El mundo de los toros es complicadísimo porque, como miles de veces conté, no es suficiente la inteligencia del individuo para triunfar en dicho menester elegido caso de los toreros, como pudiera ser el asunto de actores, abogados, deportistas, médicos; profesiones en las que el individuo en cuestión luce con donaire sus dotes de inteligencia, las pone al servicio de aquella profesión que ha elegido y, más pronto o más tarde al final le llega el reconocimiento. Es cierto que, la individualidad para la profesión que se haya elegido es otro factor a favor del personaje en cuestión. Ir por libre en el menester que fuere siempre es un dato a favor, aunque todo el mundo pueda encontrar trabas pero, como decía, al final se logra el cometido soñado que, podemos llamarle éxito o una forma de ganarse la vida honrada y holgadamente.

Si nos adentramos en la profesión de toreros encontramos miles de trabas que no existen en otra profesión, de ahí que, los que lo intentan todos tienen el rango de ser de otra galaxia por aquello de los cientos de dificultades que cualquier torero pueda encontrarse en el camino. El torero depende de todo el mundo, en primer lugar tiene que combatir contra una fiera a la que se le supone que ayudará en el transcurso de la lidia. Una fiera llamada toro que no siempre colabora con la causa del torero. Para colmo, como sabemos, si de toros hablamos, los que ofrecen todas las garantías posibles habidas y por haber, si es que de verdad existen esas garantías, dichos toros son copados por las figuras del toreo, lo que viene a demostrar que, es otro hándicap que hay que tener en cuenta para cientos de chavales que empiezan su singladura taurina.

Por supuesto que un torero tiene que ser inteligente, pero mucho más que en cualquier oficio que se encamine cualquiera. Pese a todo, como digo, esa luz llamada inteligencia o valores propios de un individuo determinado, apenas son nada para combatir contra los imponderables de la profesión. Son muchos los obstáculos con los que se encuentra un torero; desde el mismo toro como antes dije, a los apoderados que no son siempre gentes honradas –aunque los haya algunos por ahí-, a los empresarios que, sabedores de que no tienen poder, caso de los toreros humildes, son vilmente explotados.

Y si a tantos problemas, al final de la contienda, para que la desdicha sea mayor, un gran porcentaje de asuntos quedan en manos de la suerte. Convengamos –y esto sucede todos los días- que un chaval ha tenido una exitosa carrera de novillero, se presenta en Madrid para confirmar su alternativa y, tras llevar a cabo la faena soñada, pincha el toro y se evaporan las orejas, digamos que, ese triunfo soñado. O ese otro torero que llega a Madrid, le sale el toro de su vida pero, amigo, hace su presencia en el ruedo Eolo y se torna todo imposible. Incluso ha habido toreros, caso de David de Miranda que, tras salir en hombros de Madrid no le sirvió para casi nada. Y para que la desdicha sea todavía más grande, con triunfo o sin él, ese mismo chico que ha soñado en el ruedo, cuando llega al hotel y comprueba los emolumentos crematísticos que le ha quedado, le pide al mozo de espadas que le abra la ventana del último piso para echarse al vacío.

¿Dije la suerte? Efectivamente. Analicemos. ¿Cuántos toreros se han venido abajo al no poder superar el trance de una cornada por la que se les ha escapado el valor? Han sido muchos a lo largo de la historia y, con ese factor, aunque se sepa, nadie cuenta con él y, lo que es peor, las grandes cornadas o lesiones criminales las sufren siempre los mismos. Siendo así, en este sentido, ¿de dónde saca un chaval fuerzas de flaqueza para combatir tan macabra suerte, caso de Manolo Vanegas por ejemplo? Hay que ser muy especial, casi de otro planeta porque los humanos al uso no somos capaces de soportar tanta tragedia y desdicha que siempre van de la mano.

Para algunos, todo se conjura para mal, claro está. Imaginemos ese chico que toma la alternativa, torea cuarenta corridas de toros en esa temporada y, al final, a la hora del balance se da la circunstancia de que el torero es el deudor para con el apoderado. ¿No ésa una causa para derrumbarse por completo? Es como si por ejemplo, un jornalero, obrero en la profesión que fuere, le dijeran que cobrará al final de la campaña que la empresa tenga entre manos y, llegado el momento le dicen que no hay un euro para él, porque con el bocadillo que le daban cada día ya estaba más que pagado. La situación es totalmente surrealista lo que digo de los toros pero, eso ha pasado y no hace apenas muchos meses y me callo los nombres de los damnificados porque no quiero herir a nadie en sus miserias.

Valga la imagen de Manolo Vanegas, al que vemos en la silla de ruedas luchando desde hace varios años contra la adversidad que le produjo un toro nefasto mientras lo toreaba en el campo.