Como todo el mundo sabe, la celebración de la corrida de toros que tuvo lugar en El Puerto de Santa María, la misma despertó todo tipo de controversias, hasta el punto de que la grey empresarial, comandados todos por Francisco Rivera, el señorito andaluz nacido en Madrid, le lanzaron dardos envenenados al empresario José María Garzón, acusándole de haber vendido más entradas de las correspondientes, todo ello, con la finalidad de hacerle daño porque, como sabemos, en España, si quieres un enemigo búscalo dentro de tu profesión.

Algún que otro ignorante en la materia de los que organizan espectáculos taurinos se creyó lo que dijo Rivera Ordóñez y, de repente, José María Garzón se encontró con numerosos enemigos dentro de su gremio que, como se demostró más tarde, el empresario portuense había cumplido con exactitud las medidas de seguridad que se le exigieron y nadie ha podido imputarle nada. Algo muy distinto resultó ser las nuevas normas que estableció la Junta de Andalucía que, como se supo, rebajaron el aforo de las plazas para la celebración de los eventos.

Por todo lo sabido, lógicamente, hasta un niño de primaria comprende el enfado de Rivera Ordóñez que, acostumbrado a llevarse la “leña” calentita a costa de miles de ignorantes, se puso furioso al ver que no podía celebrar su parodia anual y arremetió contra Garzón que, como se demostró, era inocente; y lo era porque ante tanta exigencia y presión por parte de los envidiosos, el empresario documentó públicamente lo que hizo y, todo el mundo tuvo que envainarse la lengua puesto que la verdad solo tiene un camino.

En el toreo, los empresarios ricos –yo diría que en cualquier actividad- sienten envidia hacia los humildes. ¿Cabe insensatez mayor? Es de locura. Es como si Simón Casas sintiera envida de José Montes, por citar un empresario rico y un luchador que busca llevarse un jornal para su casa. Parece un dislate lo que digo pero, amigo, tiene su punto de verdad, Rivera Ordóñez nos lo explicó el día que, como dije, lanzaba dardos envenenados contra José María Garzón. Bien es cierto que, después del tiempo transcurrido y de haber acreditado Garzón su verdad, Rivera debería de haberle pedido disculpas al empresario del Puerto, algo que todavía está esperando.

No somos conscientes en el mundo de los toros –como en cualquier actividad de la vida- que el sol sale para todos y el que sea capaz de luchar para forjarse un destino, en este caso, para ser empresario taurino, mientras lo haga con honradez siempre tendrá mi apoyo y, como debería ser una norma, el de todo el mundo que camine por el sendero honrado de la vida.

Tenemos casos muy significativos de hombres empresarios taurinos que, de la nada, están forjando su leyenda, la que dejarán cuando se retiren de la actividad que les fascina, caso de Alberto García, el mentado José María Garzón, Carmelo García….y una larga y extensa lista de hombres que, unos como toreros frustrados, otros como banderilleros o incluso en calidad de aficionados, se han adentrado en ese mundo que les fascina y, repito, mientras lo hagan con honradez y altura de miras siempre serán admirados.

Y son dignos de admirar los empresarios referidos porque, ¿qué han hecho los grandes y poderosos en este año cruel que estamos viviendo? Lo que el avestruz; han escondido la cabeza bajo sus alas y si te he visto no me acuerdo. Y  se llaman empresarios; yo diría que son “ganaduros” como diríamos antes de que entrara el maldito euro en nuestras vidas. Y lo digo con enorme pesar puesto que esos grandes empresarios a los que todos conocemos, podridos de dinero, a la hora de arriesgar lo más mínimo nos han dado la callada por respuesta; y no contentos con ello, critican a los humildes que han sido capaces de enfrentarse al “enemigo” que con las circunstancias que nos rodean y, pese han todo, han arriesgado su dinero y han dado toros. ¿Qué quieren los grandes que el mundo sea un huevo y tragárselo ellos de un solo sorbo? ¡Qué les aproveche, coño!