Las aguas han vuelto a su cauce y, Paco Ureña, que en dos años ha sufrido además de la pandemia las ingratitudes de los despachos de los taurinos porque ha sido abandonado por parte de dos empresarios de los llamados grandes, consciente de su error, tremendo error diría yo, ha vuelto donde solía, es decir, junto al hombre que luchó a su lado y que, como sabemos, junto a él logró su temporada más rotunda triunfando en las plazas de mayor relieve del orbe taurino. Ha vuelto junto a Juan Diego que, como antes contaba, es el hombre junto al que mayores éxitos acaudalaron.

Claro que, la pregunta es obligada, ¿por qué motivos le abandonó cuando los éxitos eran todo un clamor? ¿Escuchó los cantos de sirena de Simón Casas y enloqueció? ¿Y qué pasó con los Lozano? Mil preguntas que no tienen respuesta pero que, como sabemos, entre todos, dejaron tirado a Paco Ureña como si de un muñeco de trapo se tratare. Y de eso sabe mucho Simón Casas que ha apoderado a “tres mil” toreros y con todos ha quedado como macaco en el circo.

Por cierto, hablando de Simón Casas, en estos momentos ha terminado su relación con el productor francés el diestro Antonio Ferrera. ¿Se imagina alguien los motivos? ¡Justo! Los que sabemos todos. No es oro todo lo que reluce y, en el toreo, lo que reluce, más que oro es oropel o, dicho en cristiano, miseria pura. Lo que sí está claro que, últimamente, a Simón Casas le duran menos los toreros que un caramelo a la puerta de una escuela.

Es cierto que, por lazos familiares Paco Ureña tiene la vida resuelta pero, no es ese el caso, se trata nada más y nada menos de que un torero de su vitola no puede perderse por las veleidades de unos apoderados malignos que, como se ha demostrado le han llevado hasta el precipicio. Nadie podría entender, el que menos Ureña, que tras un año apoteósico como fue el pasado 1019, en esta temporada en que hemos regresado a la normalidad, apenas haya toreado el diestro poco más de una docena de festejos, casi todos, en plazas de menor nivel del que nos tenía acostumbrados. ¿Acaso Ureña era un objeto de usar y tirar? Los hechos así nos lo han certificado. ¡Qué pena!

El caso de Paco Ureña debe de servir para que muchos toreros recapaciten y, como él lo ha hecho, que enmienden su error porque eso de tener un apoderado llamado grande no garantiza nada, si acaso, el fracaso más rotundo, algo que el diestro de Lorca puede certificar por todo lo que ha penado que, aunque él no lo confiese debe de haber sido horrible ese tránsito por el que ha pasado.

Todo esto nos viene a certificar que, un torero tiene que ser más inteligente en la calle que en el mismo ruedo, yo diría que mucho más porque en la plaza sabes que tienes que jugarte la vida pero, ¿qué pasa en la calle, en los despachos de los taurinos? Es ahí donde hay que lidiar toros en puntas porque como se ha demostrado mil veces, los grandes taurinos solo quieren a los toreros para explotarlos y, si no lo logran conforme lo tenían planificado, pronto te dejan tirado como una colilla.

Paco Ureña merece mejor trato del que le han dado, no porque sea guapo, pero sí por haberse ganado los contratos en el ruedo, por haberse jugado la vida en las plazas y, sin duda, por haber conseguido éxitos de clamor, algo que, entre otras muchas plazas, Madrid le certificó para poder desenvolverse con autoridad en cualquier confín del mundo.

Como aficionados, debemos de confiar en que Paco Ureña no caiga nunca más en errores de antaño que, como se ha demostrado imagino que le habrán servido de lección. Confesaba Juan Diego, su actual y otra vez apoderado del diestro, su extrañeza cuando recibió la llamada de Ureña para que le apoderase. Es lógico. Pensemos y encontraremos la respuesta.

No es menos cierto que Paco Ureña debe de volver donde solía, es decir matar ese tipo de corridas que siempre nos encandiló. Digamos que, volver a la normalidad con la que nos tenía acostumbrados y no hacerle ascos a ninguna ganadería que, su grandeza puede con todo. Si se apunta a las ganaderías comerciales como hacen todas las figuras, a priori, podrá sonarle muy bonito pero, más tarde, la realidad siempre es otra. Y sé de lo que hablo porque, entre otras cosas, un toro de Juan Pedro, que no hieren ni con el rabo, cogió a Ureña en Abarán y por poco le cuesta la vida. Nadie nos puede asegurar que, lo que parecen bombones, a la hora de la verdad llevan vinagre en sus entrañas. Mucha suerte para el diestro que, por sus tardes inenarrables ha llegado donde siempre anheló.