientes. En realidad, Ponce no hizo otra cosa que aplicar la lógica antes de vestirse el traje de luces. ¿Lo habrán engañado alguna vez? Puede que sí, pero lo dudo mucho porque cuando se hacen las cosas con rigor todo suele salir bien.

Como sabemos, Manuel Pineda era el administrador de José Gómez Ortega que, su gran función era consensuar con Joselito los contratos que le iban llegando, así de sencillo, como así de hermoso y, jamás le faltó una peseta al diestro de Gelves. Dicen que Pineda era el brazo derecho de Joselito y, seguro que era cierto porque Joselito murió rico. Claro que, en el devenir de los años, no todo el mundo tenía un hombre tan sencillo como eficaz como el citado Pineda, porque llegó Camará e impuso la dictadura del apoderado de relumbrón que, más que consensuar, ejercía como dictador para su disfrute personal porque, como el mundo sabe, Camará impidió que Lupe Sino se casara con Manolete in articulo mortis, sencillamente porque sabía que gran parte de su fortuna iría a parar a las manos de aquella mujer. Era, como digo, la dictadura del apoderado influyente, hasta el punto de que tras la muerte de Manolete nadie sabe el paradero de su fortuna.

Ni una cosa ni la otra pero, en la actualidad, el caso es que los toreros siempre son los grandes perdedores, unos por desidia, otros por ignorancia y, la inmensa mayoría por esa falta de consenso que debe haber entre todas las partes negociadoras. El torero no debe ser un muñeco roto como quieren los empresarios; cada cual, en su parcela, debería defender su dignidad pero, hay demasiados vendedores de humo que, para mayor desfachatez, hasta tienen clientes.

En la imagen vemos a Manolete junto a Lupe Sino, a la que Camará, como dictador de Manolete impidió que se casara con el diestro in artículo mortis.