El domingo de Ramos es la fecha que marca el arranque definitivo de la temporada en la que, por ejemplo en Madrid se da cita uno de los grandes acontecimientos de la temporada puesto que, Emilio de Justo se encierra con seis toros de diferentes ganaderías para llevar a cabo la hazaña que siempre ha soñado. ¿Y por qué ese día y no el domingo de Resurrección? Muy sencillo. Es cuestión de estrategia comercial puesto que, para el próximo domingo, la mayoría de los aficionados de Las Ventas siguen en Madrid mientras que, al domingo siguiente, por aquello de la Semana Santa, miles de madrileños huyen despavoridos hacia las costas de España buscando el relax que se han ganado durante todo el año.

Por la razón explicada, es el domingo de Ramos cuando en Madrid se lleva a cabo un cartel de máxima relevancia como en su día hiciera el inolvidable Iván Fandiño que, en solitario, logró poner el no hay billetes en una tarde que, al final, todo se  le vino en contra pero, la gran machada la produjo en las taquillas porque nadie, ni los más viejos del lugar recordaban el papel agotado en dicha fecha. Por el contrario, es en Sevilla cuando el domingo de Resurrección se da cita lo más sesudo del escalafón por aquello que la ciudad del Guadalquivir ya está en fiestas, por dicha razón nadie quiere perderse el espectáculo hispalense aunque suene a pura broma como así sucederá con los tres artistas y los burros de Juan Pedro.

Me emociona el gesto de Emilio de Justo porque, el mismo solo tiene una finalidad, demostrarse a sí mismo el propio torero que, lo que está viviendo no es ninguna broma y mucho menos una casualidad; digamos que, todo un acontecimiento que nada tiene que ver con las machadas de Antonio Ferrera que, las mismas, ni él sabe los motivos por los cuales las lleva a cabo; si está clarísimo que no se las pide nadie y nada tiene que demostrar porque ya está en el ocaso de su carrera y lo poco o mucho que haya realizado ahí ha quedado para los anales de la historia.

Matar seis toros tiene que tener tintes de acontecimiento, nunca puede ser un capricho particular de un diestro determinado porque, sin pretenderlo, se puede caer en el hastío más horrible. Sin duda alguna, Emilio de Justo tiene derecho, por su torería, por sus éxitos constantes, por ser arte y parte de la grey más importante en el escalafón, de llevar a cabo dicha hazaña la que presagiamos como un éxito de clamor a poco que un toro le ayude; claro que, mejor sería que le ayudaran varios para que la epopeya culminara en una actuación memorable al estilo de don Antonio Bienvenida en su gloriosa época.

Como ya dije en su día, aunque la gesta, a priori, sea como la que protagonizara Iván Fandiño, nada que ver un torero con el otro porque, Fandiño, obligada por los cafres de aquellos momentos, las figuras le cerraban todas las puertas y, pese a todo, dos años fue el líder del escalafón. Él, claro está, quería dilucidar aquella patraña a la que era sometido anunciándose en Madrid con seis toros, le salió mal la apuesta, le cerraron todas las puertas y, poco tiempo después, un toro de Baltasar Ibán –no era de Juan Pedro- se lo llevó de este mundo.

El caso de Emilio de Justo no tiene nada que ver con el de Iván porque De Justo ya le han dejado entrar en el circuito de las figuras, tiene la bendición de los empresarios, está contratado en Madrid para su feria isidril con la máxima categoría, entra ya en todo tipo de carteles sin que nadie ponga reparo alguno. ¿Le hace falta dicha gesta? Taurinamente, no. Pero se trata de un hombre con una raza bárbara, con un talante cautivador que quiere sentirse torero hasta el punto de llevar a cabo una heroicidad como la descrita que, de salir mal, nada cambiará, pero nos cabe la certeza de que él se dejará la piel para que todo salga bien, como así será, como en realidad deber ser, sí señor.