Vida complicada la de todo aquel que piensa más con la bragueta que con el cerebro que, en definitiva, es lo que le ocurre a Enrique Ponce que, el pobre hará con su vida lo que le venga en gana pero que, tras treinta años de alternativa sea el hazmerreír de todo el mundo, la cosa tiene bemoles. Tirar una vida por la borda porque así se lo pide su bragueta no es asunto baladí.
Cuando todos teníamos a Ponce como el maestro de las tres últimas décadas, él por su cuenta y riesgo, se ha desposeído de dicho título para convertirse en un pelele para escarnio de todo el mundo. La última “aventura” que protagonizó días pasados junto a su amada Ana Soria en que ésta conducía el auto de Ponce sin tener carnet de conducir, la policía les detuvo y, lógicamente, detuvieron a la tal Soria porque pese a estar enamorada debería saber que, en España, para conducir un vehículo se necesita lo que llamamos carnet de conducir.
La pareja, como tal, es el caldo de cultivo de las televisiones basura y las revistas coloreadas. Cuando los aficionados a los toros lamentamos la actitud de Ponce, los medios aludidos se sienten en la gloria porque tienen carnaza que es lo que les gusta y alimenta, nunca mejor dicho. Si no tenían bastante con la Pantoja y sus descendientes, ha llegado como anillo al dedo esta pareja de enamorados para que los medios divulgativos puedan nadar a gusto entre la basura y el esperpento que dicha pareja protagonizan a diario.
Que toda esa tramoya la protagonice Jesulín que, desde siempre nos pareció lo que es, un tipo muy propicio para el esperpento y la zafiedad, lo entenderíamos pero que, de repente, ese papel lo protagonice Enrique Ponce, sinceramente, nos parece un ridículo de espanto. Lo triste de la cuestión es que Enrique Ponce, al paso que camina, acabará su carrera y se le reconocerá como un tonto de los cojones que tiró su vida por la borda y nadie se acordará de su dilatadísima carrera como matador de toros. Luego, claro está, los asuntos de la bragueta no suelen ser nunca gratuitos y, con Ponce mucho menos. Al diestro de Chiva su enamoramiento le costará un ojo de la cara que, pese a todo, todavía le queda el otro pero, cuidado que, castillos más grandes hemos visto derrumbarse.
En la vida puede hacerse todo, pero siempre con dignidad. Los toreros, como tales, también tienen derecho a separase, a rehacer su vida, todo aquel que entienda que la tiene truncada pero, lo que nadie debería hacer es el idiota montando escándalos que no vienen a cuento. Todos recordamos, por ejemplo, hace muchos a Paco Camino que se separó y no hubo ni el menor atisbo de escándalo. Curro Romero mucho antes hizo lo mismo pero todo, con una dignidad propia de caballeros. Ahora todo ha cambiado porque, al parecer, si un torero se separa, caso de Enrique Ponce y no es caldo de cultivo de las televisiones basura parece que no tenga mérito. Como decía, tontos del capirote como dicen por allá abajo, infantilmente, sin cerebro y con mucha bragueta alimentan a esos medios que, insisto, eso es lo que quieren, famosos descerebrados que, para desdicha, es lo que vende.
Insisto que, la actitud de Enrique Ponce no hace daño a nadie salvo a él y, de forma muy concreta a sus hijas que, sin duda, un día le pasarán factura. Pero ya resulta curioso que, como se ha demostrado, su bragueta tiene más fuerza que su muleta.
Que un matador de toros, una figura del toreo -con el medio toro- concite mucho más interés por asuntos de la bragueta que con sus triunfos como matador de toros, la cosa tiene bemoles. Eso sí, hay un dato en su haber, digamos que a favor de la pareja, en los programas basura donde los taciturnos de nuestros tiempos se lo pasan en grande, en dichos medios, como decía, a estos enamorados les pagarán fortunas por saber de sus idioteces. Pero así es la sociedad en que vivimos en que la mediocridad se ha instalado en la vida de millones de personas para que, asuntos como el citado, para esas gentes eso sea noticia.