Después de lo que vimos hace unos días en Antequera al respecto de la actuación de Juan Serrano, más conocido como Finito de Córdoba, no nos queda otra opción que rezar por aquello de que, el destino, de la forma que fuere, nos clone otro Finito para que, de tal modo, durante toda la eternidad podamos seguir gozando del toreo con mayúsculas, del arte en su más pura acepción, de la naturalidad al más alto nivel, del sentimiento del artista en el momento de su inspiración; muchos fueron los valores con los que disfrutamos con Finito que, por nada del mundo queremos que desaparezca por aquello de que un día se retire.

Fijémonos que, soy de los que abogo por la retirada de los toreros cuando ya llevan muchos años en candelero porque, como es natural y lógico, además de aburrir de forma soberana, no dejan paso a ningún chaval nuevo que, muchos, desesperados, deciden abandonar porque no encuentran ya motivo para la lucha; todo son impedimentos para los chavales nuevos que, hastiados, deciden abandonar o, en el peor de los casos, hacerse banderilleros.

Por el contrario, como es notorio, estoy rompiendo una lanza a favor de Finito de Córdoba que, tras lo presenciado en Antequera, no queda otra opción que pedirle que se quede en activo aunque sea por veinte años más; lo hará Ponce sin mayores argumentos, por tanto, que se quede Finito es un acto de justicia por aquello de que, el TOREO, la naturalidad, el sentimiento y demás atributos que queramos añadirle a dicho diestro, en sus manos serán pura delicia para los corazones de los aficionados.

Finito no compite con nadie, por tanto, nadie debe sentirse molesto con su presencia que, para mayor desdicha, como sabemos, entró en Antequera por la puerta de la sustitución y, a estas alturas de los llamados festejos de la restauración de la tauromaquia, ya tenemos al auténtico triunfador de dicha gira que, dudo mucho –yo creo que es imposible- que nadie raye a su altura, al menos, en lo que al concepto artístico se refiere.

No me gustó, como ya dije en su momento, que se indultara aquel toro que, al margen de su bondad, no tenía otros valores para su indulto. El perdón para que un toro siga con vida tiene que alcanzar otros rangos que, el citado animal no tenía. Pero dicho lo cual, como hice en su día, me quedo con la irrepetible torería de Finito, algo tan en desuso que, nos sorprendió a todos. Recordemos que, en los últimos años, Finito ha toreado muy poco, nada es más cierto; pero amigo, el toreo lo lleva implícito dentro de su ser, por tanto, más o menos festejos no deja de ser un dato para la estadística puesto que, el toreo, como sabemos nada tiene que ver con la numerología ni los trofeos conseguidos, ni mucho menos con toreros como El Juli y sus comparsas.

Aroma del caro destiló Finito en Antequera para que, su perfume, llegara hasta la mismísima Córdoba, cuna del maestro pese a que naciera en Sabadell. Y, cuidado, no entro en las valoraciones de sus toros ya que, sus compañeros, en dichos festejos aludidos, matan los mismos toritos, con la diferencia de que, mientras los demás diestros los matan a derechazos, Finito sigue toreando con esa naturalidad tan exquisita que, los toros, pese a su cansancio, siguen queriendo embestir a la muleta del diestro cordobés puesto que, de alguna manera, hasta sienten sus caricias antes de irse al otro mundo. Seguro que, el toro indultado por Finito, desde la ganadería, de poder hablar, le daría las gracias al diestro por haberle dejado permanecer en el mundo de los vivos y, lo que es mejor, para que en el futuro engendre hijos de su bella estirpe y condición.

Otra mentira que destapó Finito en su actuación en Antequera no fue otra que, pese a no torear, se puede torear mejor que nadie. Siempre decimos, ante un torero que lo hace a diario: “El diestro está muy toreado, razón por la que todo le sale bien” Y Finito que no torea, ¿cómo es posible que se pueda hacer una auténtica obra de arte frente a un toro bravo sin apenas pisar una plaza de toros en más de veinte meses? Una no, en realidad fueron dos que nos supieron a muchas más porque, en el toro del indulto, Serrano, hasta se hartó de dibujar toda clase de pases a cual más bello.

¿Quién torea aquí? Los que los demás deciden. Apenas queda sensibilidad alguna entre los empresarios pero, como fuere, tenemos que seguir abogando por este gran artista, incluso que clonemos otro para años sucesivos, es decir, para cuando él se marche para siempre que, como hemos visto, ni las injusticias e incomprensiones han logrado que Finito se aburriera ni se cansara de su profesión, sencillamente, porque sigue siendo un gran torero.