Mucha sorpresa hemos tenido todos cuando hemos comprobado que Ginés Marín ha dejado a sus apoderados de siempre, los que lucharon a su lado, los que decía que eran sus amigos, en este caso, los hermanos Jesús y Jacinto Ortiz. Y todo ha ocurrido tras su triunfo en Las Ventas en que, los palabreros oficiales y los “escribidores” a sueldo, todos le proclamaron figura del toreo, razón por la que, a no dudar, Marín se lo creyó y mandó a la banqueta a los que lucharon a su lado, los que mendigaron contratos, los que se dejaron la piel por el chaval que, tres minutos más tarde de aquel triunfo no se acordaba de nada. ¿O será que padece amnesia? Está claro que, Ginés Marín puede hacer con su carrera lo que le apetezca pero, si se ha creído lo de figura del toreo es la prueba evidente de que tiene pocas luces.

Podría entenderse, de mala manera porque se trata de una jugada muy fea, que Marín dejase a sus apoderados porque Chopera le hubiera firmado una exclusiva de ochenta corridas de toros para el año venidero pero, no es el caso, sencillamente porque se ha ido con Curro Vázquez, un hombre bien visto entre los mandatarios taurinos por aquello de la sumisión que tiene frente a los poderosos del entramado taurino pero, poco más; y digo poco más porque como Ginés Marín no triunfe, Curro Vázquez hará un ridículo sin precedentes, algo que ya ha hecho con Cayetano. Entre la sonrisa que esgrime a diario Ginés Marín y el don de la palabra de Curro Vázquez, quisiera escuchar una negociación de dicho apoderado con cualquier empresario de fuste.

Habría que recordarle a Ginés Marín que, bombones como el que le tocara en Madrid no salen todos los días; la prueba es que, en su primer enemigo de la citada tarde, un toro con mucha calidad, el pobre lo molió a mantazos y, menos mal que lo arregló en el último pero, insisto, es muy difícil que salga un toro santificado y que te toque a ti cuando, como es notorio, todo el mundo espera esa suerte en el sorteo mañanero.

De cualquier manera, el apoderado es siempre algo aleatorio; que está muy bien que un hombre luche a tu lado pero, cuando se trata de toreros de auténtica élite, éstos no tienen apoderado. ¿Quién apoderó a José Tomás en los últimos años? Un hombre que tocaba el saxofón pero que era amigo del diestro. ¿Para qué más? Dijo una vez el diestro de Galapagar. Y tenía razón.

Si echamos la vista atrás comprenderemos muy a las claras la decisión que tomó Paquirri para dejar a Camará porque, el diestro de Barbate estaba harto de torear y no le salían las cuentas. Como era un torero muy seguro de sí mismo, puso a su lado a su cuñado, Juan Carlos Beca Belmonte para que cogiera el teléfono, siempre, con la tarifa de precios encima de la mesa y fue ahí cuando Paquirri empezó a amasar su fortuna. Años antes, eso mismo ya lo hizo El Cordobés que, como el mundo sabe, también era su cuñado el que cogía el teléfono de las empresas y lo reclamaban y ponía el precio según la tarifa establecida por el diestro de Villalobillos.

¿Quién apodera a Morante en estos momentos, precisamente en su año más glorioso? Justamente, un amigo al que no conocíamos nadie porque de taurino tenía lo que yo de bombero. Está claro que, los toreros grandes son así, no necesitan de artimañas ni de apoderados al uso porque, su arte puede con todo. Y si en verdad eres grande como Morante, sobran todos los apoderados.

Si quisiéramos, la lista al respecto sería mucho más amplia pero, con los ejemplos reflejados creo que sobran todas las palabras.

Digámosle a Ginés Marín que un torero es figura del toreo cuando su nombre es imprescindible en todos los carteles de tronío y, además de todo, es capaz de congregar mucha gente en los tendidos. Y no hablo de llenar las plazas porque eso ha pasado a mejor vida pero, por el sencillo hecho de que te regalen el oído y te digan lo que quieres escuchar, solo por eso no se es figura del toreo. Es más, me acuerdo de López Simón que le regalaron miles de elogios como si se tratara del mesías que venía a redimir al toreo de todos los males y, ahí está, uno más del escalafón que tiene que torear donde sea y al precio que le dicten, justamente lo que le sucederá a Ginés Martín por atrevido e irresponsable.