La disyuntiva está servida, pero no es de ahora, porque hace ya mucho tiempo que arrastramos dichas cadenas por culpa de unos políticos nefastos que, aferrados a su propia incultura son incapaces de reconocer los valores ancestrales de nuestra Fiesta, la que siempre predominó sobre la política y sus malditas huestes.

Vivimos, desdichadamente, a caballo entre la mentira y la incultura, razón por la que nuestros políticos, analfabetos en su gran mayoría siguen cuestionando una Fiesta maravillosa que data de varios siglos pero que, ellos, los políticos, todavía no se han enterado del legado cultural que los toros representan para España y otros países que, dada su importancia, la extrapolaron para ellos, es el caso de la vecina Francia que, para fortuna de los galos, los toros son un tema intocable. O sea que, lo que en Francia defienden a capa y espada, en España lo cuestionamos como si de una broma se tratare.

Esa mal llamada “cultura” animalista es la que han querido engrosar con la fiesta de los toros pero, ¿qué tendrá que ver la vida de un perro con la de un toro? No hace falta ser muy listo para comprender la diferencia ¿verdad? Pues algo tan sencillo sigue siendo cuestionado por la sociedad actual, esa sociedad que han envenenado unos políticos nefastos para dividir al pueblo español que, en líneas generales, con pocas luces en su haber han entrado al trapo como un toro bravo lo hace hacia la muleta del torero.

A nuestra fiesta, los políticos, le llaman barbarie. Para cualquier persona con apenas un mínimo de sentido común es capaz de discernir al respecto y, barbarie es lo que está ocurriendo en España en que la miseria y la desolación son el fruto diario que nos tenemos que “comer” para que la desdicha sea mucho mayor. Barbarie es que los asesinos queden en libertad para que sigan asesinando, que los estudiantes puedan conseguir su licenciatura habiendo suspendido varias materias, que los damnificados de La Palma siguen esperando ayudas que no llegarán jamás, que los agricultores tengan que cerrar sus explotaciones porque sus costes son mayores que sus ingresos, que al Valle de los Caídos se le denomine Cuelgamuros porque lo construyó Franco. Y así una enorme lista de problemas que, todos tienen mucho que ver con lo que ellos denominan barbarie.

Nuestros gobernantes saben que los toros son cultura viva del pueblo español pero, nuestra Fiesta la utilizan para denigrarla en modo de cortinas de humo para tapar sus yerros que son muchísimos pero, de forma desdichada, como quiera que en nuestro país siguen habiendo millones de incautos que les siguen el juego, miel sobre hojuelas para ellos que, distrayendo al pueblo con veleidades logran que se olviden de los grandes problemas que azotan a España los que, de forma maldita, jamás les darán solución.

¿Quién sería el valiente que, de forma consciente se atrevería a decir que los toros no son cultura? Si no se tata de retrasados mentales, nadie sería capaz de hacer semejante afirmación, salvo que miremos al que es el ministro de cultura actual y entonces tendremos la respuesta a todo aquello que nos preguntamos.

Qué, pena, qué dolor, qué tristeza que nuestros gobernantes tengan que apoyarse en mezquindades para seguir engañando a los pobres ignorantes que les votaron para seguir haciendo el mal y, lo que es peor, para seguir de forma impávida sin solucionar el más mínimo problema porque, si mintiendo, como hace el amo del partido socialista obrero español, cree que va a solucionar los asuntos que nos atañen a todos, que Dios nos pille confesados.

Los toros, nuestra Fiesta, como es notorio, ha sido lacerada, maltratada y ninguneada por la sencilla razón de que, como antes apuntaba, crear esa cortina de humo que impide ver la realidad en que nos movemos. ¿Qué daño le hacen los toros a nuestra sociedad? ¡Ninguno! Pero, como digo, es el arma arrojadiza que los políticos actuales utilizan como engaño para que la gente se fije en lo que ellos denominan como barbarie cuando, como los hechos demuestran, nuestra Fiesta se mueve a millones de kilómetros de la barbarie que nos azota en todos los órdenes.

Para colmo, para que nuestra desdicha sea todavía peor, el sector más afín a la izquierda más radical, léase, maricones, drogatas, okupas, gandules, amén de delincuentes de toda índole, todos le hacen el caldo gordo al gobierno detestando la fiesta de los toros. Está claro que, desde las más altas esferas del poder, como quiera que dichos colectivos sean tan elevados ya tienen mucho camino recorrido para la destrucción de la fiesta de los toros que, si Dios no lo remedia, nos quedan cinco minutos.

La imagen que mostramos habla por sí misma, delatando, a su vez, la más bella expresión del arte.