En España, en cualquier oficio que se precie faltan profesionales al respecto. Fontaneros, carpinteros, ebanistas, electricistas, albañiles, mecánicos de automóvil, frigoristas….y tres mil oficios más que, en todos los sectores, como explico, faltan expertos. Una pena que esto sea así porque, como sabemos, todo el mundo aspira a una licenciatura académica que, para mayor desdicha, una vez lograda no sirve para nada y la única solución para desarrollar la carrera estudiada, en los tiempos actuales pasa por irte de España.

Todos los técnicos que he aludido y que faltan en cualquier oficio antes comentado, dentro del mundo de los toros suceden otro tanto de lo mismo al igual que les pasa a los universitarios. Sobran toreros por decenas y, lo peor de todo es que estos no pueden irse a Europa para desarrollar su profesión y mucho menos a Estados Unidos. ¿Qué hacer con dicho colectivo? Es la pregunta que no tiene respuesta. Y lo más sangrante de la cuestión es que nadie toma ninguna decisión al respecto. En realidad, para mi fortuna, o desdicha, según se quiera ver, he conocido a un chico que era torero que ha opositado para el cuerpo nacional de policía y, tras un esfuerzo bárbaro por aquello de empaparse los más de trescientos folios en qué consistía las materias del examen, además de su preparación física y tres mil asuntos adyacentes, ha logrado su propósito.

Tres años le ha costado al chico su logro pero, al final, su esfuerzo ha tenido su premio, el que en verdad le correspondía. Se comprueba que, en cualquier oficio, al final, la constancia tiene su premio que no es otro que la consolidación del objetivo que se perseguía, todo lo contrario de lo que pasa en los toros que, los chavales, hacen arranques titánicos a sabiendas de que sus logros serán nulos. Es verdad que, a los años mil surge un torero o mejor dicho, le dan paso para entrar en los carteles. Pero eso es lo mismo que los que jugamos un décimo de lotería que, la mayoría, morimos de viejos y la suerte no nos ha visitado jamás. Es decir, un hecho estúpido que no conduce a nada, con la salvedad de que el que juega a la lotería lo hace por capricho mientras que, los que esperan una oportunidad como toreros lo hacen por pura necesidad.

Lo que me ha fascinado de este asunto del muchacho que ha dejado los toros para irse al cuerpo nacional de policía es, ni más ni menos, la gran lección que he aprendido con este chaval. Primero que nada se ha quitado todos los fantasmas que le aturdían, no tiene que mendigar nada a nadie y menos vivir arrodillado suplicando una oportunidad que, una vez conseguida, tampoco sirve para nada. Digamos que, por su esfuerzo ha ordenado su vida. Lo que era una quimera en su ambición por ser torero, se ha tornado una realidad como miembro del cuerpo de policía nacional.

Digo que, la gran lección que he aprendido no es otra que la comparación de lo que puede ser un opositor a cualquier fuerza del Estado a lo que supone la carrera política. Paradojas del destino, para ser policía nacional tienes que ser una eminencia, cosa lógica que no desdeña con nada, mientras que, para ser político, con tal de que seas mala agente y no tengas entrañas, salvo las excepciones de rigor, ya tienes el aplauso de todos. Vivimos en un país podrido por completo. ¿Cómo es posible que los que tienen que regir los destinos de un país nadie les exija nada y, por ejemplo, para ser policía se tenga que hacer un examen tremendo que, incluso muchos chavales desisten en el empeño? Claro que, como sucede ahora mismo, así va nuestro país, al precipicio por completo porque lo que nos rigen son mentirosos, chamanes de medio pelo, gandules e ineptos. Entre otros muchos, la tal Pedorra que ha entrado ahora de ministra es un ejemplo. El milagro no es otro que, en manos de semejantes personajillos, España todavía no se ha hundido por completo; falta un “telediario”, pero seguimos vivos, el que sigue, claro está.