Todos los valencianos añoramos aquella televisión nuestra a la que conocíamos como Canal-9 que nació un 9 de octubre de 1989 que, en definitiva no era otra cosa que la forma de conocernos unos a otros puesto que, las televisiones regionales, como primera labor, ésta no debe ser otra que mostrar todo aquello que tenemos más cercano pero que, por dicha cercanía en ocasiones no nos percatamos.

Sin duda alguna era una televisión de todos y para todos los valencianos. Tenía programas de entretenimiento como Tómbola, series como La Alquería Blanca que hacían las delicias de los espectadores, programaciones musicales, reportajes en pueblo a pueblo; vamos, un modelo de televisión que todos admirábamos puesto que, allí tenía cabida todo el mundo como era natural y lógico. Los toros, como se barrunta, no escapaban de la atención de la cadena y cada temporada había muchas retransmisiones taurinas que, de la mano del gran José Luis Benlloch, junto a Vicente Ruíz El Soro, eran la palabra para aquellas retrasmisiones que a todos nos encandilaban. Incluso els bous al carrerr tenían su adecuada parcela en dicha televisión, así como las corridas de recortadores que deslumbraban a la audiencia.

Es cierto que, como supimos más tarde, “el niño” nos salió subnormal desde el día que nació. Aquel Canal-9 que creara en su día el socialista Joan Lerma, de entrada ya era un antro de corrupción con ochocientos empleados en su inauguración. Es decir, se trataba de un canal autonómico que tenía más empleados que tres cadenas particulares juntas. Luego, a medida que pasaban los años, todos los dirigentes valencianos aprovechaban el canal para uso y disfrute de sus personas y cargos; desde Eduardo Zaplana y Paco Camps, hasta llegar a Alberto Fabra que, como último presidente de la Generalitat, optó por cerrar aquel antro en que, entre unos y otros, era el refugio de sus amiguetes, siempre, eso sí, que todos llevaran el carnet en la boca; el que correspondiera, pero el carnet. Aquello de ser buen profesional del medio apenas tenía importancia; lo que en verdad valía era ser afín al partido y su dirigentes.

Es cierto que, dentro de todos los males, que los hubo y enormes cuando mandaba el partido Popular, el último presidente de derechas, Alberto Fabra, en un gesto que le honró de cara a sus conciudadanos no fue otro que cerrar aquel “chiringuito” que, en el momento de su cierre albergaba a casi dos mil personas; la locura más grande jamás contada. Fabra, ante todo, intentó hacer un ERE para despedir a la mitad de la plantilla pero, no se lo permitieron y optó por la vía más lógica, cerrar el bochinche. Tuvo mucho mérito aquel hombre porque sabía que, cerrando el antro perdería las elecciones y, así sucedió. Cuidado que, hablando de un político, había que tener cojones para adoptar aquella decisión, a sabiendas que le llevaría al ostracismo político, como así pasó. Tenía razón Alberto Fabra cuando dijo que, con los mil doscientos millones de deudas prefería construir dos hospitales antes que mantener a toda aquella pandilla de golfos.

Canal-9 era el espejo de los políticos en que, todos, sin distinción, allí salían retratados y como quiera que un canal de televisión tiene todo el poder mundo y, mucho más, cuando sus empleados son lacayos de la cadena, durante muchísimos años camparon a sus anchas unos y otros. Como decía, más tarde supimos la verdad y ésta no era otra que, en realidad, dicho canal tenía un tres por ciento de audiencia; es decir, apenas nada, por eso no era rentable, hasta el punto de que en el momento de su cierre, la cadenita de los cojones debía más de mil doscientos millones de euros y, mientras tanto, como sucede ahora con TVE, los valencianos seguíamos pagando impuestos para sostener el chiringuito citado en el que, entre otras cosas, les pagaba mil euros diarios a los tertulianos que a dicha cadena acudían. Claro, con el bolsillo de los valencianos, los dirigentes de la cadena mostraban una dádiva generosa que no les correspondía.

Esta es la gran verdad de lo que sucedía en dicha cadena, algo que nos enteramos cuando ya teníamos el cadáver entre nuestras manos. Que dicha cadena estuviera regida por sinvergüenzas del mundo de la política, como antes decía, por regla general contentaban a todo el mundo, que no era mala cosa. Los espectadores no teníamos ni la más repajolera idea de lo que ocurría entre bambalinas de aquella televisión ruinosa. Lo ideal, para nosotros, los aficionados, era que disfrutábamos de las retransmisiones taurinas; ya que la cadena y sus tropelías las pagábamos los valencianos, en el peor de los casos, todos deberíamos ser atendidos que en verdad lo éramos. Más sangrante resulta TVE, la cadena de todos los españoles y sus dirigentes hacen lo mismo que pasó en Valencia, utilizarla para expandir su poder y, lo que a ellos nos les gusta no existe, caso de los toros. Y, respeto a los toros, la cruel cadena de la roja, hace muchos años que nos olvidó a los aficionados a los toros que, como se comprueba, ni somos españoles ni pagamos impuestos.

Llegaron de nuevo los sociatas a Valencia y, claro, no podían vivir sin una televisión para hacerse su propia propaganda. ¿No hay dinero, dijo Alberto Fabra cuando cerró el chiringuito? No pasa nada, para eso estamos nosotros, los socialistas, para abrir otra cadena con el dinero de los estúpidos que nos han votado. Y así lo hicieron. Apunt, creo que se llama, otro corralito, pero en esta ocasión tan particular que no la ven ni sus propios dirigentes; apenas un dos por ciento de los valencianos conecta con el bodrio en el que han dado amparo a sus amiguetes, en este caso, los sociatas con carnet en la boca. ¿Y los toros? Esa es la pregunta. Nada, ni puto caso. Es más, ¿qué podemos esperar de un triunvirato de poder en Valencia en que toda la basura humana se ha juntado para poder gobernar? Y nosotros, los aficionados, como almas cándidas, suspirando por los toros.

Eso sí, la cadenita citada, el tipo del peluquín la tiene a mano porque sabe que, mediante la propaganda que por el medio puede expandir, en las próximas elecciones, ganará las mismas, sin mérito alguno de cara a sus conciudadanos, pero teniendo el foco mediático de su televisión seguirá engañando a tantos bobos y retrasados que todavía son capaces de votar Mónica Oltra, Ximo Puig o el mismísimo Juan Ribó, aquel idiota que en su coronación como alcalde de Valencia llegó al ayuntamiento en bicicleta, el mismo que ha dicho hace un par de días que, la culpa de que un jugador del Real Madrid se haya desplazado a Valencia, la culpa la tiene la señora Ayuso. ¿Oiga usted, imbécil, quién tiene la culpa de que el jugador más importante del Valencia se haya trasladado a Ibiza?

Cualquier persona sensata es capaz de reconocer que, cuando mandó la derecha en Valencia cometieron tropelías incontables pero, si las comparamos con los indeseables de ahora, aquellos eran unos monaguillos. Aquellos tiraban el agua a su molino, nada es más cierto, pero en su fuero interior, pese a sus maldades, se ocupaban de los demás y, los aficionados a los toros no éramos una excepción, más bien una regla.