Como dijimos desde el primer momento, la suspensión de las corridas de toros en el suelo patrio traería muchas desdichas; nadie tiene la culpa, salvo el maldito coronavirus que nos ha azotado de forma inclemente, de ahí las suspensiones de tantísimos espectáculos que, dese siempre, tanto dinero aportaban a las arcas del estado, amén de los casos como por ejemplo La Casa de Misericordia de Pamplona que, como regidora del coso pamplonica, la misma se sustentaba con el beneficio que las corridas navarras se celebraban.

Casos como el citado los tenemos por doquier pero, insisto, lo de Pamplona con su Casa de la Misericordia me parece algo dantesco por el humanismo que rezuma esta entidad, cuyo fin no es otro que atender a los ancianos desvalidos puesto que, dicha casa ayuda a todo el mundo de la ancianidad por igual, al que tiene como al que no es dueño de nada y no puede aportar una mínima pensión.

La tragedia que en su momento nos asoló, como dije, es ahora cuando estamos sufriendo las consecuencias bárbaras y dantescas de todo aquello que se hubiera podido recaudar y que todo ha quedado en el camino de la incertidumbre y, lo que es peor, la dejadez del gobierno de España que, a estas alturas, decenas de profesionales del mundo del toro no han percibido ni un triste euro para comprar la inevitable barra de pan diaria.

Se establece lo que el gobierno ha nombrado como la “paga vital” y, la misma, no ha llegado a los estamentos del toreo. ¿Se puede entender semejante aberración? Dije que cientos de personas relacionados con el mundo del toro tendrían que acudir a Cáritas para poder llevarse un trozo de comida a la boca y, lamentablemente, el tiempo me ha dado la razón. Ya tengo en mi poder los nombres de varios novilleros, banderilleros y mozos de espada que, por pudor, me han rogado que no diga sus nombres, pero sí el dramático hecho por la situación que atraviesan.

Imagino que habrá casos similares al de la Casa de Misericordia en Pamplona que, dada la situación que están viviendo, hasta han pedido ayuda solidaria a todo el mundo que quiera participar en dicha finalidad dadivosa porque, según dicho centro de beneficencia, solo les quedan recursos económicos para un par de meses y, ¿luego qué? Es ahora, justo en estos momentos cuando el mundo del toreo tiene que dar ese paso al frente y, si en la temporada venidera hemos vuelto a la normalidad, será el momento de organizar muchas corridas benéficas para paliar los males de todos aquellos que han muerto en la batalla.

Pamplona debería ser, al respecto, el icono representativo de dicha caridad para con la Casa de la Misericordia y, a su vez, organizar la primera de sus corridas totalmente benéfica para dicha entidad. He dicho totalmente benéfica, nada con la parodia de la corrida de Beneficencia que se lleva a cabo en Madrid que, amparándose en el nombre, los toreros hacen el agosto cada mes de mayo en Madrid. Muchas deberían ser las corridas benéficas y en distintas plazas de España porque, el daño que se ha producido es irreversible para miles de personas que, si no se amparan de ellos los profesionales taurinos, en este caso los toreros de alto rango, la miseria seguirá viva por las calles de España y, lo que es peor, sin nadie que les atienda porque son gentes del toro.

Pese a que la plaza de toros de Pamplona es propiedad de la Casa de Misericordia, de nada vale dicho inmueble si en el mismo no se pueden realizar espectáculos, caso de los toros de forma habitual, como otros entretenimientos que, todos, sin distinción, son los que aportan dividendos para que dicha casa pueda atender a tantos ancianos y desvalidos como allí ayudan.

Como decía, será en el año venidero cuando, desde Pamplona y todos los lugares donde ha reinado la desolación, que todo el mundo eche un “capote” pero, a lo grande, nada de limosnitas que para eso ya tenemos al gobierno para con los que no trabajan.