Ayer se cumplieron cuatro años desde que Rodolfo Rodríguez El Pana nos abandonó para marcharse a un mundo mejor, no me cabe la menor duda porque, en el plano terrenal, si hubo un torero maltratado, postergado, olvidado y arrinconado, no fue otro que El Pana, por ello, junto a Dios, seguro que además de encontrar la gloria eterna ha encontrado la inmortalidad que le mantendrá vivo eternamente.

La grandeza de los hombres que se visten de toreo no es otra que el peligro que corren sus vidas, la prueba no es otra que un torito sin más apariencia que sus pitones que así le delataban, lanzó por los aires a Rodolfo Rodríguez El Pana que, sin herirle, dicha caída le causó la muerte. Por esa razón sentenciaba Juan Belmonte que, los toros pueden hacerte daño hasta con el rabo.

México lloró a su ídolo, los empresarios quizás que un poco menos porque eran reacios a contratarle, de forma muy particular la empresa de Madrid a la que tantas veces imploró Rodolfo poder confirmar su alternativa en Las Ventas y, si hacía falta, morir en el ruedo más emblemático del mundo. No pudo ser. Choperita nunca lo creyó oportuno y, como digo, El Pana se marchó al otro mundo con esa pena tremenda.

Rodolfo Rodríguez no dejó fortuna alguna, pero sí nos legó una filosofía muy particular, una tauromaquia singular que no se parecía a ninguna porque, irremediablemente, estamos hablando de un tipo genial, rotundo, iconoclasta, incorregible, artista cuando las musas se lo aconsejaban y, por encima de todo, diferente a todos los toreros del mundo. Claro que, dentro de aquel traje de luces anidaba un hombre irrepetible, un ser humano para enmarcar, para amar y, como es nuestro caso, para recordarle eternamente.

El milagro más grande que ha existido en el toreo lo protagonizó Rodolfo Rodríguez El Pana, quizás que, diría que sin duda alguna, auspiciado por Dios porque no puede comprenderse de otro modo. Era la última corrida de su vida, allá por la temporada grande 2006/07. Un festejo sin vitola alguna en la que, Rafael Herrerías, se lo quería quitar de encima para siempre y, para tal efecto, compró seis toros de Pepe Garfías que, en aquellos momentos, dichos toros no los quería nadie; es decir, Pepe Garfías estaba pasando por un horrible momento como ganadero. Siendo así, ¿qué mejor que sus toros para que El Pana fracasara en su última tarde?

Todo estaba planeado para que, Rodolfo se marchara entre penumbra, con el dolor en su corazón, con la nostalgia de haber sido y no podido y, he aquí el milagro al que aludo. Salieron por chiqueros Rey Mago y Conquistador, los nombres de los dos toros que, en vez de retirarle, le encumbraron hacia lo más alto. Sin duda, su tarde más sublime en La México pese a que, anteriormente, las había tenido apoteósicas; pero aquella tarde, por las connotaciones de la misma, sin lugar a dudas, fue su actuación más arrebatadora en todos los órdenes.

Gracias a la televisión, todo el mundo pudimos ver aquella tarde rotunda, frenética, mágica, inolvidable….la que, de forma inevitable le devolvió el crédito para reeditar actuaciones brillantísimas en todos los estados, repitiendo, en el coso capitalino varias veces, una de ellas, mano a mano con Morante de la Puebla, con este dato creo que queda todo dicho.

A partir de aquel momento, Rodolfo, tenía una meta por lograr, confirmar su alternativa en España, razón por la que tras su temporada mexicana se venía a nuestro país para seguir toreando y, como antes dije, vendiendo sus ilusiones a la empresa de Madrid por desear confirmar su alternativa. Lógicamente, España y Francia, de igual modo fueron testigos directos de las genialidades de este hombre que, como sucedía con El Gallo, se podía esperar el todo o la nada, dependía de muchas cosas.

Como decía, no pudo El Pana ver su sueño cumplido pero, pese a todo, en España, en los ruedos en los que toreó y en los foros en los que participó, cautivó a presentes y ausentes porque, si su toreo era pura genialidad, su palabra alcanzaba el rango de sublime, que se lo pregunten a Carlos Escolar Frascuelo con el que compartió años de amistad, quimeras, ilusiones, actuaciones y, todo un rosario de circunstancias hermosas las que juntaron para siempre a ambos diestros.

El Pana no ha muerto, se mudó hacia donde iremos todos, con la salvedad de que él se nos adelantó en el camino pero, allí nos espera con los brazos abiertos, una partida que tendrá lugar cuando Dios quiera pero que, repito, allí nos reuniremos todos para seguir siendo felices junto a un personaje de leyenda al que el mundo conoció como El Pana.