Tendidos casi vacíos los que presentó ayer la plaza de Bilbao ante el regreso de los toros de la ganadera Dolores Aguirre, la que llevaba veinte años sin lidiar en su “su” plaza. Mal comienzo. Los toros dieron un juego criminal y, salvo el segundo, por salvar alguno, no tuvieron el menor atisbo de bravura, pero sí la fiereza de la que huyen siempre los toreros. Lo mejor de la tarde es que todos salieron ilesos de la plaza que, en definitiva fue un logro importantísimo.
Luis Bolívar que ha triunfado varias veces en Bilbao, en esta ocasión solo pudo jugarse la vida de verdad, a lo macho, como se hacía antaño ante unas reses ilidiables que, para colmo, buscaban los mulos de los toreros con una saña criminal. Si queríamos ver emoción la vimos toda, pero no es menos cierto que, pese a la bronquedad de sus embestidas, siempre esperábamos que un toro le diera el toque de distinción que siempre ha gozado esta divisa. Se silenció la labor de Bolívar pero, no debemos de olvidar que, si de Dolores Aguirre hablamos, los toros de dicha ganadera pusieron a funcionar en las ferias, por ejemplo a José Pacheco El Califa que salió dos veces por la puerta grande de Madrid los toros de la divisa mencionada.
Damián Castaño pisó por vez primera una plaza de fuste después de diez años como matador de toros y, en honor a la verdad, lo hizo a lo grande. Sí, porque su primer toro, encastadísimo y que se revolvía en menos de un segundo entre cada muletazo, Castaño estuvo enorme; por salvar, este toro sí que emocionó porque metió la cabeza quince veces para que, Damián mostrara su tremenda capacidad como torero. Faena de una vibración intensísima, sin duda, la faena de su vida, algo que recordará mientras viva. La pena es que no lo mató bien y perdió un gran triunfo. Su segundo complicado de por más, bastante hizo el salmantino con jugarse la vida y estar por encima de las condiciones del bicorne que no le regaló nada, absolutamente nada.
Román exprimió todo lo que tenía su primero que, dotado de algún atisbo de nobleza en la muleta, como quiera que había doblado las manos en tres ocasiones, aquello no terminó de cuajar y todo quedó en una clarísima declaración de buenas intenciones del valenciano que, en honor a la verdad estuvo muy por encima de sus enemigos puesto que, el último de la tarde tampoco le regaló nada.
Corridas como la de Dolores Aguirre, desclasadas y malas, salen en todas las ganaderías, con la salvedad de que mientras los toros de Aguirre producen una emoción tremenda, en las demás todo queda en pura parodia mientras los lidiadores se los quitan de encima sin el menor apuro. Lo de Dolores Aguirre es otro cantar. Son animales que venden cara su vida, muy cara. La pena es que, este año, como nos contaron, la ganadera ha lidiado algunos toros importantes en Francia pero, tenía que haber sido en Bilbao, era la fecha, el momento, el lugar y, como digo, salvo el primero de Damián Castaño nada que reseñar.
No es menos cierto que, Castaño, de haber matado bien a este toro reseñado, tras el festejo hubiera firmado diez corridas de toros para lo que queda de temporada. De todos modos, su firmeza la tiene que valor y mucho más en esta ocasión en que todos los aficionados del mundo pudieron ver el festejo por las cámaras de televisión. Eso sí, la pena, creo que para la ganadera primero que nadie, Isabel Liperheide, al ver el poco público que había en la plaza seguro que se desmoronó. No podía ser de otro modo puesto que, tras veinte años de ausencia, ¿dónde estaba ayer la afición de Bilbao? Una pregunta que no tiene respuesta.