Hace unos días recibí una llamada de una muchacha amiga que, el destino le llevó a ser puta, sin lugar a dudas, la profesión que ella menos imaginaba que pudiera tocarle. Alguien, al leer estas líneas, seguro que está pensando que, si dedica a esa profesión es porque le da la gana que, igual podría dedicarse a fregar pisos. Quien así pensare está emitiendo un juicio de valor sin argumentos válidos.

Además de la amistad que nos une, no seré yo quien critique la profesión de Katy, máxime, sabiendo todo cuanto sé de su triste vida. Katy es un modelo de ternura, por ello le di mi amistad hace ya muchos años. Entrar en las valoraciones de los motivos que la llevaron a semejante menester, sería una tarea ardua y compleja. Algún día lo contaré. Apasionante si es su vida. Más de uno se quedará con los pelos inhiestos.

Conocí a Katy en un acto en el que, ambos, por distintas razones, fuimos invitados. Alguien me la presentó. Ella me mostró sus “credenciales”, mientras que yo le ofrecía mis respetos. Katy me indicó su lugar de trabajo para que le visitara cuando quisiera y, muchos años más tarde de aquel encuentro, las veces que nos hemos visto ha sido en plena calle y, ante todo, fuera de su “habitad natural”. Respeto como nadie la profesión pero, no me place ni me subyuga el amor comprado. Y Katy lo sabe, de ahí la buena amistad que compartimos.

El motivo de la llamada de Katy se debía a que, ella, compungida por todo lo que ha pasado con una compañera en un programa de televisión, Katy, lo que pretendía es solidarizarse con la compañera a la que aludo. Antes de continuar diré que, si en todas las profesiones las gentes se unieran y solidarizaran como lo hacen las putas, el mundo sería distinto. Digno de elogio la actitud de estas muchachas cuando le ocurre algo a una compañera.

El problema fundamental es que, en dicho programa de televisión al que aludo, una de las concursantes, unos periodistas carroñeros descubrieron que, la citada mujer, había sido puta en Alicante. Pronto, como siempre hace esa revista, sacaron las miserias de esta chica, por ende, la más triste de las basuras de su vida. Y se quedaron contentos. Pensaban estos junta letras que habían descubierto América con dicho reportaje. La tragedia de esta señora aludida por estos tipos del periodismo de estercolero, no es otra que, en España –quizás en todo el mundo- ser puta es algo que está muy mal visto. “Cómo será ella”, dirían casi todos. Y se equivocan. Pero por completo. Mi amiga Katy me da la medida de que se puede ser puta y ser una mujer digna y honrada en sus quehaceres. Ser puta puede ser tan digno, cobrando por ello, como le pagamos al fontanero cuando nos arregla una cañería. Ellas  te prestan un servicio y tú se lo pagas. Como los albañiles, los ebanistas y todas las profesiones del mundo.

Todavía, como digo, nos rasgamos las vestiduras al hablar de estas señoras. Y, he conocido gentes que se ruborizan cuando se habla del tema, a sabiendas de que, alguno de estos, son los mejores clientes de mi amiga. Se necesita ser cínico para fingir semejante papel. Existen tipos de esa calaña, algunos, hasta acuden a misa cada domingo. Y digo los domingos puesto que, los sábados es cuando acuden a follar con Katy y otras compañeras. Y no pretendo santificar ahora a nadie, Dios me libre, aunque a Maria de Magdala si le santificaron. Lo realmente cierto es que, existen putas porque tienen clientes. Si todos hicieron lo que yo, pobrecitas todas ellas.

Vivimos en la sociedad de la parodia, del engaño, de la hipocresía y de aparentar todo aquello que no somos. Por lo que veo, ser puta declarada es un verdadero pecado, cuando ello debería ser motivo de orgullo por la verdad que nos ofrecen, puesto que no engañan a nadie. Cuanto menos me parece muy digno, como Katy me dijera cuando le conocí: “Mire usted, soy puta”. Aquella confesión, su dignidad, por así llamarle, me llenó de orgullo. Y dice todo esto un hombre que siente un respeto importante por todas las mujeres del mundo; que cada una de ellas, con su cuerpo, puede hacer lo que le venga en gana. Ahora, la gente, se sorprende de que la juventud haga el amor cuando les plazca; y no es que se sorprendan, es que lo ven con malos ojos. Son todos unos cobardes puesto que, ellos, los que así piensan, si pudieran, también lo harían. Pero vivimos en la sociedad de la hipocresía, de la doble moral y del engaño permanente. Yo soy de los que digo que, hagamos el amor y nunca la guerra. Esos jóvenes que no tienen que rendirle cuentas a nadie, deben de probar el sexo y nunca la droga. Hacer el amor les aliviana y les hace nobles. Lo duro es probar la droga y convertirse en delincuentes. Eso si es triste, criticable y deshonesto.

Acá, por lo que veo, queremos esconderlo todo. El pecado, por lo que intuyo, es el escándalo, claro. Que una mujer diga que es puta y que se gane la vida en ese trabajo, es de poner el grito en el cielo, por parte de casi todos. Eso sí, esas mujeres que, por vicio, por tener caprichos y por darle rienda suelta a sus cuerpos, mientras sus maridos están trabajando, ellas follan con sus amantes, a cambio, como he dicho, de grandes fajos de billetes. A estas señoras no les podemos llamar putas puesto que, lo hacen en la “oscuridad” y sin que “nadie” se entere. Ya está bien de hipocresías y, por favor, seamos sinceros con nosotros mismos. En este mundo que vivimos, el que esté limpio de culpa, que tire la primera piedra.

Desde el respeto para todo el mundo, seamos conscientes de que, cada uno, con su cuerpo, sin hacerle daño a nadie, es muy dueño de sus acciones. ¿Habrá algo más bello que un hombre y una mujer hagan el amor, por el más puro amor, aunque algunos, de forma desdichada tengan que comprarlo?

Mis respetos para ti, Katy querida y, ante todo mi ternura por lo que eres, por lo que representas y por la carga de sinceridad que adorna tu vida, puesto que jamás engañaste a nadie. Todos, no podemos decir lo mismo. Tú eres puta y yo escribo. ¿Quién de los dos es mejor persona? Bonita pregunta para la reflexión.